Camino de estrellas

Más allá de la muerte 3

Ahora mismo estoy escuchando música… si alguna vez escribes te aconsejo que utilices este método. ¿Quieres que te hable de canciones o… del Pianista? Pues te contaré lo que pasó el día de nuestro encuentro, bueno, la parte del combate, porque ya sabes lo que nos dijimos. ¡Ahí voy!
El sol reflejaba su fulgor en el inmaculado piano azabache de Erlhuvinio Zapcoligo, el viento desplegaba sus alas gélidas de aire, y en cada brusco aleteo producía una pequeña tormenta de polvo castaño. La tierra estaba lo suficientemente dura como para establecer mi postura de combate, mi espada bastarda centellaba de manera ininterrumpida y exhibía con solemnidad su maravillosa combinación de colores. El Pianista me miró entornando los ojos y luego arqueó su ceja diestra, estoy casi seguro de que esperaba que yo fuera el primero en desplegar sus movimientos. Inicié mi carrera hacia mi oponente con la espada al frente y la vista cercana al suelo (podía haber una trampa esperándome a cada paso, debía ser cauteloso). Erlhuvinio se movió casi a la velocidad del sonido y desapareció de la escena. ¿Adónde habría ido ese desgraciado?, eso me preguntaba en ese momento, y aún sigo preguntándomelo. Me volteé, me giré trescientos sesenta grados, pero no vi ni un atisbo del pintoresco personaje, lo que sí vi fue algo realmente extraordinario; las teclas del piano negro de Erlhuvinio se empezaron a mover (aparentemente sin que nadie las tocase). La música que producían hizo que el viento levantará el pesado instrumento sonoro. El piano rotó y rotó en su eje imaginario, y… empezó a tomar la forma de un monstruo.
Brazos gruesos, semejantes a los troncos de los robles que nos rodeaban, aparecieron de los costados del engendro. Una especie de cabeza asomó del interior del piano-transformer, y dos ojos carmesíes comenzaron a mirarme con desprecio. Unas piernas largas y robustas se le formaron al bicho en apenas unos segundos… todo estaba preparando para que yo sucumbiera ante aquella mole grotesca, pero me parecía tener un «As» agazapado en mi mente; una idea que quizá funcionase.
–¡Diosa Isabel de la Estrella del Tiempo, muéstrame mis estadísticas y poderes! –grité con energía.
Un sonido vibrante hizo sacudir, aparentemente, el mismísimo espacio-tiempo, como de un portal mágico, la diosa que me trajo a ese mundo apareció ante mí, era realmente hermosa (y aún lo es). Lucía un vestido bordado en seda, y en el mismo estaba representado gráficamente un gran grupo de magnolias, que desfilaban de manera elegante por los costados de su esbelto cuerpo. Su cabello estaba recogido, y caía por su espalda en forma de trenza convencional, el inmaculado color blanco de su pelo me llamaba mucho la atención, alrededor de él circulaba una tenue luz ambarina que me producía un extraño sentimiento de inferioridad. Sus ojos eran como un par de esmeraldas muy selectas, que dotaban de una belleza extraordinaria su ya de por sí divino rostro (y nunca mejor dicho). Una preciosa nariz aguileña se extendía entre sus mejillas sonrojadas, y sus labios, aunque finos y delgados, me sorprendieron por su intenso color carmín.
–Es un placer verte, Octavio–dijo la diosa y con un leve movimiento de su brazo me condujo al lugar de nuestro primer encuentro, era ese un sitio bañado de una luz casi cegadora y donde el color de la nieve predominaba sobre todas las cosas (cuando digo cosas me refiero al suelo y al horizonte).
