Caminos Entrecruzados

Capítulo 1: Regreso a Casa

Ana se detuvo frente al espejo del baño, observando su reflejo mientras una mezcla de emociones la invadía. Su cabello, castaño claro, caía en suaves ondas sobre sus hombros, y sus ojos, de un verde intenso, parecían más cansados que nunca. Era evidente que la ruptura con Lucas había dejado huellas en su rostro. Un ligero temblor en sus manos la traicionaba mientras trataba de aplicar un poco de rímel.

“¿Por qué estoy tan nerviosa?”, murmuró para sí misma, apretando los labios en un intento de controlar sus pensamientos. “Solo es un viaje a casa. Solo es un viaje a casa”.

Mientras cerraba su neceser, su mirada se desvió hacia el reloj de pared, que marcaba las 10:15 a.m. Tenía que irse. Había planeado este regreso durante semanas, pero ahora que el momento había llegado, se sentía abrumada por la ansiedad. La ciudad donde había crecido la había visto reír, llorar y experimentar el primer amor. Pero también era el lugar donde había vivido la traición y el dolor.

Ana salió de su apartamento, sintiendo la calidez del sol en su piel. El aire fresco de la mañana la envolvió, pero no pudo evitar que una sensación de opresión le llenara el pecho. Caminó hacia su coche, un viejo hatchback azul que había sido su compañero de aventuras durante años. Al abrir la puerta, se detuvo un momento, inhalando profundamente el aroma familiar del interior. Era un refugio, pero también un recordatorio de tiempos pasados.

Mientras conducía por las calles de la ciudad, Ana notó que cada esquina le traía un recuerdo: el parque donde solía jugar de niña, la heladería donde compartía risas con Paula, su mejor amiga. Sin embargo, esos recuerdos felices se entrelazaban con otros más dolorosos. La última vez que había estado aquí había sido para una cena con Lucas, y esa noche había cambiado su vida para siempre.

Al llegar a la ciudad, las calles estaban llenas de vida. Las flores de primavera florecían en cada rincón, y el bullicio de la gente la envolvía. Sin embargo, Ana sentía que todo era un eco distante. Su mente estaba atrapada en una espiral de recuerdos y emociones. Finalmente, se dirigió al hotel donde se hospedaría, un pequeño lugar acogedor que había reservado para su estancia.

Al entrar, la campanita de la recepción sonó suavemente, y una mujer de mediana edad con una sonrisa acogedora la saludó. “¡Bienvenida! ¿En qué puedo ayudarte hoy?”

“Hola, tengo una reserva a nombre de Ana Morales”, respondió, tratando de mantener la voz firme, aunque sentía que su corazón latía con fuerza.

“¡Ah, sí! Aquí está tu llave. La habitación es muy bonita, tiene vista al parque. Espero que disfrutes tu estancia”, dijo la mujer, entregándole la llave con una sonrisa cálida.

Ana tomó la llave y se dirigió a su habitación, sintiéndose un poco más relajada. La habitación era simple, pero acogedora. Las paredes estaban pintadas de un suave color azul claro y había una pequeña ventana que daba al parque. Se acercó a la ventana y miró hacia afuera, observando a los niños jugar y a las parejas caminar de la mano. Un suspiro escapó de sus labios. “Esto es lo que he echado de menos”, pensó.

Sin embargo, la paz que sentía se vio interrumpida por un torrente de recuerdos. “¿Qué haría si me encuentro con Lucas?”, se preguntó, sintiendo que el nudo en su estómago se apretaba aún más. Decidió que necesitaba despejar su mente y salir a caminar.

Mientras caminaba por el parque, Ana sintió cómo el aire fresco la renovaba. El aroma de las flores y el canto de los pájaros la rodeaban, y por un momento, logró olvidar sus preocupaciones. Sin embargo, al dar la vuelta a un árbol, se encontró con Paula, su amiga de la infancia.

“¡Ana!” exclamó Paula, corriendo hacia ella con los brazos abiertos. “¡No puedo creer que estés aquí!”

Ana sonrió, sintiendo una oleada de alegría al ver a su amiga. “¡Paula! Ha pasado tanto tiempo”.

Se abrazaron con fuerza, y Ana sintió que el abrazo de Paula era un refugio seguro. “Te he extrañado tanto. ¿Cómo has estado?” preguntó Paula, con una mirada curiosa en su rostro.

“Ha sido un año complicado”, respondió Ana, sintiendo que su voz se quebraba un poco. “Pero estoy aquí para la boda”.

“Sí, la semana que viene. Va a ser increíble. ¡Necesitamos ponernos al día!” dijo Paula, arrastrando a Ana hacia un banco cercano. “Cuéntame todo. ¿Cómo has estado realmente?”

Ana dudó un momento, pero la calidez de la amistad de Paula la animó a abrirse. “Lucas y yo… bueno, ya sabes. Fue difícil. Me siento un poco perdida, la verdad”.

Paula frunció el ceño. “Lo siento, Ana. No puedo creer que hayas pasado por eso. Pero estás aquí ahora, y eso es lo importante”.

Ana asintió, sintiendo una mezcla de gratitud y melancolía. “Sí, necesito encontrarme de nuevo. Este lugar… hay tantos recuerdos”.

“Es normal. Pero también hay nuevas oportunidades. ¿No te acuerdas de Javier? Él también estará en la boda. ¡Deberías hablar con él!” sugirió Paula con entusiasmo.

Ana sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el nombre de Javier. Era su primer amor, quien había dejado una impresión imborrable en su corazón. “No sé si estoy lista para eso”, respondió, sintiendo que el miedo y la inseguridad volvían a apoderarse de ella.

“Lo entiendo, pero también creo que podrías necesitarlo. A veces, volver a conectar con el pasado puede ser lo que más necesitamos para avanzar”, dijo Paula, con una mirada comprensiva.

Mientras continuaban conversando, Ana se dio cuenta de que el parque estaba lleno de vida y risas. A su alrededor, las familias disfrutaban del día soleado, y la energía positiva comenzaba a calar en su interior. Sin embargo, la preocupación sobre su reencuentro con Javier seguía acechando en su mente.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Ana y Paula se despidieron. “Nos vemos mañana para almorzar, ¿vale?” dijo Paula, dándole un abrazo rápido.

“Claro, me encantaría”, respondió Ana, sintiendo que el apoyo de su amiga sería vital durante su estancia.



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En el texto hay: chicklit, amor, amo decisión

Editado: 21.08.2024

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