KYLER
Al menos aquí no hay tanto frio.
—Bueno, entonces, ¿Qué se supone que hagamos ahora? —Cindy mira hacia un lado—. Digo, ¿Cuánto tiempo se tardaran esta vez?
Me encojo de hombros. —Al menos ya sabemos dónde están —hago una pausa—. ¿No quieres probar el chocolate caliente? Se me antojó.
Ella suspira. —Supongo que eso podríamos hacer, ¿no? De todas formas tengo hambre, ese sándwich no fue suficiente.
Asiento. —Sí… eh, vamos entonces.
Ella levanta un dedo. —Solo buscaré donde conectar mi teléfono, necesito carga.
La espero mientras se mueve de un lado hacia el otro buscando una corriente de electricidad, finalmente se rinde y desconecta la lámpara para poder conectar su cargador.
Siento un poco de dolor desde la cadera hasta por debajo de la cintura, masajeo mi rodilla y el muslo aunque no ayuda mucho. El frio como el calor siempre provoca que el dolor y la incomodidad sean más fuerte.
Cindy voltea justo cuando tengo la pierna levantada hacia atrás estirándola, como si fuera un calentamiento excepto que yo lo hago porque siento como si todo estuviera hecho de piedra.
Entorna los ojos. — ¿Te duele? Mejor quedemos aquí.
Niego. —Estoy bien, puedo caminar.
Cruza los brazos. —Sé que puedes pero también sé que puedes descansar, en realidad, deberías.
Chasqueo la lengua. —No necesito descansar —creo que mi voz sonó rígida porque ella abrió los ojos—. Lo siento —lamo los labios—. Lo siento Cindy, lo siento… no es tu culpa.
Ella camina cuidadosamente hacia mí y se sienta en la orilla de la cama. —Kyler, ¿estás bien? ¿Realmente?
Respiro profundo. Creo que un montón de emociones se han acumulado en mi interior porque esa pregunta me pesa en el pecho. La respuesta que siempre digo es que estoy bien, pero no es cierto. Muy pocas veces estoy bien.
Estoy cansado. Estoy confundido. Estoy con dolor.
—Vamos por el chocolate —respondo.
Ella no se mueve. —Kyler, sé que no somos mejores amigos pero, literal sobrevivimos allá afuera, ¿Por qué no intentamos serlo?
Junto las cejas. — ¿Mejores amigos?
Bufa. —No, bueno, tal vez pero antes de eso tenemos que ser amigos, ¿no? —da dos palmadas al colchón para que me siente—. Los amigos se cuentan cosas, podemos hacer eso. Yo te cuento algo y tú hablas conmigo.
Trago saliva mientras mi interior está revuelto. Siempre he sabido que hay algo especial en Cindy, algo que solo puedes encontrar en esas estrellas en el cielo que parecen ser un poco más grandes y un poco más brillantes.
Si las estrellas fueran personas, tal vez se verían como ella.
Me siento a su lado, noto que sigue usando mi gorro y recuerdo que yo también llevo el suyo. Por alguna razón desconocida, ninguno de nosotros se lo ha quitado.
—Está bien, hagamos eso —aclaro la garganta—. Entonces tú primero dime algo.
Cruza la pierna. —Bien, um, ¿Qué quieres saber?
Muchas cosas pero creo que no debería cruzar límites. —Vas con tu padre, ¿no? ¿Qué sientes sobre eso?
Inclina el rostro. —Estoy intrigada, supongo. Quiero conocer a mi medio hermano y quiero ver a papá, pero… no sé cómo explicarlo, a veces solo…
Deja de hablar.
— ¿Solo? —digo como un eco.
Respira profundo. —Mis padres son felices estando separados y no pelean, se llevan bien y estamos bien pero en ocasiones recuerdo como era todo antes y me pregunto qué hubiera sido si no se hubieran divorciado —baja la mirada a sus rodillas—. A veces no entiendo porque si se llevan bien ahora separados, ¿Por qué no pudieron hacerlo estando juntos? ¿Por qué tengo que viajar tanto para ver a mi padre?
No digo nada y ella tampoco, solo se escuchan nuestras respiraciones.
—Lo siento —rompe el silencio—. Sé que es ridículo quejarse de eso cuando mis padres están bien, sé que estoy siendo dramática.
Hago una mueca. —No creo que seas dramática.
—Claro —resopla—. Yo creo que lo soy, sé que lo soy. Todos piensan que soy exagerada y dramática y me enojo por todo, sé que lo has pensado y está bien, estoy acostumbrada. Lo soy, soy una dramática.
Me muevo sobre el asiento y estiro la pierna para poder hacer círculos con el tobillo.
Señala mi pie. — ¿Ves? Tú tienes problemas reales, yo solo…
—Ey —la interrumpo—. Jamás digas eso, ¿bien? Eso de “problemas reales” es una basura. No hay tal cosa. Las personas sienten y si te afecta es real, no digas eso.
Gira su cuerpo un poco. —Lo siento… solo…
Me muevo también, asegurándome que nuestras rodillas no se toquen. —Dices mucho “lo siento”
—Sí, lo siento… digo, no… —ríe.
Sonrío y no puedo evitar pensar en lo linda que es su sonrisa. —Oye Cindy, ya que somos amigos o estamos intentarlo serlo, ¿puedo preguntar algo?
Acomoda un mechón de su cabello moviendo mi gorro sobre su cabeza. —Sí.
Bajo la mirada a mis manos. — ¿Le has dicho a tus padres como te sientes sobre eso? O, ¿A Eli?
—No —responde—, en realidad no se lo había dicho a nadie… hasta ahora.
Elevo la mirada a sus ojos, ella me observa sin delatar ninguna emoción. No quiero admitirlo pero desearía que este momento no acabara tan pronto, pero sé que esto es una pequeña excepción en nuestras vidas, somos como algo que escribes entre un paréntesis.
¿Qué estoy diciendo? No debería pensar en nada de eso. No está sucediendo nada entre ella y yo, solo quiere ser amigable y yo solo debería, aceptar la realidad.
—Ahora quiero preguntar algo —habla—, ¿Cómo te quitas el delineador?
De nuevo, logra hacerme reír sin intentarlo demasiado. — ¿Qué? ¿Mi delineador? —Suspiro—. Bueno… tengo que lavarme la cara… debería hacerlo ahora.
Entorna los ojos. — ¿Cómo es que empezaste a usarlo? ¿Qué te dijo tu mamá? Seguro Jacob dijo algo estúpido.
Bufo. —Lo hizo, me dijo que parecía un mapache albino —ruedo los ojos—. Mamá… creo que no le gustó pero lo aceptó.
No uso demasiado como para parecer un mapache ni tampoco como esas estrellas de rock de antes, solo es una línea debajo de las pestañas y la hago ver menos “perfecta” frotando mi dedo por encima para difuminarla.