Camino de otros días

Capítulo 5. Odio y amor

Carlos volvió a encontrar a Lucero en la sala de profesores. Desde el comienzo, se había fijado en ella y, por algún motivo, deseaba que fuese suya. Algo tenía Lucero que no lo dejaba dormir tranquilo, en que se sorprendía a sí mismo pensando en ella, a su lado, con una sonrisa. Por su parte, Lucero se sentía muy incómoda ante la presencia de Carlos. Entre los docentes, corría un rumor de que la antigua maestra guía de los niños de primero era acosada por el maestro guía de los niños de cuarto grado, Carlos. El problema era que él contaba con la protección de la directora, quien era su tía, y a su vez tenía amigos abogados que lo respaldarían en todo. Por lo tanto, aquella profesora decidió renunciar, con la esperanza de que su sustituta supiera darle una lección a ese infeliz. Sin embargo, ningún profesor supo decir si realmente eso pasó. No existían pruebas y Carlos siempre había sido una persona amable con todos.

  • Vaya, otra vez revisando el trabajo de tus alumnos- le dijo Carlos, a modo de saludo.

Lucero solo le echó una rápida mirada y siguió con su trabajo. Carlos, entonces, se acercó a ella, hasta el punto de que la joven docente sentía su respiración en la nuca.

  • Tu rostro es muy bello- le susurró Carlos- me gustaría que tu actitud también lo fuera.

Antes de que Lucero le respondiera, entró en la sala Jorge. Él, al verlos tan juntos, se ruborizó por completo.

  • Este... solo iba a tomar mi bolso...- empezó a decir el profesor de música- el recreo terminará y... bueno...
  • No te preocupes. Ya me iba- dijo Lucero, levantándose rápidamente y llevando sus bártulos encimados.

Lucero evitó mirar a Carlos, que de seguro estaba mostrando una expresión de profundo enojo hacia Jorge. Jorge, por su parte, abrió su bolso y metió en él su flauta, dado que enseñaría música a los chicos de cuarto grado.

Cuando Lucero se fue, un silencio incómodo se apoderó en la sala de profesores. Carlos seguía mirando a Jorge con enojo, mientras Jorge seguía acomodando sus cosas. Cuando Jorge estuvo a punto de salir, Carlos le dijo:

  • No viste nada. No pasó nada. Que te quede bien claro. Sabes bien lo que cuesta conseguir trabajo.

Cuando Jorge entró a la clase de cuarto grado, olvidó el mal momento que sintió al escuchar las palabras de Carlos. Ese día llamaría a cada uno de los alumnos para que tocaran la flauta, frente a todos, siguiendo las notas de una canción clásica. la primera de la lista era una niña llamada Cintia. Sus cabellos eran castaños y los llevaba recogidos en dos colas de caballo. A ella le encantaban las clases de música y tenía facilidades con los instrumentos musicales y el canto. Al tocar la flauta, como siempre mostró un ritmo armonioso, lo cual hizo que sus compañeros aplaudieran y se admiraran por su gran habilidad con la música.

Cuando terminó la clase, Jorge llamó a Cintia y, como siempre, la elogió por su comportamiento y participación en clase.

  • La música es vida- le dijo Cintia, luego de recibir los halagos del profesor- aún no puedo concebir la vida sin la música. Nos trae recuerdos, emociones y un montón de sentimientos.
  • Me alegra que pienses así- le dijo Jorge, con una sonrisa- ¿Sabes? Dentro de un mes se festejará el día de la madre y la patria. Me gustaría que ejecutaras la flauta frente a todos, como solista.
  • ¿Cómo solista? ¿No era que todo el curso haría esa presentación?
  • Sí. Tú ejecutarás una parte y el resto haría de coro. La semana que viene practicamos.
  • ¡Sí! ¡Gracias profesor!

Cuando Cintia se fue, Lucero entró a la clase. Jorge se sorprendió, dado que ella siempre iba directo a la cafetería cuando terminaba el horario escolar. Lucero tenía las mejillas sonrosadas, como si acababa de pasarle algo bochornoso.

  • ¿Te pasa algo?- le preguntó Jorge, preocupado.
  • Yo... bueno...- empezó a decir Lucero- solo quería decirte que... ahí... en la sala de profesores...
  • Tranquila. No diré nada a nadie.
  • ¡No es eso! Es que...- Lucero respiró hondo dos veces y continuó, con más calma- en realidad, Carlos me ha estado molestando desde que ingresé a este colegio. escuché un rumor de que esto ya le pasó a otra profesora. No quiero que me malinterpretes ni tampoco estoy segura. No quiero parecer paranoica.
  • No lo eres- dijo Jorge, que miró a los costados como temiendo que alguien los espiara- ese rumor que has escuchado sí es verdad. Lo sé porque fui testigo de lo que pasó. Y la verdad, no es algo de lo que me pueda sentir orgulloso.

Jorge evitó mirar a Lucero a los ojos. Hacía mucho que quería soltar aquella frustración que venía sintiendo hacia tiempo, en la que solo le importó mantener su trabajo que ayudar a su colega. Y lo peor, era que esa historia se volvía a repetir con Lucero, a quien le prometió ayudarla en todo lo que necesitara. Lucero no solo era su colega. También era su amiga. Por lo tanto, si volvía a mostrar indiferencia, se odiaría a sí mismo para siempre.

  • ¿Qué pasó realmente? - le preguntó Lucero- ¿La profe lo denunció?
  • Sí. Pero nadie confirmó sus palabras. Al final, renunció y nunca más supimos nada de ella.

En la clase entró Carlos, que estaba buscando a Jorge para asegurarse de que no le dijera nada a Lucero. Sin embargo, Lucero ya estaba ahí.

Jorge miró a Carlos. Carlos miró a Lucero y luego a Jorge. Lucero miró a Carlos y a Jorge, que se fulminaban con la mirada. Ella no podía estar segura de quién poseía más rencor y odio hacia el otro. Por lo tanto, inventándose una excusa cualquiera, salió rápidamente del aula y jamás supo si discutieron o no sobre el tema.

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"Energías negativas" buscó Uryan en su nave, donde tenía almacenado cierta información sobre el mundo y la dimensión donde residía. Cada ser vivo poseía su nave, compuesto de energía pura y transformable, por lo que era posible cambiarlo de tamaño según la conveniencia.




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