(en este capítulo se tocan temas sobre
muerte y adelgazar comiendo menos)
CINDY
Me coloqué mis botas, mi abrigo y mis guantes.
Kyler también hizo lo mismo, agregando ese gorro que me prestó ayer. — ¿Vamos? —pregunta antes de abrir la puerta.
Salimos en silencio. Es alrededor de las cinco de la mañana y por suerte ya no está nevando, pero ha dejado su rastro por todo el lugar, con pequeñas montañas blancas en varios puntos.
Es una mañana fría, como era de esperar. El viento es suave, casi imperceptible y no parece que alguien se ha despertado todavía, ni siquiera los insectos o pájaros. El silencio es enorme, un tanto intimidante.
Kyler se coloca a mmi lado. — ¿Y ahora?
Tengo que aceptar que me ha sorprendido mucho que él aceptara. No soy del tipo de personas que es impulsiva y él tampoco parece como tal pero aquí estamos, buscando aventuras en un rancho navideño.
— ¿Vamos al lago? —ya no tenemos que susurrar pero sigo con el tono bajo.
Kyler sonríe de lado. — ¿Quieres nadar ahora? Vaya, eso es atrevido.
Bufo. —No. Digo, vamos allá, creo que sería lindo.
¿Acaso eso sonó como si quisiera hacer de este un momento romántico? Um, no quiero eso. Bueno, tal vez si pero solo un poco.
Es solo que, es difícil para mí no pensar eso cuando la tenue iluminación del cielo se posa sobre los rasgos suaves de Kyler. Ahora que no lleva su delineador de estrella de rock, luce como un chico lindo. No es que no piense que cuando lleva toda su ropa negra no es lindo, pero ahora hay algo más en él y no sé cómo describirlo.
—Está bien por mí —dice—. Solo ten cuidado, puedes resbalar por la nieve.
Asiento. —Tu también, ten cuidado.
—Lo tendré —asegura.
Solo se escuchan nuestros pasos y el sonido de ramas moviéndose. El sol está entre un cielo de un tenue color azul grisáceo que no es suficientemente claro para hacer que las farolas se apaguen.
—Dame la mano —pide, cuando llegamos a las escaleras.
Lo hago y a pesar que ambos llevamos guantes, puedo sentir su calidez. Kyler me sostiene mientras bajamos lentamente. He visto muchos videos de personas cayendo por la nieve y se ve demasiado doloroso, no quiero ser una de ellas.
—Espero no meternos en problemas —digo, ahora con el tono normal.
—No creo, además no estamos haciendo nada malo —bajamos pero aun no suelta mi mano y yo no la retiro.
Me impresiona lo natural que esto se siente entre nosotros, quiero pensar que es porque nos conocemos desde hace mucho tiempo y nuestros hermanos son amigos pero también siento, al menos dentro de mí, que hay algo más.
Pero no puede haber nada más. Kyler y yo no encajamos realmente y es probable que él simplemente sea amable. No puedo crearme ilusiones por alguien que solo demuestra ser una persona decente.
Avanzamos un poco más y llegamos a donde empieza la barda que rodea el lago, sin embargo noto que hay un pequeño muelle más adelante.
Levanto el brazo para señalar. —Mira, vamos ahí.
Kyler asiente. —Claro, solo espero que no sea madera viaje y caigamos en el lago para congelarnos lentamente.
Entorno los ojos. —Um, ¿crees que pueda pasar?
Suelta una pequeña risa. —Claro que no, todo este lugar está perfectamente cuidado y si te caes, yo mismo te sacaría… creo.
Ruedo los ojos pero sonrío. —No se ve congelado.
—No pero está frio, estoy seguro —levanta una ceja—. ¿Quieres comprobarlo? Podría empujarte.
Le doy un empujón con mi hombro. —Yo te empujaré.
—Si lo haces caeremos juntos —levanta nuestras manos, aun entrelazadas.
—Um… —no quiero soltarlo pero ahora que ha llevado la atención a esto, siento que tengo que hacerlo sin embargo digo algo más para cambiar el tema—: debí sacar la comida del auto.
— ¿Qué? —baja nuestras manos sin soltarme.
—Los emparedados… creo que se quedaron ahí, Eli y Jacob solo sacaron maletas de ropa.
Resopla. —Con este frio es probable que se haya congelado, no creo que se ha descompuesto.
—Claro.
Alrededor, en la barda, hay guirnaldas y esferas colgando por todo el largo. Ya no se ven luces navideñas, seguramente las apagan a cierta hora pero aun así, se ven muy navideños todo.
— ¿Crees en las sirenas? —pregunta Kyler de pronto.
Lo veo con una ceja elevada. — ¿Qué sí creo que existen?
Asiente.
—Um, no lo sé. Tal vez, digo, ¿acaso no dicen que no se ha explorado todo el océano? Tal vez sí, están allá abajo deseando ser humanas y renunciando a su voz.
Suelta otra carcajada y tengo que admitir también que me gusta hacerlo reír. —Sí, es posible o tal vez son como una historia que escuché en internet sobre una pareja en una playa y se apareció una figura con cuerpo de mujer y cara de cocodrilo que casi los hunde.
Abro los ojos. —Eh, eso suena horrible —doy un vistazo al lago solo para asegurarme que no haya un monstruo por ahí, uno nunca sabe.
—Imagina que nos pasa eso, que vemos algo extraño pero nadie nos cree —dice, con un tono emocionado.
—Podríamos grabarlo, ¿no?
—Sí.
Hemos llegado finalmente a la entrada del muelle, el cual también tiene una barda de madera hasta el final. Y por supuesto, está decorada.
Nos movemos hasta la orilla y nos sentamos. Nuestras piernas cuelgan y casi tocan el agua pero por suerte estamos elevados. Hay una parte al frente donde no hay barda pero prefiero aquí, no quiero imaginarme lo horrible que sería caer por error al agua.
— ¿Cuánto faltara para el amanecer? —pregunto.
Kyler recuesta su mentón en una madera de la barda. —No lo sé pero se está aclarando.
Permanecemos en silencio, muy a lo lejos se escuchan pájaros que parece estar despertando. —Um, entonces, ¿estás feliz por ver a tu abuela?
—Sí, la he extrañado —confiesa.
Me acomodo los guantes. — ¿No es una locura que papá vive en la misma calle que tu abuela? Aun no puedo creerlo.