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A las siete de la mañana del jueves recibió un llamado por parte de su madre, Rose se asustó porque el sol apenas comenzaba a alumbrar, y la voz de su mamá sonó como si estuviera impresionada por algo, tituteaba.

— Nos robaron, Rose. Estaba durmiendo cuando sentí ruidos, eran dos hombres y sólo se llevaron cosas de tu habitación. No sé qué, pero estoy muy asustada.

Era obvio que se encontraba quebrada por la situación, Rose aconsejó que llamara a Marco para que pudiera acompañarla mientras ella salía hasta la estación de trenes. Pensó qué podían llevarse de su habitación justamente, y no creía en las coincidencias, era obvio que se estaba tendiendo una trampa alrededor de ella, ya que no había nada de valor en su cuarto, todo lo tenía ella en su departamento. Se vistió rápidamente y no pudo comer nada porque sentía una especie de nudo en el estómago, además su madre se encontraba sola. La llamó nuevamente antes de tomar el tren, y luego sentada en el asiento que daba a la ventana durmió profundamente las tres horas de viaje, sólo se despertó unos 30 minutos antes de bajar, caminó con toda la velocidad posible hasta la entrada del pueblo para dirigirse hacia su casa.

Los vecinos ya sabían y habían rodeado su hogar, la madre de Carolie era la primera en quejarse sobre la inseguridad, en decir, "y bueno, la hija está la ciudad, ¿quién sabe qué cosas hace?" Rose sólo rodaba los ojos ante l o que la otra mencionaba. Ingresó en su casa y su mamá la abrazó como si no hubiera visto hace días atrás. Los policías estaban merodeando por el lugar y le preguntaron si notó algo raro en su habitación, por lo cual, Rose decidió entrar en ella y comenzó a revisar sus pertenencias, estaban todas sus ropas, tampoco habían robado los tacones de Alex hasta que notó que faltaba un álbum de fotos y ella recordó que nunca se lo llevó al departamento; se lo comunicó a los oficiales y éstos lo anotaron sin darle ninguna importancia, hasta parecían socarrones.

Tiempo después se fueron y le comunicaron a ambas que tal vez estaban jugándoles una broma, que eran algunos nenitos tontos que ingresaron y además no llevaron nada de valor hasta el momento. Su madre los despidió y luego observó a Rose que yacía sentada alrededor de la mesa de la cocina. De repente, le arrojó sobre la mesa una foto y Rose la tomó. Alzó sus cejas cuando notó que eran ella y Alex dándose un beso.

— ¿Y cuántas más hay así? —preguntó la madre, furiosa. — Si pensaste que estuviste con él y no me di cuenta, estás mal Rose. Ahora la pregunta es por qué lo escondiste.

Rose tragó saliva antes de hablar.

— ¿Y eso es lo más importante, no? Yo no me avergonzaba estando con él, era feliz. Pero vos sos igual a todos, ya estás juzgando por una simple foto cuando la realidad es que yo sufrí un montón su pérdida. Mejor preguntate vos por qué no te lo conté.

— Rose, yo no te juzgué ni te juzgaría nunca, y sé que tenías miedo, pero sinceramente no sabía que habías compartido tanto con él y menos que su pérdida había sido tan traumatica para vos.

Rose no pudo responder más y por primera vez se largó a llorar frente a su madre, la mujer no sabía cómo reaccionar, su hija siempre había sido fría, no le gustaban los cariños y siempre intentaba distanciarse de los sentimientos, pero decidió abrazarla, acunarla entre sus brazos y acariciarle el rostro intentando secarle las lágrimas.

— ¿Vos nunca pensás cómo hubiera sido todo si papá estaría acá?

— Sí, Rose, siempre lo pienso, pero de lo único que estoy segura es que él estaría muy orgulloso de vos. Sabés que yo nunca te voy a juzgar, que siempre te voy a creer y no me importa qué fotos más tenés guardadas en el álbum. Las dos juntas vamos a hacer todo lo posible para salir de esto y que nadie te haga mal. Además no podemos cambiar el pasado por más que lo deseemos tanto, pero sí podés cambiar tu presente ahora.

La conversación entre madre e hija fluyó de manera natural durante algunas horas y Rose decidió que se quedaría a dormir unos días y volvería el fin de semana a su departamento. Ordenó un poco su habitación antigua y avisó a sus amigas que estaba en la casa de su madre y que descansaría ahí. Estuvo la tarde paseando por el pueblo y algunos vecinos se acercaron a ella para preguntarle qué había sucedido, ella por su parte, intentó explicarles todo ello muy rápido, en realidad deseaba estar sola hasta que alguien tocó su hombre y no era nada más que Carolie, un rostro familiar y espontáneo. Hablaron un tiempo en el banco de la plaza, y allí su amiga la invitó a un bar por la noche.

Rose terminó por aceptar para despejar su mente, aunque eso significaba que encontraría a las personas más jóvenes del pueblo, a la mayoría los había dejado de ver hace un tiempo atrás. Carolie la pasaría a buscar por la noche con el auto de su padre. Por lo cual, regresó a su antigua casa para poder cenar con su madre y Marco, los tres hablaron animadamente y olvidaron el robo que sucedió durante la mañana. El ambiente le pareció increíble a Rose, se sintió como una niña nuevamente que escucha atenta a sus padres y los nota felices.

— Mi hija va a venir dentro de unas semanas, Rose, te aviso porque quiere conocerte ya que tienen la misma edad.

— Dale, sólo decile a mi mamá que me avise así puedo venir.

Volvió a entrar a su cuarto para poder cambiarse. Había pasado un tiempo que se miraba al espejo de cuerpo entero que yacía en una esquina del mismo y supuso que sus gustos no habían cambiado mucho al observar su closet lleno de vestidos oscuros, la grama del negro-rojo-morado-gris. Rió para sus adentros mientras se colocaba uno de ellos, y esperó el mensaje de Carolie en el baño ajustando su maquillaje. Cerró la puerta con llave cuando oyó la bocina del auto.

 




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