La ciudad estaba vestida de gala para el evento social al que Ana había sido invitada, un cóctel benéfico que prometía ser una noche llena de conexiones y oportunidades. A pesar de la emoción que la rodeaba, Ana se sintió invadida por un aire de inquietud. Había estado disfrutando de su tiempo con Javier y de la nueva conexión que estaban forjando, pero la sombra de Lucas siempre parecía acecharla.
Al llegar al lugar, Ana se sintió abrumada por la multitud. Las luces brillantes iluminaban el salón, y la música suave creaba un ambiente elegante. Mientras se movía entre los invitados, el nerviosismo comenzaba a apoderarse de ella. Sabía que Lucas, su exnovio, también estaría presente. Habían compartido un pasado lleno de altibajos, y la idea de cruzarse con él la llenaba de ansiedad.
“¿Estás bien?” preguntó Paula, que había venido a su lado, notando la expresión preocupada en el rostro de Ana. “Pareces un poco distante”.
“Solo un poco nerviosa. No estoy segura de cómo reaccionaría si lo veo”, admitió Ana, sintiendo que la tensión se acumulaba en su pecho.
“Recuerda que has crecido y cambiado desde entonces. No dejes que su presencia arruine esta noche. Eres fuerte y has superado mucho”, dijo Paula, brindándole una sonrisa alentadora.
Ana asintió, aunque sus inseguridades seguían acechando. Mientras se adentraban en el evento, se encontró con varias personas, intercambiando sonrisas y conversaciones superficiales. Sin embargo, su mente seguía girando en torno a Lucas y a lo que podría suceder si se encontraban.
Fue entonces cuando lo vio. Lucas estaba en el otro extremo del salón, conversando con un grupo de personas, su presencia imponente y su risa resonando en el aire. Ana sintió que su corazón se aceleraba, y una mezcla de emociones la invadió: recuerdos felices, dolorosas despedidas y la inseguridad de lo que había perdido.
“Voy a buscar algo de beber”, dijo Ana, tratando de distraerse. Se alejó de Paula y se dirigió a la barra, sintiendo que el miedo y la ansiedad la envolvían.
Mientras esperaba su bebida, recordó los momentos que había compartido con Lucas: las risas, los sueños y las promesas que alguna vez hicieron. Pero también recordó las lágrimas, las peleas y la manera en que su relación se desmoronó. “¿Por qué todavía me afecta tanto?” se preguntó.
Cuando se dio la vuelta, se encontró cara a cara con Lucas. Su corazón se detuvo por un instante. “Hola, Ana”, dijo él, sonriendo con una calidez que la sorprendió. “No esperaba verte aquí”.
“Hola, Lucas”, respondió Ana, sintiendo que su voz temblaba ligeramente. “Sí, Paula me invitó”.
“Siempre ha sido buena en organizar eventos. Me alegra verte. Te ves bien”, dijo Lucas, su mirada fija en ella.
“Gracias. Tú también”, respondió Ana, sintiendo que las viejas inseguridades comenzaban a resurgir. La confianza que había construido en los últimos meses se desvanecía ante su presencia.
“¿Cómo has estado? Me he enterado de que has estado trabajando en nuevos proyectos”, preguntó Lucas, con una curiosidad genuina.
“Sí, ha sido un año de cambios. Estoy intentando reenfocar mi carrera y encontrar lo que realmente quiero hacer”, respondió Ana, sintiendo que sus palabras sonaban inestables.
“Eso es genial. Siempre admiré tu determinación”, dijo Lucas, su tono cálido pero con un matiz de nostalgia.
Ana sintió que las viejas heridas comenzaban a abrirse nuevamente. “A veces me pregunto si tomamos las decisiones correctas”, confesó, sintiendo que la sinceridad la impulsaba a hablar.
“Yo también. Las cosas no siempre son fáciles”, dijo Lucas, su mirada volviendo a ella. “Pero lo importante es que hemos seguido adelante, ¿no?”
“Sí, supongo que sí”, respondió Ana, sintiendo que la tensión en su pecho crecía. “A veces, es difícil dejar atrás lo que fue”.
Lucas asintió, su expresión seria. “Lo sé. A veces me encuentro pensando en lo que podría haber sido, en los momentos que compartimos”.
Ana sintió una punzada en su corazón. “Pero también creo que el tiempo nos enseña. Hemos aprendido de nuestras experiencias, y eso nos ha hecho más fuertes”.
“Cierto. Pero nunca es fácil olvidar lo que sentimos”, dijo Lucas, sus ojos fijos en ella. “Siempre serás una parte importante de mi vida”.
Ana sintió que las lágrimas amenazaban con brotar. “Lucas, a veces siento que no puedo dejar de lado nuestro pasado. Me duele recordar lo que perdimos”.
“Lo entiendo. Pero creo que es importante seguir adelante. No podemos aferrarnos a lo que no puede ser”, respondió Lucas, su voz suave pero firme.
Mientras la conversación avanzaba, Ana sintió que la inseguridad y la tristeza comenzaban a transformarse en una mezcla de aceptación y liberación. “Quizás es hora de dejar ir, de permitirnos seguir adelante”, dijo, sintiendo que su corazón se aligeraba.
Ambos se miraron en silencio, y Ana sintió que, a pesar de las viejas heridas, había un sentido de cierre en el aire. “Te deseo lo mejor, Lucas. Espero que encuentres la felicidad que mereces”, dijo Ana, sintiendo que su voz se llenaba de sinceridad.
“Gracias, Ana. Lo mismo digo. Siempre desearé que encuentres lo que buscas”, respondió Lucas, su mirada llena de comprensión.
Mientras se despedían, Ana sintió que una parte de su carga se levantaba. Había enfrentado sus miedos, había hablado sobre su dolor y había encontrado una forma de cerrar ese capítulo de su vida. Aunque Lucas siempre tendría un lugar en su corazón, sabía que era hora de abrirse a nuevas posibilidades.
Regresó con Paula, sintiendo que la luz del evento la envolvía nuevamente. “¿Estás bien?” preguntó Paula, notando la expresión en su rostro.
“Sí, creo que sí. Acabo de hablar con Lucas”, dijo Ana, sintiendo que la tensión en su pecho comenzaba a desvanecerse.
“¿Y cómo fue?” preguntó Paula, con una mirada de apoyo.
“Fue un poco complicado, pero creo que al final fue lo que necesitaba. Hablamos sobre el pasado, pero también sobre seguir adelante”, respondió Ana, sintiendo que la liberación la llenaba de esperanza.