A eso de las 6: 24a.m. me despierto, tallo mis ojos haciendo que el sueño se vaya. Me levanto y me dirijo hacia la cómoda, tomo un poco de ropa para después salir de mi habitación en camino hacia la cabaña de duchas. Al estar ahí me duché y me cambié con la ropa que había tomado previamente.
Salí y me encamine hacía el comedor ya que era la hora del desayuno. Tuve que esperar por unos breves minutos a los demás hasta que llegaron a excepción de Julio, tal vez no quería que hicieran bromas acerca de sus teorías del campamento. Desayunamos tranquilamente sin contar algunas bromas.
—¿Qué haremos hoy? —preguntó Cinthia con algo de sueño—. No nos han puesto actividades ni nada de lo que se realiza en un campamento.
—Podríamos explorar el bosque que rodea el campamento —sugirió la más pequeña del grupo—. Tal vez reconozcamos algo y sabríamos en donde estamos con exactitud.
—Buena idea, Maggie —apoyo Natalie, emocionada por la propuesta—. Yo me apunto.
—Yo igual. —alcé la mano haciéndoles saber sobre mi participación.
—Nosotras también. —las de tez morena imitaron la acción, sonrientes.
Al estar todos de acuerdo con la actividad salimos del comedor y también del campamento adentrándonos al frondoso bosque. Estuvimos por los alrededores por miedo a perdernos en la arboleda. Casi no había ningún animal, los únicos que habíamos visto solo eran ardillas y mapaches, pero estos tenían miedo de acercarse al campamento y huían de él.
Los estábamos viendo con extrañeza, pero algo nos hizo voltear captando nuestra atención por completo. Se escucharon los arbustos moverse. La piel de todos se erizó por tan repentino sonido.
—N-no se asusten —intentaba tranquilizar la de cabello rubio oscuro—. Tal vez es sólo otro an-
No termino la frase debido a que nuevamente se movió el arbusto de manera un poco violenta.
—No creo que ese haya sido un animal, Natalie. —empezó a temblar la de ojos café oscuro.
—¿Entonces qué es? —la que intentaba tranquilizar ahora estaba más que atemorizada.
Nadie sabia la respuesta y ni querían aproximarse a los arbustos a conocerla. Estaban paralizados sin dejar de mirar el arbolillo. Sabia que si no hacía nada nos quedaríamos por un buen tiempo observándolo. Me tragué todo mi temor y me dirigí hacia aquel lugar que ocultaba algo.
Mis pasos eran lentos y pesados, como si mis pies advirtieran que ahí hay peligro e intentasen detenerme. A pesar de sus advertencias seguí, seguí hasta que pude ver la otra parte del arbusto.
El grito que di hizo que todos salieran de su trance y se acercaran a donde yo me encontraba, al estar a mi lado pudieron observar el motivo de mi aullido.
—¡Julio! —exclamó Cinthia con lagrimas en los ojos, corriendo hacia el para comprobar si aun tenia pulso— ¡Sigue vivo! ¡María, ayúdame a cargarlo!
La mencionada atendió rápido el mandato cargando la parte baja de su cuerpo mientras que la pelinegra la parte de arriba e inmediatamente se dirigieron a la cabaña de María, nosotras siguiéndolas detrás.
Entando ya en la habitación colocaron a Julio en la cama.
—Cinthia, trae el botequín. —Ordenó y en unos pocos segundos dicho botequín ya estaba en sus manos.
Empezó a desinfectar sus heridas con un poco de algodón y alcohol. El estado de Julio era deplorable, estaba golpeado con moretones e incluso cortadas de las cuales aún brotaban sangre. En su cara tenia un ojo morado, el labio inferior estaba partido y un hilo de sangre escurría de él.
La de experiencia en enfermería se volteó hacia nosotras dejando a su paciente sin cuidado por unos breves segundos.