Caminos entrelazados

La cita a ciegas

Alexandra
 


¿Cuántos años te caen de cárcel por asesinar a tu mejor amiga?

¿Diez o quince años?.

Nunca pensé en plantearme tal barbaridad tan en serio como ahora.

Recuerda, puedes ir a la cárcel si matas a tu mejor amiga y no entra en mis planes envejecer entre criminales y con un feo pijama naranja el resto de mi existencia. Y tenía cientos de razones para querer asesinarla, pero en esta ocasión por haberme puesto en un compromiso tan vergonzoso y patético como el ir a una primera cita a ciegas en su lugar.

¿Por qué habré dicho que sí y estar pasando la humillación más grande de mi vida?

La muy cobarde se arrepintió a último momento y me lío a mí, ir a decirle a completo desconocido que Lexy al final no quiere nada con él, era uno de mis mejores sueños que estaba por cumplir. Le advertí que conocer a chicos por esa aplicación le llevaría caos y decepción, pero como nunca me hace caso. Y encima me arrastra con ella a estos problemas. Pasó tan rápido que en realidad no me dio tiempo a meditar bien y ahora que lo repito en mi mente cada vez me molesta más, debí esforzarme más en no dejar que me convenciera. Pero siempre acaba siendo todo lo contrario y además usó mi mayor debilidad para chantajear me y sí, esa en mi excusa. Pero es qué...

—Ni hablar Lexy—Proteste.

Me opuse rotundamente, cerrando con cuidado mi libro mientras aguantaba el móvil entre mi hombro y oreja, salí de mi sillón de lectura y camine hacia mi mayor logro ,mi estantería llena de libros , deje a mi pequeño tesoro en su respectivo lugar entre otros tantos tesoros que me había releído y devorado tantas veces, pero que los disfrute como la primera vez que abrí sus páginas y me enamore de cada rincón de letras de tinta y en papel.

Tomé el móvil para llevarlo a mi otra oreja y volví mi atención a Lexy porque ya se oía desesperada, mucho más alterada de lo normal.

—Asume tus errores y díselo cara a cara. - La aconsejo pasando mis dedos por los lomos de mi santuario de tinta y papel con cariño , acariciarlos siempre me ayuda a mantener la calma.

—Es lo mínimo que se merece por ilusionar le y por querer rechazarlo sin haberle visto ni quisiera en persona —Añado negando con la cabeza por lo mala que puede llegar a ser Lexy con los chicos que no llegaban a sus altísimas expectativas irreales.

—¡Si solo es decirle que no estoy lista para algo así y que...! —Escuchó como hace una pausa buscando las palabras, toma aire y suelta entre gritos ansiosos —¡Que no es él!¡Soy yo y que lo siento tanto, pero tanto..!

Rodeo los ojos ante tanta insistencia, en rogar ella jamás pierde.

—Porfi, porfi ,porfi... ¡Si nunca te pido nada!—Súplica una y otra vez haciendo una vocecita de niña necesitada de su ángel de la guarda, o sea, a mí, su salvadora desde que tengo uso de razón.

¿Qué nunca me pide nada? Que cara tenia.

—Lexy, me debes cientos de favores y con este sumaria a tu deuda, déjame pensar—Hice memoria y recuento mentalmente ayudando me con mis dedos.

—254— Le recuerdo la cifra exacta ajustando uno de mis pequeños evitando que una de sus páginas se arruguen.

—Ya lo sé, estoy en deuda contigo hasta que me muera y me reúna con mi abuelita— Bufo resignada sabiendo su cruel destino y como si una bombilla se le iluminara encima de la cabeza empezó con su facilidad para convencerme, usando mi debilidad. Desde aquí podía ver como sonreía de lado. Malvada y traviesa.

—Pero sí lo haces...—Hizo una exagerada pausa dramática que me puso de los nervios.

—Suéltalo Lexy, sabes que detesto esperar—Reclamo impaciente.

—Te compro ese libro de esa saga que tanto quieres y llevas ahorrado durante meses ¿cuánto llevas haciendo horas extra en ese trabajo que odias y no aguantas la pesada de tu jefa y que te pagan una miseria?¿eh, eh?—

Eso era jugar muy sucio.

Aprieto el móvil contra mi mano al escuchar tal tentación y dejo una palabra a medias en mi garganta , acerco mis dedos a mi boca mordisqueando mis uñas acorralada entre sus provocaciones y mis ganas de tener "corona de sangre" entre mi gloriosa colección. Su propuesta me susurraba en la nuca y me latía fuerte en mi pecho, quedaría perfecto entre mis tesoros.Sin ser consciente de lo que me esperaba accedí tan ingenua de mí. Abrí mi boca sin saber que este día quedaría marcado en mi destino y camino.

—Pásame la dirección y hora por mensaje.—Termino accediendo.

Alejo el móvil de mi oído antes de que me deje sorda cuando empieza a festejar su victoria entre chillidos y agradecimientos tan exagerados que me cuestiono si a sido una buena elección ,pero todo sea por corona de sangre. Es lo que me repetía mientras me vestía para no echarme atrás.

Y en menos de quince minutos ya estaba saliendo de casa en la dirección que Lexy me mandó en menos de un minuto luego de colgar la llamada.

Y así es como ahora estoy metida en este enorme problema en el que yo misma me había tirado de un avión, pero sin paracaídas.

—Ahora debería estar leyendo... No perdiendo el tiempo. —Susurre para mí misma bajando mi vista a mi reloj, las agujas marcan las nueve y media.

Vuelvo a recordar la hora en la que mi queridísima mejor amiga me envió que había quedado que él tal "Thomas" ,se verían a las 9 pm en este mismo restaurante. Pero, ¿Quién llega puntual a una primera cita y encima a ciegas?. Pues el tal Thomas estaba claro que no. Lleva media hora de retraso. Odiaba a la gente que no llegaba a la hora acordada, ¿Qué sentido tenía entonces poner una hora de quedada si vas a venir a la hora que te diera la gana? Es algo que no comprendo y me pone de los nervios.

Odio esperar.

Tenía un límite de aguante ante humillaciones y esperar en medio de un restaurante en una mesa totalmente sola, aparte de humillante: Es penoso.

Mientras espero me limito a mirar a mis lados y observar a la gente que me rodea, así me olvido del ridículo que estoy haciendo. Hay una pareja haciendo manitas y miradas de enamorados al fondo a mi izquierda, una familia celebrando un cumpleaños unas mesas más allá y un chico en un extremo, con un ramo de flores en la mano que no para de mirar el ventanal de cristal que tiene al lado, parece inquieto, asumo que espera a su ser amado o amada, y luego estoy yo en una mesa central, dando pena, como un perro abandonado esperando a que alguien se apiade de él y le dé algo que llevarse a la boca. Doy lástima y risa a partes iguales y los camareros me lo confirman, porque se paseaban a mi alrededor con las bandejas vacías dos veces, para mirar de reojo y aguantarse las ganas de reírse o lanzarme miradas de pesar y deben pensar >> Pobre, la deben haber dejado plantada<<.Es lo que aparento y no los culpo por pensar así.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.