Campistas

Alrededor de la Fogata

Los chicos insistieron en asar bombones en la fogata, una actividad típica de campamento. Con tres bolsas en total, no puse resistencia. El aroma dulce llenó la cueva, y el calor de las brasas trajo un alivio inmenso.

— ¡Los bombones están deliciosos! —Exclamó Sofí, dando un pequeño mordisco al bombón que acababa de dorar. El resto de los chicos asintieron con la cabeza, de acuerdo con su compañera campista.

— Larisa… tu nombre es muy extraño.

La voz de Brad me sacó de mis pensamientos. Levanté una ceja ante su audaz afirmación.

— ¿Qué quieres decir con eso?

— Es un nombre que no había escuchado antes. Es un poco largo y difícil de recordar.

Sonreí ante la honestidad del chico. Mi nombre es poco común. De hecho, esa fue la principal razón por la que una Layla de siete años me convenció de llamarme “Lai”. Ahora solo ella me llama de esa manera, aunque no siempre fue así.

Nos encontrábamos alrededor de la fogata, cantando y contando historias. Mi prima Claris estaba sentada a mi izquierda, hablando sobre qué historia contar, cuando una chica nueva se me acercó y se sentó a mi derecha.

— Hola, ¿cómo estás? Mi nombre es Layla. ¿Puedo sentarme en esta roca?

— Claro. No te había visto antes. ¿Eres nueva en los campamentos?

— Sí, soy nueva aquí. ¿Cuál es tu nombre?

— Me llamo Larisa. Mucho gusto.

Una vocecita se unió a nuestra conversación.

— Yo soy Claris, mucho gusto —Se presentó mi prima.

— Mucho gusto, Claris —Layla le dedicó una sonrisa a mi prima y luego se giró hacia mí.

— ¿Tarisa? Es un nombre extraño.

— No es Tarisa, es Larisa.

— Nunca había escuchado ese nombre. ¿Puedo llamarte Lai? Es más corto y fácil de recordar.

Mi primita me interrumpió con una sonrisa.

— "Lai" es lindo.

Layla se volvió hacia Claris, radiante.

— ¿Verdad que sí?

Luego me miró y sentenció:

— A partir de hoy te llamaré Lai. Así seré la única chica que te llame de una manera distinta.

— No serás la única —interrumpió Claris

— A partir de hoy, yo también te llamaré Lai.

Las voces de los niños me llamaron al unísono, rompiendo mis recuerdos.

— Te fuiste por un tiempo y sonreías sin motivo. ¿En qué piensas? — Sofí me preguntó con curiosidad.

— Brad me hizo recordar cómo mi mejor amiga me bautizó como "Lai" porque mi nombre es largo y difícil de recordar —Dije, sintiendo un nudo en la garganta.

— Solo ella me llama así, ella y...

— ¿Quién más? —Preguntó Brad, con la misma curiosidad que había impulsado su pregunta inicial.

— Nadie más. Solo Layla me llama de esa manera

Mentí, sintiendo cómo se me tensaban los músculos de la mandíbula. No quería que nadie supiera que el recuerdo de mi prima Claris aún me duele, especialmente, no estos niños que solo vinieron al campamento a divertirse.

— Entonces yo te llamaré Lai lai —Dijo Jess, la menor del grupo, con una gran sonrisa.

— Eso suena a restaurante de comida china —Bromeó Arthur.

— Pero es divertido llamar a mi guía "Lai lai" —Argumentó Jess.

Los chicos se maravillaron con la creatividad de Jess. Uno por uno, asintieron con la cabeza.

— Yo también te llamaré Lai lai —dijo Sofí, y luego los demás se unieron.

— Y yo Dijo Ariel. —

— Y yo —Dijo Brad.

— Y yo —Dijo Arthur.

Sabía que no ganaría una discusión de cinco contra uno, así que me rendí.

— Está bien —Dije, sonriendo

— Pueden llamarme como restaurante de comida china.

La fogata crepitaba suavemente. Después de comer, los chicos insistieron en asar bombones, una actividad que parecía sacada de un campamento de ensueño.

A pesar de que solo habíamos consumido una de las tres bolsas, la preocupación por la comida aún me carcomía. No sabía cuánto tiempo estaríamos atrapados.

— Deberíamos contar historias de terror —Propuso Arthur, y la idea hizo que todos los chicos se acomodaran con entusiasmo alrededor del fuego.

Arthur comenzó su relato, con su voz baja y cautelosa, haciendo que todos escucharan con total atención.

— En la patrulla de los Osos —Comenzó, su voz un susurro que rebotaba en las paredes de la cueva,

— Se cuenta una leyenda que sucedió justo aquí, en la Montaña del Río Claro.

Hace veinte años, tres jóvenes campistas, famosas por ganar más de veinte insignias a su corta edad, se escaparon una noche para explorar el río. Esa noche era muy lluviosa y el río había subido su cauce. A las chicas no les importó; subieron a un risco a divertirse bajo la lluvia, pero debido a esta, el suelo se volvió inestable. Un derrumbe se produjo, haciendo que las tres chicas cayeran al río. No se volvió a saber de ellas nunca más. Algunas personas dicen que murieron, pero otros campistas aseguran que han escuchado las voces de las tres chicas gritando auxilio en el Río Claro.

Las imágenes en mi cabeza eran claras... un nudo se me formó en la garganta.



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En el texto hay: supervivencia, drama, drama adulto

Editado: 18.12.2025

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