Camino de otros días

Capítulo 9: alto y bajo

Manuel intentaba tocar la flauta de Cintia a quien, después de tanta insistencia, accedió a prestárselo un rato. El pequeño solo lograba sacar chirridos que alteraban los tímpanos de otros niños que estaban cerca.

  • ¿Dónde lo encontraste? - le preguntó un niño a Cintia
  • El sábado lo encontré en el parque- dijo Cintia- resultó que somos vecinos.
  • ¡Mis oídos! ¡¡¡Mis oídos!!!- gritó otro niño, que se tapó con ambas manos sin dejar de menear la cabeza.

Manuel dejó de tocar la flauta. Miró a los compañeros de Cintia y sonrió.

  • ¿Sabes? ¡Mejor dedícate a otra cosa! - le dijo uno de los compañeros de Cintia.
  • ¡Vamos! ¡No seas duro con él! - le reprendió Cintia, mientras recuperaba su flauta y lo guardaba en su bolso- uno no nace sabiendo.
  • Mientras, no le demos ninguna flauta ni nada parecido.

Manuel infló sus mejillas al ver cómo esos chicos se burlaban de él. Cintia, entonces, le dijo:

  • No les hagas caso. "A palabras tontas, oídos sordos"
  • ¿Cuándo podré tocar bien la flauta? - le preguntó Manuel, triste- la profe Luci quiere que le mostremos lo que sabemos hacer y yo quería mostrarle que sé tocar la flauta.
  • Mejor muéstrale otra cosa- le dijo uno de los chicos- no sé, hace "payasito" o "vuelta carnero".
  • ¿Y si canto? - se le ocurrió Manuel- mi mamá dice que canto bien. Y tía también dice eso.

Los chicos se quedaron reflexionando sobre la propuesta de Manuel. En el fondo, no se les ocurrió que aquel pequeño pudiese cantar. Era pésimo con la flauta, por más que Cintia se esmeraba en explicarle cómo debía ejecutarla.

  • Me parece excelente- dijo Cintia, interrumpiendo el pensamiento de los chicos- cántale a tu profe una canción. Si lo haces con el corazón, a todos les gustará.
  • ¡Sí! ¡Voy a cantar! ¡Gracias Cintia!

Sonó el timbre y Manuel fue corriendo a su clase, ansioso por mostrarles a todos lo que sabía hacer.

La clase de Cintia tendría música con Jorge. En ese momento tenían una prueba escrita, en la que debían responder preguntas sobre compositores famosos o las diversas notas que existen.

Mientras los niños rendían, Jorge aún recordaba lo que le advirtió Carlos, cuando quería defenderle a Lucero de sus insinuaciones.

  • Ella será mía, quieras o no. Será mejor que no te entrometas, si no quieres perder tu trabajo aquí. Imagínate, podrían acusarte de que tú fuiste el responsable de la renuncia de Martita.

Carlos tenía muchas personas que lo respaldaban. En ese punto, Jorge se encontraba con muchas desventajas. Sin embargo, si lograba contactar con la antigua integrante del plantel de docentes del colegio, sumaba con el testimonio de Lucero y buscaba apoyo en otros profesores, podría lograr que todos se pusieran en contra del depravado profesor y lo expulsaran del colegio para salvaguardar, no solo la integridad de las docentes, sino también la integridad de las niñas y adolescentes que se encontraban en dicha institución. Por suerte, Carlos aún no había molestado a ninguna de sus alumnas, o eso pensaba Jorge. Aunque, de lejos, se daba cuenta de que Carlos, cada tanto, las miraba de una manera extraña.

Lastimosamente debía pasar lo peor para tomar medidas contra Carlos.

A la salida, Jorge se encontró con Lucero, quien se había quedado un rato más hasta que todos sus alumnos se retiraran con sus padres o tutores. Manuel estaba con ella, con una sonrisa radiante. Cintia también estaba cerca. El pequeño, al ver a la niña, se acercó a ella y le comentó que cantó frente a todos y lo elogiaron por su voz.

  • ¡Qué bien! - dijo Cintia, acariciándole la cabeza- seguro que a tu profe también le gustó.
  • Si. ¡Ella es genial! - dijo Manuel- ven. Toca la flauta frente a ella de nuevo. Hoy estaba triste y necesita que la alegremos.
  • ¿Triste? No lo entiendo...
  • La profe siempre está triste, pero se la pasa sonriendo. Los adultos son tontos: sonríen cuando están tristes y mienten en todo.
  • Pero... ¿Te parece? No sé si tocar frente a ella...
  • Yo voy a cantar y vos tocas la flauta. Me sé la canción "La lluvia y el viento" ¿Sabes tocarla?
  • ¡Ah! ¡Sí! El que dice "La lluvia y el viento me llaman amigo..."
  • ¡Sí! ¡Vamos!

Los dos niños se acercaron a Lucero, quien estaba conversando con Jorge. Cintia le explicó que acababa de formar con Manuel un dúo y que iban a actuar frente a ella, un rato, antes de que vinieran a buscarlos.

  • Yo también quiero escucharlos- dijo Jorge- voy a evaluar la armonía de la canción.

Manuel cantó, mientras que Cintia lo acompañó con su flauta. Ninguno tuvo una práctica previa, por lo que desentonaban en algunas estrofas. Sin embargo, Jorge admiró el talento que tenían ambos para la música y, en el fondo, deseó que siguieran por ese camino para que fuesen grandes músicos.

En cuanto a Lucero, sintió cómo ambos niños se complementaban. Era la primera vez que le veía a Manuel tan animado e, incluso, se admiró por lo bien que cantaba. En clase cantó y reconoció su habilidad, pero lo hizo forzado, tanto que casi le costaba sacar la voz. Y ahí, fuera de clase y sin estar frente a sus compañeros, se sentía con la libertad de expresarse, dejarse llevar por la música y viajar a otro mundo. Y lo más admirable era que, sin tantos problemas, se relacionó con Cintia y hasta la convenció de formar un dúo. Cintia le pasaba a Manuel por tres años, pero ambos se entendían. Y ahí, ella con su flauta y él con su canto, demostraban aquella sintonía que tenían ambos y que, con un poco de práctica y ejercicios de composición, podrían llegar a ser muy exitosos.

Cuando terminaron, tanto Jorge como Lucero aplaudieron. La sintonía de los niños los conmovió profundamente.

  • Cintia, sin duda eres la mejor de tus compañeros- le dijo Jorge a su alumna- tienes un gran talento. No lo desperdicies y practica todos los días para perfeccionarlo.




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