Caminos Diferentes

4

KYLER

Cindy se apresura a la puerta y tira de ella dos veces, pero no se abre.

Me acerco y la empujo. —Creo que es así —digo.

Ella abre los ojos. —Ah… sí, sí…

No puedo evitar sonreír pero rápidamente deshago la sonrisa.

Ella no es una desconocida para mí pero no la puedo llamar mi amiga, sin embargo, conozco su personalidad y aunque en la escuela luce como si lo tuviera todo bajo control, hay momentos donde actúa de una manera más… “equivocada”

Sostengo la puerta para que ella entre y luego voy detrás de ella. Aquí adentro se siente más cálido, debe ser por la cocina de donde se desprenden olores a aceite y carne.

Cindy mira hacia adentro del lugar y luego a la mesa que está casi en la entrada, pegada a la pared de color crema con líneas azules. —Aquí —dice, sentándose en una silla metálica con respaldo y asiento acolchonado del mismo color que la pared.

Me siento en la otra silla, frente a ella. En medio de la mesa hay un servilletero, un salero y pimienta.

Pocos segundos después, se acerca una mujer con delantal y gorro azul. —Bienvenidos a Martin’s, tenemos promociones para dos o más personas, incluyendo sopa de hongos, rollitos de espinaca y mozzarella, nachos o papas con carne y queso derretido, ¿prefieren ver el menú?

Cindy coloca un mechón detrás de su oreja. —En realidad, quiero unos nachos por favor.

—Claro, ¿Qué hay del caballero? —pregunta, viéndome.

Me encojo de hombros. —Sí, nachos para mí también por favor.

—Bien, ¿Algo de beber? —Coloca una mano sobre su cadera—. Tenemos chocolate caliente de temporada, con o sin menta.

—Yo uno de esos pero sin menta por favor —pide.

Levanto un dedo. —El mío con menta por favor.

—Claro —sonríe—, entonces regreso en unos minutos.

Veo a la señora alejarse para dirigirse al fondo, deteniéndose una vez cerca de una mesa para ajustar una silla, luego continua su camino.

Levanto la mirada y veo que hay algunos rótulos de anuncios de bebidas antiguas y fotografías que parecen ser de hace mucho tiempo atrás. Supongo que en alguna de ellas debe estar algún hombre llamado Martin.

Creo que nuestros hermanos pueden estar al fondo, donde hay unas cabinas y que desde esta mesa no se puede ver si hay personas sentadas ahí o no.

Cindy toma su teléfono de la bolsa que ha dejado sobre su regazo y mueve los dedos sobre la pantalla, luego suspira. —No hay señal por aquí —hace una mueca.

La veo unos segundos antes de retirar la mirada. Si estuviéramos en la escuela, sentados en la cafetería estoy seguro que al menos una persona nos voltearía a ver. No es como si fuera algo impensable pero, chicas como Cindy no se sientan con chicos como yo.

Cindy y yo nos conocemos desde niños pero nunca fuimos amigos, a pesar de eso es raro como yo sé cosas sobre ella por el tiempo que ha estado cerca. Por ejemplo, sé que odia la menta en las cosas dulces, sé que una vez se cayó en un arbusto donde una rama o algo le cortaron el dedo meñique y sigue teniendo esa cicatriz.

Sé que le gustaba mi hermano también.

Coloca el teléfono a un lado, sobre la mesa y se recuesta en el respaldo. —Estoy aburrida.

No le respondo porque no creo que me hable a mí, sino es una queja y nada más.

Sin embargo, Cindy recuesta los codos sobre la mesa y me mira, con los ojos entornados. — ¿Puedo preguntar algo?

También entorno los ojos. — ¿Qué?

—Es algo tonto pero tengo duda, ¿Por qué eres así?

Ahora junto las cejas. Esa es una pregunta que podría ser inspirada por varios motivos. — ¿Qué? —vuelvo a preguntar.

Levanta un hombro. —Me refiero, ¿Por qué eres así? ¿Por qué te vistes así?

Podría responderle, como lo he hecho varias veces antes o podría jugar un poco. — ¿Con ropa?

—Negra —agrega.

— ¿Es negra? Pensaba que era gris muy oscura —contesto.

Abre la boca por un momento para cerrarla otra vez.

En ese momento se acerca la mujer que nos atendió con una bandeja que lleva dos tazas blancas, las coloca frente a nosotros y sonríe, alejándose de nuevo.

— ¿Sabes algo? Estoy segura que el hecho que te guste la menta con el chocolate es una mala señal —dice, tomando la taza con ambas manos y soplando suavemente antes de dar un sorbo corto.

— ¿Mala señal, de qué exactamente?

Se encoje de hombros y deja la taza en la mesa de nuevo. —De cualquier cosa, no confiaría mi vida a alguien que le gusta el chocolate con menta.

Tengo que morder el interior de mi labio inferior para no sonreír. —Bien por ti.

Bufa. —Oye Kyler, estoy tratando de hacer una conversación aquí, vamos, tienes que intentarlo también.

Recuesto mi brazo sobre la mesa y golpeteo la superficie con tres dedos. — ¿Para qué? Solo tenemos que hacer lo que siempre hemos hecho.

Ignorarnos.

Levanta ambas manos. —Como quieras —mira detrás de mí, por el cristal del local—. Eres igual que Jacob.

Bien, eso lo tomo como una ofensa.

Mi hermano es un típico hermano mayor, a veces es un idiota y a veces me agrada pero sé que Jacob tiene reputación de muchas cosas y no quisiera ser asociado con ninguna de esas etiquetas.

En el estacionamiento la alarma de un auto se activa, se escuchan las bocinas de otros seguramente desesperados del tráfico y la música del restaurante que reconozco, es una de mis favoritas.

Cindy mira sus uñas, doblando los dedos y extendiéndolos, luego noto como su mirada se dirige a mis dedos y sé que va a hacer un comentario.

—Supongo que tenemos algo en común —extiende su dedo índice—. Ambos tenemos que retocarnos las uñas.

No esperaba eso así que sin tener tiempo de retener la carcajada, la dejo salir. —Sí, supongo.

Ella eleva las cejas. — ¿Sabes reír?

Odio que sus comentarios me están pareciendo lo más gracioso del mundo, pero no como los chistes malos de Jacob o los especiales de comedia, sino como el tipo de humor tan básico y sin sentido del mundo.




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