La sala permaneció en un silencio incómodo tras la desaparición de Death. Un aire pesado y denso llenaba el espacio. Los siete se quedaron inmóviles, mirando a su alrededor, como si en cualquier momento todo pudiera desmoronarse.
De repente, un suave clic resonó en el aire, y una luz azulada emergió y se poso en la puerta. Todos se giraron al mismo tiempo, observando cómo un contador digital se materializaba ante ellos, pegado e la puerta, visible para todos.
01:00:00
La cuenta atrás comenzó de inmediato, y cada segundo que pasaba parecía acortar las distancias entre ellos y un destino aterrador. Evans no pudo evitar mirarlo fijamente. Cada número que descendía era como un recordatorio brutal de lo que les esperaba. En ese momento, el tiempo dejó de ser algo abstracto. La hora que tenía frente a él se convirtió en una condena.
Miró a los demás, viendo cómo sus rostros reflejaban la misma ansiedad y temor que sentía en su interior. Sophie estaba en el rincón, con las manos temblorosas y los ojos tan abiertos que casi parecía como si estuviera buscando una salida invisible. Clara, la joven traumatizada por la explosión del tren, masticaba su labio nerviosamente, sus piernas temblando sin poder controlarlas.
Frank, el hombre mayor, estaba de pie, mirando al contador con los ojos entrecerrados, como si pudiera encontrar algún significado en los números que se desvanecían lentamente. Su rostro, normalmente ajado por los años, ahora mostraba una expresión de desconcierto, como si intentara comprender cómo había llegado hasta allí.
Liam, el joven con la cicatriz, se había apartado un poco del grupo. Sus brazos estaban cruzados, y su mirada estaba fija en el suelo. Aunque intentaba ocultarlo, su postura mostraba una vulnerabilidad que contrastaba con la dureza de su expresión. Samuel, el hombre alto y serio, no dejaba de mirar a su alrededor, como si buscara una solución o una pista, pero lo único que encontraba era el mismo vacío inquietante. Su respiración era más profunda, su ansiedad se filtraba en cada movimiento.
Evans respiró hondo y dio un paso hacia ellos, decidido a romper el hielo. No podía quedarse callado. Necesitaba entender, necesitaba sentir que no estaba solo.
—¿Alguien sabe qué demonios está pasando? —preguntó, su voz saliendo con más fuerza de la que esperaba. Miró a Sophie primero, sus ojos brillaban con una mezcla de miedo y desconfianza, pero también había una chispa de desesperación que lo hizo sentir más humano, más cercano.
Sophie levantó la cabeza lentamente, como si estuviera procesando las palabras. Finalmente, se acercó a Evans, temblorosa.
—Lo único que sé es que… estamos aquí por una razón. Y no sé qué hacer. Solo sé que… que no quiero ser la siguiente. —La voz de Sophie se quebró, y Evans sintió una punzada en su pecho al ver la angustia en sus ojos.
Frank, con su paso lento, se acercó y asintió con la cabeza.
—Nadie sabe, muchacho. Nadie sabe. —Su voz era grave, pero había una tristeza evidente detrás de el—. Pero tenemos que unirnos si queremos tener alguna oportunidad. Nadie se salva solo en un lugar como este.
Evans asintió. No le gustaba, pero sabía que Frank tenía razón. El tiempo era un enemigo mucho mayor ahora, y aunque no podía ver cómo iba a superar lo que estaba por venir, tenía que intentarlo. Tenía que hablar con ellos, llegar a algo, a una forma de entenderse antes de que todo se desmoronara.
Miró a Clara, que estaba apartada del grupo, sus ojos vidriosos por las lágrimas no derramadas. Se acercó con cautela.
—Clara… ¿Estás bien? —preguntó, aunque sabía que la respuesta era obvia.
Clara no le respondió al principio. Su mirada estaba fija en el suelo, pero de repente levantó la cabeza y lo miró, los ojos llenos de miedo y desesperación.
—¿Estás… estás viendo esto? —su voz era apenas un susurro. No solo le hablaba a Evans, sino a todos. Alzó la mirada hacia los demás, como si intentara compartir el peso de su angustia—. No puedo… no puedo creerlo. Estoy aterrada. He visto cosas peores, pero esto… esto es distinto.
Evans sintió que sus palabras calaban profundo en su pecho. Todos estaban aterrados. No solo por el juego, sino por lo que podría pasar con los eliminados. La incertidumbre sobre el futuro inmediato se estaba apoderando de ellos.
Liam, que había permanecido en silencio hasta ahora, finalmente levantó la cabeza. Miró a cada uno de ellos con una expresión decidida, aunque su rostro seguía marcado por la cicatriz.
—¿Y si intentamos hacer algo? —dijo, su voz tensa, pero desafiante—. No tenemos tiempo para seguir parados aquí, mirando el contador como tontos. Si hay algo que podemos hacer, lo haremos. No podemos quedarnos quietos, esperando el fin.
Samuel, que había estado observando en silencio, ahora habló. Su tono era firme, pero en sus ojos había un destello de miedo que no podía ocultar.
—No sabemos qué nos espera, pero no estamos aquí por casualidad. Yo… —se interrumpió, y sus ojos se llenaron de algo oscuro—. Yo no voy a morir como un perro. Prefiero luchar.
La tensión en la sala aumentó. Las miradas se cruzaron entre ellos. Nadie sabía qué hacer. Todos sabían que estaban al borde del abismo, y no podían entender el motivo de este "juego", pero la necesidad de tomar acción se había encendido en todos.
Evans, mirando a sus compañeros, sintió una mezcla de impotencia y determinación. Las palabras de Death resonaban en su mente: "Solo uno sobrevivirá." Y mientras el contador seguía avanzando, la ansiedad se transformó en pánico. Pero también había algo más. Algo que le decía que, si iban a salir vivos de allí, tendrían que hacer lo impensable.
El primer juego comenzaba en menos de una hora. Evans miró a los demás, tratando de encontrar algún consuelo, alguna señal de que, al menos, no estaban completamente solos.
Pero lo único que vio fueron caras de preocupación, rostros rotos por el miedo. El tiempo se estaba agotando.