Cam:on

Capítulo dos: La muerte de Eve

Había cumplido recientemente diecinueve años cuando se enteró de la noticia que destrozó su vida. Rose espera como todos, esperamos que el otro cambie, que sea mejor, que sea peor, que nos pidan disculpas, que nos quieran un poquito más, que sepan comprender nuestros sentimientos y a la larga se va formando una lista infinita de "esperar", pero, Rose, ¿qué espera? Ella no está esperando algo banal, algo superficial. Está sentada en la sillita de madera del porsche hace días, su cabello vuela y vuela por los vientos indomables, pero ni siquiera eso le da miedo porque le han quitado todo, le han quitado tanto que ni lágrimas conserva para llorarle a su amiga Eve.

El día que fue a reconocer el cuerpo, debido a que ni siquiera la madre de Eve deseó acercarse porque el sufrimiento era tanto-tantísimo y lo comprendía, realmente lo entendía. "Se murió la travesti" decían por el pueblo, y Rose intentaba no darse vuelta, ciertas veces volteó su rostro para responder a aquellas personas, pero su progenitora le levantaba una ceja y allí se terminaba todo. En verdad era de imbécil discutir a esas alturas, a dos meses de la muerte de su querídisima amiga, o más bien del asesinato. "Se pasó de cocaína, los juegos sexuales fueron más allá y por eso murió"; en verdad los rumores eran hostiles, los rumores te despedazaban por dentro. Además, ¿qué sabían ellos? Si nunca se habían tomado el tiempo de conversar con Alex, sólo lo juzgaban por su vestimenta, por su apariencia, y la juzgaban a ella, quien estaba a su lado firme como el escudo que lo protegería contra las personas del pueblo. Decían que era pequeña para andar con él, que prontamente se quedaría embarazada y así terminaría su vida, que sería la colegiala promiscua de la escuela donde asistía, que usaba las falditas muy cortitas y por ello merecía el odio, que se maquillaba porque se había copiado de Alex, usaba los labios rojos, de manera indecente, y probablemente su "virginidad" era nula a ese paso. 

Perdió a su amada, perdió esos besos tímidos en la cocina, esos manoseos debajo de la mesa, ese rinconcito de la plaza donde se sentaban con la canasta de picnic y la felicidad vibraba como un cascabel. Para los demás era el símbolo de la vulgaridad, de la mala vida, de la mala junta, mientras que para Rose era el símbolo del amor, del romanticismo puro, de ojitos chinitos.

 




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