Campamento de Famosos

CAPÍTULO 6

 

 

D.R 

Sus manos estaban entrelazadas en su regazo mirando atenta a lo que decía Mila en ese escenario, sin embargo, parecía estar en otro mundo, distraída.

Yo la observaba de reojo, estaba fascinado por descubrir cosas nuevas en ella, aún seguía sin soportarla del todo, no había llevado tanto tiempo juntos y ya me había hecho hablar más que en toda mi vida. Casi nunca se callaba y cuando lo hacía extrañaba la molestosa voz que tiene. No me agradaba la sensación, ni siquiera habíamos pasado mucho tiempo juntos.

No me importaba estar aquí, pero con ella esto parecía ser más llevadero. Estaba empezando a acostumbrarme a su compañía. Y eso era imposible, contando el poco tiempo que llevamos compartiendo.

Todo en ella hacía explotar mi cabeza.

¿Qué  debía de hacer? 

Quizá debería dejarme llevar esta vez, total, luego del campamento no la voy a volver a ver. Después de todo, nos desenvolvemos en mundos muy diferentes.

O tal vez debería parar esto y no darle rienda a que siga colándose en mi mente con más intensidad. 

Era la primera vez que me encontraba en esta situación y más en tan corto tiempo. Definitivamente estaba mal de la cabeza. Había leído estas situaciones, incluso las escribo pero nunca las había vivido y sentirlo me hacía sentir tonto.

Siendo sincero, comencé a perder la cabeza cuando la ví por primera vez.

—¿Qué  haremos? —su voz me sacó de mis pensamientos. 

A nuestro alrededor solo había mucho ruido y ya Mila no estaba en el escenario.

—¿Qué haremos de qué? —interrogue confundido.

Sus ojos destellaron furiosos, me dió un golpe en el brazo.

—¿Qué no escuchaste? —riñó apuntando al escenario.

Rodé los ojos y no contesté. Quería hacerlo pero me he dado cuenta de que le molesta.

Bufó y se levantó de la cosa en la que estábamos sentados, hacía mucho ruido. Se estiró y me miró desde arriba.

—Tenemos que hacer un acto—explicó—. Y no, hay un NO como respuesta—advirtió como una mamá regañando a su hijo.

Esto me hacía pensar en que, quizá iba a terminar por arrepentirme de haber venido. 

—¿Qué quieres hacer? —pregunté .  No me agradaba la idea pero a ella sí,  se le notaba por la forma en la que su rostro deslumbraba alegría.

—Todo menos actuar—frunció la nariz. 

Oculté una sonrisa. Otra cosa que estaba empezando a ser más común en mí. Yo no sonrió  mucho y no porque me crea interesante, o porque no me gusta. Simplemente porque, hasta ahora, no había nada que me hiciera sonreír a menudo. Odiaba que ella fuera la primera. 

Causaba esta reacción tan fácil que parecía algo común en mí. Por eso la odiaba.

—Pues no hay mucho que hacer; cantar, bailar… ¿Qué  sé yo? —me encogí de hombros.

—¿Qué clase de compañero eres? —indagó, indignada.

—Uno al que no le gusta hacer el ridículo. 

Dorian, no haces el ridículo si lo haces bien—miró a su alrededor —. Recuerda que es una competencia.

—¿Qué sabes hacer? —pregunté de inmediato. Ella soltó una risita pero la ocultó mirando hacia otro lado.

—Pues… cantar se me da muy bien—dijo, evite decir algo porque ya la había escuchado y sí que lo hacía bien. Si no hubiera sido actriz como cantante tampoco le iría mal.

—Genial, harás eso—declaré cuando algo en mi mente se encendió como una idea.

Me levanté  rápidamente para ir a averiguar si tenían lo que quería. Ella quería ganar, pues íbamos a ganar.

—¿A dónde vas? 

—A buscar lo que nos hará ganar el concurso—dije y sin decir más fuí en busca de lo que quería.

Todo lo que hago por una estrellita.

☆☆☆☆☆

Seguí al camarero o lo que sea él, de igual forma todos vestían igual, hasta una puerta de color Café, bastante grande que estaba en el primer piso.

—Aquí puede encontrar lo que desea—abrió la puerta —.Compermiso. 

Y se fue.

Entré de lleno y me encontré con lo que deseaba además de muchos otros instrumentos.  Tenían de todo, como para surtir a una orquesta entera. 

Tomé  lo que iba a necesitar y salí  de allí.

¿Quién diría que esto al fin me iba a resultar?

Solo había tomado las clases porque mamá no dejaba de insistirme en que debía aprender algo más que no sea escribir. No entendía bien su punto pero como todo hijo obediente, la complací. Me gustaba, pero no al punto de obsesionarme con el instrumento. 

Llegué hasta Leonor, caminaba de un lado a otro hablando sin parar, sola. Nunca se le quitaban las ganas de hablar, para mí desgracia. 

En cuanto me vió se apresuró hasta mí. 

—Oye tú—espeto apuntandome con el dedo índice. —No esperarás que yo suba sola allá arriba ¿Verdad? Porque si es así, te voy a obligar a subir de las orejas—se cruzo de brazos, molesta. —¿Dónde estabas? ¿Por qué  tardaste tanto? ¿Qué…—tape su boca con mi mano. Me miro molesta.



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En el texto hay: famosos, amor dulzura, aventura humor

Editado: 01.03.2023

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