D.R
El aburrimiento me abordó justo en el momento en que todos empezaron a hacer un estúpido circulo en el cual empezábamos a decir qué tal nos estaba gustando. Sinceramente esto más parecía un centro de ayuda que un campamento.
Todos parecían disfrutar el hecho de que hablemos, a mí me estaba asfixiando tanto drama. ¿Por qué no iban solo directo al punto y ya? Era el segundo día y ya tenía ganas de irme. Definitivamente este no era lugar para mí.
Leonor se colocó a mi lado, tal y como una mujer de cabello blanco y bajita, indicó. Se suponía que teníamos que hacer un tipo de descripción a primera vista a la pareja que nos tocó. Repito, parecía un centro de ayuda.
Mientras ella se acomodaba en el césped mirándome fijamente pero con una sonrisa dulce yo estaba parado de brazos cruzados y el ceño fruncido mirando que todo ya de habían puesto en posición de indio sobre el césped. Justo como ella.
—Dorian —me tense. Ese nombre saliendo de sus labios hacia que algo dentro de mí colapse, era como una vibración que hacía eco en todo mi ser. Y no me gustaba. —, siéntate, por favor—agregó.
La mire de solsayo y me negué a obedecer pese a que mi cuerpo pedia que lo hiciera.
—No voy a hacer lo que todos aquí—declaré. La escuche suspirar y en menos de un minuto la tuve frente a mí con una mirada llena de reproche pero a la vez de diversión.
—Te comportas como un niño—acusó .
—Para mi mamá sigo siendo un bebé—me encogí de hombros. Apretó los labios pero luego no lo pudo detener mas y comenzó a reírse en mi cara mientras achicaba los ojos y mostraba los dientes en una bonita imagen de ella riendo. Su risa un tanto escandalosa pero a la vez melodiosa me hizo sonreír a mí, de igual forma.
—Eres un tonto—rio un poco, y luego me tomó de los hombros mirándome a los ojos.
Era un poco más baja que yo pero no lo suficiente como para alcanzarme. Tampoco es que yo fuera muy alto, así que fue fácil para ella manejarme y dejarme justo frente a ella, aún con los brazos cruzados sobre el pecho.
Una ligera brisa hizo que uno de los mechones de su cabello pelirrojo cayera a su cara, con cuidado lo tomé para colocarlo detrás de su oreja. No la miraba a los ojos, sentía que di lo hacía terminaría descubriendo todo de mí. Ví como sus vellos se erizaban y no sabía si por mi acto o por la brisa pero aún así decidí sacarme la chaqueta y colocarla en sus hombros.
Llevaba un vestido verde agua de tiras que le acentuaba perfectamente a su cuerpo y haciéndola lucir como un pequeño ángel pelirrojo, aunque me gustaría verla con su cabello negro, ese le quedaba mejor.
Sus mejillas se tornaron rojas y aparto su mirada de mí. Mi yo interior se retorcía de felicidad y ternura por ese gesto, pero mi rasocinio como siempre oportuno advirtió que solo era por el hecho de ser caballero y que me alejé antes de que pase a mayores. Y como siempre, seguí las órdenes del último. Después de todo, siempre me ha salido todo bien siguiendo al último.
—No me voy a sentar en el césped—recalqué, solo para que vuelva tomar la conversación anterior y se olvide del momento que tuvimos.
Aclaró la garganta y pareció volver en sí porque me miró con enojo.
—Ya los demás están haciendo el ejercicio. ¡Tienes que hacerlo! —chilló.
—Leo… Claire—suspiré corrigiendo mi error al llamarla por su nombre. —No lo haré, yo no soy todos.
—Bien —se resignó pero aún asi su mirada cambió drasticamente y esboso una sonrisa. —Entonces hagamoslo parados—justo cuando terminó de decir aquello se puso roja.
Y sé porque, cualquiera malinterpretaría esas palabras, incluso yo, que se me vinieron millones de imágenes a la mente en los cuales solo me hicieron recordar lo cálida que es, cuando ya la he tenido agarrada de la cintura, cuando ya la había besado y cuando siempre sueño por las noches con tenerla entre mis brazos.
Estás jodido.
Aún estoy a tiempo de evitarlo.
Mientras más lo niegues, más se hace real
No si lo puedo evitar.
—Bien—dije saliendo de mi aturdimiento.
Ella pareció sorprendida pero luego recobró la compostura y se cruzó de brazos apoyando el peso en un pie.
—¿Todo bien por aquí? ¿Por qué no se sientan así están más cómodos? —sugierió la señora de cabellos blancos llegando hasta nosotros.
Ambos negamos sin quitar nuestras miradas.
—Entonces comiencen, quiero escucharlos—nos alentó.
Chismosa.
Leonor me miró con un poco de indecisión pero al ver que yo no hablaría, fue ella la que comenzó.
—Odio que calles. Y no es una impresión, soy testigo de que siempre te callas y eso es molesto.
—Pues yo odio que hables. —bufó.
—Al principio me diste la impresión que de que eras un patán con pinta de "yo soy el mejor" . Además de lo irritante que fuiste luego de lo del pasillo—acusó .
En mi interior sonreí por eso, ni bien la ví quise alejarme de ella y ese magnetismo que desprende. Quería alejarme de sus encantos.