Caminos Entrecruzados

Capítulo 2: La Ciudad que No Olvida

Ana despertó al amanecer, la luz del sol filtrándose a través de las cortinas de su habitación. Se sentó en la cama, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad al recordar que hoy era el día en que exploraría su ciudad natal. Se miró en el espejo, asegurándose de que su cabello estuviera en su lugar. “Es solo un paseo”, se dijo a sí misma, tratando de infundirse un poco de confianza. “No hay nada que temer”.

Después de vestirse con una blusa blanca y unos jeans cómodos, Ana salió de su habitación y decidió desayunar en un pequeño café que había visto al llegar. El aroma del café recién hecho y los pasteles recién horneados la envolvieron al entrar, y se sintió inmediatamente más tranquila. Se sentó en una mesa junto a la ventana, donde podía observar a la gente pasar.

Mientras esperaba su desayuno, Ana miró a su alrededor. El café estaba lleno de vida: parejas riendo, amigos charlando animadamente, y un grupo de ancianos jugando a las cartas en una esquina. Todo parecía tan familiar, y a la vez tan ajeno. En ese momento, una risa resonante la hizo girar la cabeza. Allí estaba Paula, entrando con su característica energía.

“¡Ana!” gritó Paula, y se acercó a la mesa con una gran sonrisa. Llevaba una blusa de colores vibrantes que reflejaba su personalidad alegre. “No podía dejarte desayunar sola en este lugar tan encantador”.

“¡Paula! Qué bueno verte”, respondió Ana, sintiendo cómo la tensión en sus hombros comenzaba a desvanecerse. “Me alegra que hayas venido”.

Se abrazaron nuevamente, y Ana sintió la calidez de su amiga. “¿Estás lista para un día de exploración?” preguntó Paula mientras se sentaba frente a ella.

“Listísima. Aunque tengo que admitir que me siento un poco… nostálgica”, confesó Ana, jugando nerviosamente con la servilleta.

“Es normal. Regresar a casa siempre trae recuerdos, tanto buenos como malos”, dijo Paula, asintiendo con comprensión. “Pero hoy vamos a hacer que esos recuerdos sean más buenos que malos”.

Ana sonrió, agradecida por la actitud positiva de Paula. “Eso suena perfecto. ¿Por dónde empezamos?”

“Primero, un buen desayuno. Luego, quiero llevarte al parque, y después podemos visitar la heladería. ¡No hay mejor manera de recordar que con un buen helado!” exclamó Paula, emocionada.

El desayuno llegó y ambas comenzaron a comer, compartiendo risas y anécdotas sobre sus vidas desde que Ana se mudó. Paula hablaba animadamente sobre sus amigos, su trabajo y cómo había cambiado la ciudad. Ana, por su parte, se sentía un poco fuera de lugar, pero la calidez de la conversación la hacía sentir más cómoda.

“¿Recuerdas a Javier?” preguntó Paula, con un brillo travieso en los ojos.

Ana se sintió como si le hubieran dado un golpe en el estómago. “Sí, claro. ¿Por qué lo preguntas?” respondió, tratando de mantener la calma.

“Porque creo que deberías buscarlo. Ha estado viviendo aquí, y estoy segura de que le encantaría verte. La última vez que hablamos de ti, supe que aún tiene sentimientos”, dijo Paula, inclinándose hacia adelante con interés.

Ana bajó la mirada, sintiendo que el rubor le subía a las mejillas. “No estoy lista para eso. No sé si estoy lista para revivir esos recuerdos”.

“Pero tal vez eso sea exactamente lo que necesitas. A veces, enfrentar el pasado puede ser liberador”, insistió Paula, con una mirada decidida.

Antes de que Ana pudiera responder, entraron dos niños corriendo, riendo y jugando. La risa contagiosa de los niños le recordó a su propia infancia, a los días en que ella y Javier corrían por el parque sin preocupaciones. “Tal vez deberíamos empezar con el parque”, dijo Ana, intentando desviar la conversación.

“¡Perfecto! Vamos”, exclamó Paula, levantándose de la mesa con energía.

Mientras caminaban hacia el parque, Ana sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. Las calles estaban llenas de vida, y el aroma de las flores de primavera la envolvía. A medida que se acercaban, su corazón latía más rápido. El parque era el lugar donde había pasado innumerables horas jugando y riendo con Javier.

Al llegar, se detuvieron en la entrada, y Ana miró hacia el interior. Los árboles estaban en plena floración, y los niños jugaban en el césped. “Es tan hermoso”, dijo Ana, sintiendo que la nostalgia la invadía.

“Recuerdo que solíamos jugar aquí todos los días. ¿Te acuerdas de aquel árbol gigante donde hacíamos nuestras reuniones secretas?” preguntó Paula, sonriendo.

“Sí, cómo olvidarlo. Ahí fue donde me confesé a Javier por primera vez”, recordó Ana, sintiendo que su corazón se aceleraba al mencionar su nombre.

“Exacto. Y no olvides que él también tenía una gran debilidad por ti”, dijo Paula, guiñándole un ojo.

Ana sonrió, pero una sombra de tristeza cruzó su rostro. “Todo cambió tan rápido. A veces siento que no puedo volver a ser la misma”.

Paula la miró con seriedad. “Ana, el pasado es parte de ti, pero no tienes que dejar que te defina. Puedes elegir cómo seguir adelante”.

Ana asintió, sintiendo las palabras de su amiga resonar en su interior. Comenzaron a caminar por el parque, deteniéndose a observar a los niños jugar y a las parejas caminar de la mano. El sol brillaba, y el aire fresco llenaba sus pulmones. Sin embargo, la inquietud seguía presente en el fondo de su mente.

Cuando llegaron al árbol gigante, Ana se detuvo. “Este lugar me trae tantos recuerdos”, dijo, tocando la corteza del árbol. “Aquí era donde soñábamos con el futuro, donde creíamos que todo era posible”.

“Y aún lo es”, respondió Paula, mirando a Ana con sinceridad. “Tu futuro está en tus manos. No dejes que el miedo te detenga”.

Ana respiró hondo, sintiendo que las palabras de Paula la empoderaban. “Tienes razón. Quizás debería intentar hablar con Javier. Tal vez necesito cerrar ese capítulo”.

“¡Eso es! Pero primero, vamos a la heladería. ¡Te prometo que el helado te hará sentir mejor!” dijo Paula, riendo.

Ambas se dirigieron a la heladería, un lugar que Ana recordaba con cariño. Cuando llegaron, el aroma dulce de los helados recién hechos las envolvió. La heladería era pequeña y acogedora, con una decoración retro que la hacía sentir como si estuviera en su infancia.



#5110 en Novela romántica
#1419 en Chick lit

En el texto hay: chicklit, amor, amo decisión

Editado: 21.08.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.