Rápidamente, y viendo la diosa Isabel como afectaba la luz ultra-fuerte a mis ojos, bajó de inmediato la intensidad de la misma. Apenas hube pestañado dos veces (y lo digo literalmente), una fuerza desconocida (para mí) llenó el gran vacío blanco en el que nos hallábamos con muebles, ventanas, cuadros, alfombras, estantes e incluso con tonalidades de rojo, gris y azul (algo que sinceramente agradecían mis ojos). La diosa me invitó a sentarme, y mostró en una pantalla (suspendida en el aire) mis estadísticas.
–Como ves, tienes nivel diez, cosa esta asombrosa para un mortal del planeta Tierra, tus poderes aún no se han desarrollado, pero fui demasiado dura contigo al no darte al menos uno para que empezarás tu aventura. Por esa simple razón, quisiera disculparme por mi «falta de tacto» ofreciéndote la oportunidad de escoger un poder acorde a tu nivel actual.
Sin preámbulo de ningún tipo pude ver ante mis ojos más de treinta poderes diferentes, me quedé leyendo y reflexionando sobre cual elegir. Seguramente mi combate contra el piano-transformer aún estaba en pie, así que mi prioridad era sobrevivir a esa escaramuza. La diosa me miraba con curiosidad y se pasaba la mano por el pelo entre un bostezo y otro ¿acaso mi llamada la había despertado de algún dulce sueño?
–Ya escogí–le dije con una tranquilidad que no sentía, pues la seguridad nunca ha sido una de mis cualidades.
–Entonces toca el poder con uno de tus dedos–me dijo antes de dar otro largo bostezo.
–¿Qué pretendes hacer conmigo si logro vencer al Rey Demonio? –le pregunté por pura curiosidad luego de seleccionar mi poder en la pantalla holográfica.
–Umm… creo que te convertiré en mi esclavo sexual para toda la eternidad…–su respuesta me dejó casi sin aliento, y de repente ella se empezó a reír de forma desternillante–. ¡No… no es eso lo que quería decir, pero es que hace mucho que no hago un chiste! –me dijo intentando contener sus carcajadas–. La habilidad que escogiste te será muy útil para derrotar a los enemigos vulnerables al fuego, y, como bien dedujiste, ese monstruo al que aún tienes que enfrentarte lo es… Inflamación no es solo un poder que se aplica a las espadas, también puedes imbuir arcos, ballestas, pistolas, escopetas, bazucas, hachas, lanzas, alabardas… es decir, casi todas las armas que quieras…
–Escopetas, bazucas y pistolas… este Isekai no va a ser muy medieval que digamos…–dije con el corazón oprimido, pues no es lo mismo una bazuca que un arco (es cien veces más difícil esquivar el proyectil de una bazuca que el de un tira-flechas).
–Entonces, ¿se supone que éste es el momento en el que tengo que regresar al claro del bosque? –dije rompiendo la inercia de nuestra conversación, la diosa Isabel se veía realmente cansada (o al menos me daba esa impresión, la barrera entre la realidad y la suposición es muy amplia, por mucho que uno dé por sentado un hecho eso no quiere decir que sea verdadero; no te olvides de eso).
–Sí–afirmó luego de meditar unos segundos–. Pensaba ofrecerte algo para que repusieras tus fuerzas, pero…
–Mejor me voy ahora, si me lleno el estómago de seguro tendré dificultades para vencer a mi enemigo, nunca está de más ser cauteloso... Te agradezco enormemente que hayas acudido a mi llamado, ahora estoy bien informado sobre mis dotes militares...–quería decirle que su belleza no tenía comparación con ningún otra, pero ya te dije que para mí lo más importante es el poder del conocimiento; porque solo éste me podía salvar…
–Si ya estás listo te devolveré al segundo exacto donde te quedaste antes de llamarme.
–Estoy listo–le dije con un ligero temblor en la voz, la adrenalina me recorría sin control aparente.
–Buena suerte, Octavio…–con un simple chasquido de sus dedos regresé al claro en el bosque.



#10034 en Fantasía

En el texto hay: fantasia

Editado: 12.04.2021

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