Camino de otros días

Capítulo 24. Primavera y otoño

La tía de Manuel llamó a la casa de Cintia, dado que le preocupaba que el pequeño aún no regresara. La mamá de Cintia atendió y ella dijo que se habían ido a la plaza, como siempre, pero que aún no regresaron. Ambas, entonces, se encontraron en la plaza y empezaron a preguntar por los niños.

Un señor, que pasaba por ahí, les dijo que vio a esos dos niños junto con un adolescente, que se quedaron charlando y, luego, se fueron. Cuando la tía de Manuel le preguntó qué dirección tomaron, el señor señaló hacia una esquina.

  • Ahora que lo pienso... ¡A la vuelta vive la profesora de Manu! - dijo la excéntrica tía.
  • ¿Crees que esos niños estarán con ella? - le preguntó la madre de Cintia.
  • Algo me dice que sí.

Ambas, entonces, fueron directo a la casa de Lucero. Tocaron el timbre, pero nadie atendió.

  • ¡Rayos! Si no encuentro a Manu, mi nuera me mata.
  • Sigamos preguntando por ahí. A lo mejor solo salieron un rato...

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  • ¿Me vas a decir dónde vive Lucero sí o no?
  • ¡No sé dónde vive! ¡Ya deja de pegarme!

Carlos y Lucel acorralaron a los tres niños a solo tres cuadras de donde vivía Lucero. Carlos, gracias a Lucel, logró salir con la condición de que no saliera del país. Carlos conoció a Mey y Mefi. Mefi le dijo que lo había estado buscando. Gracias a que Lucel le modificó la memoria, Carlos lo reconoció de su vida pasada y le dijo:

  • Hice mucho por ti en el pasado. Ahora solo deseo que me traigas a la chica, junto con esos mocosos que me mandaron a la cárcel. Así saldrás tu deuda.

Aquel sábado, cuando Mey y Mefi siguieron a los chicos, enviaron "señales" a Lucel para que los capturaran. Lucel y Carlos, así, dieron con los niños, mientras que Mefi y Mey peleaban contra Marti.

Carlos, al ver a Gabriel, enseguida se desquitó con él dándole fuertes puñetazos en la cara, exigiéndole que los guiara hasta Lucero y culpándolo por haberlo mandando a la cárcel.

  • Carlos, tranquilízate- le dijo Lucel, tomándolo del hombro- si estos niños no quieren colaborar, entonces haremos que Lucero venga hacia nosotros.

Carlos sonrió ante la idea. Enseguida sacó su celular y le mandó un mensaje de voz a Lucero, que en esos momentos estaba charlando con Marti y Sharman.

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Mientras Shael observaba todos los movimientos de Mefiseles en su nave, empezó a recordar a Uryan.

Estaban ambos, frente al lago de cisnes negros. Uryan le estaba contando cómo era Solestelar y, de pronto, Shael observó que estaba desapareciendo.

  • ¡Papá! ¿Qué te pasa?

Uryan observó sus manos y mostró una sonrisa de tristeza. Luego, mirando con ternura a Shael, le dijo:

  • No llores. Esto es natural. Sabía que me llegaba la hora, pero esperaba pasar más tiempo contigo.
  • No lloraré. Seguiré con tus investigaciones, padre. Y aunque no me recuerdes, yo siempre estaré contigo.

Uryan señaló su nave. ya no podía alzarla porque su cuerpo había perdido consistencia. Shael lo entendió. Se acercó a la nave de Uryan y la fusionó con su propia nave.

Antes de desvanecerse por completo, Uryan le dijo:

  • Espero que, en la otra vida, podamos estar todos juntos y en la misma época, como amigos o como familia. Estoy seguro de que, al fin, podré estar junto a Solestelar.

Shael siguió observando la pantalla. En la misma, vio un paisaje de árboles pelados y hojas secas, volando con el viento. Determinó que Mefiseles se encontraba en una región donde comenzó el otoño. Shael observó las flores, que en esos momentos estaban creciendo lentamente a su alrededor. Le tocaría vivir una primavera de mil años. En el fondo, se alegró. Y también se entristeció. Deseaba que Uryan y Solestelar hubiesen vivido lo suficiente para presenciar el comienzo de la primavera después de mil años de invierno.

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Un grupo de energéticos puros se acercó a Sharman, quien en esos momentos vislumbraba las estrellas. Pertenecían a los que se juntaron con los materiales en el pasado y que, al igual que Speranwa, tuvieron que dejar a sus hijos y viajar por diversos mundos sin rumbo fijo.

  • Sabemos que deseas ir a ese mundo material, donde ahora residen Solestelar y Speranwa- le dijo uno de los energéticos a Sharman- ¿Acaso no deseas vivir miles de años más?
  • Solo quiero sentir lo que sentía de niña- dijo Sharman- y también deseo conocerlas en su estado material.
  • Nosotros también queremos encontrar a nuestros hijos. Pero sentimos miedo de que nos rechacen.
  • Eso no pasará. Mi hermana y yo la pasamos muy bien con Speranwa, cuando Uryan y Mijail lograron capturar su alma antes de que residiera en otro mundo.
  • Creí que Mijail estaba en contra de los negativos.
  • Al principio sí. Pero ya cambió. Y todo fue gracias a Uryan.

Kienya apareció y se sorprendió de que los energéticos no tuviesen miedo ante la presencia de ambas. Sharman le dijo quiénes eran en realidad y Kienya lo entendió.

  • Ustedes dos son la esperanza de que, algún día, antes de desvanecernos, podremos hallar a nuestros hijos- exclamó uno de los energéticos- o que ellos podrán reconocernos antes de que renazcan en otro mundo.

Kienya y Sharman se miraron. Hacia años que comenzó la primavera y estaban seguras de que había llegado la hora de la separación. Se dieron un abrazo y Kienya le dijo a Sharman al oído:

  • Cuidaré de Shael, mientras pueda. Después te seguiré.

Sharman aceptó. Junto con los energéticos, subieron a la nave y partieron rumbo al mundo donde se encontraba Solestelar y Speranwa.




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