Cómo todos los días, la playa permanecía tranquila, sin cambios relevantes. Sentía como el sol se elevaba lentamente, la marea comenzaba a bajar poco a poco, mientras las aves despertaban y se dirigían al bosque o al agua en busca de alimento. En el fondo del mar, los peces más enérgicos iniciaban su búsqueda de alimento, para luego jugar entre las rocas y los corales. Y, como siempre, no hace falta decir que las flores del acantilado seguían igual de bellas.
Bellas flores. El sol de la mañana hacía que resaltaran, aportando encanto al lugar. El viento del norte las empuja hacia arriba, mientras que las más viejas dejaban caer sus pétalos esparciéndolos por toda la costa y el agua. Cada mañana, al despertar, observaba como caían y flotaban en el mar. Algunas pocas pasean por la arena, y aquellas con suerte lograban llegar al bosque y germinar.
Todo siempre es tranquilo.
Pero, ¡hubo un cambio, lo alteró todo! Es una humana, parece que llegó hasta aquí en una tabla flotando, una que no deja de golpear en una roca que le detiene el paso. Tiene heridas, pero no muy graves. Es una humana completamente diferente a lo que conozco.
Normalmente, solo hay dos tipos de humanos: los piratas, molestos seres que no sirven para nada más que sentirse los reyes del mar, surcando zonas desconocidas y peligrosas, aventurándose en áreas tabú que ni nosotros, sus habitantes, nos atrevemos a entrar. ¡Ja! Si supieran... Y los humanos pálidos, sin color comparado a este, que destruyen lo que les molesta y toman cualquier cosa que esté al alcance de sus manos. Hace algún tiempo, cuando era más joven y vivía en otro lugar, recuerdo que este tipo de humanos maltrataban y juzgaban a los de su propia especie por no ser iguales, por no llevar telas de colores o piedras preciosas en el cuerpo, por no ser poderosos o no tener algo llamado dinero... Ahora que lo pienso, no son tan diferentes a los piratas…
En fin, me llama la atención esta humana. Además de no ser muy parecida físicamente a los humanos que conozco, tiene un aura diferente; es confuso. Tiene dibujos en las piernas y en la espalda. El que logré ver mejor es el de la espalda, abarcando toda la zona media y lumbar. Tiene dibujada una medusa, una ortiga de mar para ser exactos. Está toda pintada de negro, hecha con secuencias de puntos. Una vez vi una de cerca; son tan hermosas como letales. Me sacaron de una mala situación; estaba perdido y solo. Su compañía y brillo fueron reconfortantes para mí. Creo que por ello no temo acercarme tanto.
Sus ropas están confeccionadas con un material parecido al cuero. Lo que lleva puesto es un tipo de camisa con mangas largas, de un color rojizo tintado, amarrada con muchas cuerdas por la parte de atrás. Es por esto que pude divisar bien el tatuaje de su espalda. También tiene puesto un pantalón corto, pero con diferentes colores, beige y café con tonos opacos.
No lleva ninguna joya en el cuerpo, aunque por lo visto tiene una pulsera con varias conchas rotas. Se ven algo filosas; jamás había visto una cosa parecida.
Los humanos sí usan materiales marinos para decorar sus cuerpos, pero solo los llamativos y más conocidos, usan corales con colores vívidos, conchas intactas y de colores pastel, y por supuesto perlas, son las más típicas, y las más difíciles de encontrar, es curioso, alguna vez vi a unos chicos tomando por sorpresa a otros de ropas lujosas para robarles collares y accesorios hechos completamente de perlas, no sé cuál es la necesidad, sin más, humanos…
El punto es que no conozco el tipo de ser que es, así que hay que mantenerse alerta…
Han pasado ya unas tres siestas desde que encontré a la humana y aún no despierta, ¿Será que está muerta? No debería preocuparme, pero voy a revisar.
Ella respira, así que definitivamente está viva. Sin embargo, el sol está en su punto más alto y se va a cocinar. Por lo menos yo huelo a asado cuando me cocino, pero no sé cómo les afecte a los humanos. Ellos son muy sensibles, seguro hasta el sol les pueda hacer daño a la larga.
No sé qué hacer, ¿que podría ser lo suficientemente grande para cubrir a esta chica? Nunca podría hacerlo con arena, menos con hojas pequeñas.
Las hojas que podrían cubrirla son las de la palmera que están llenas de cocos cerca del bosque. Eso va a funcionar. Con todas las fuerzas que mis pinzas pueden soportar, arrastré una hoja de palma caída hacia donde estaba la muchacha. Cuando llegué, le puse una de las palmas que cargaba encima, pero hay un problema: solo le cubre una parte pequeña del cuerpo y la otra todavía le pega el sol. Todo el trabajo que había hecho y apenas hace eso. Pero no me voy a rendir. Con todas mis fuerzas, que prácticamente se dan por terquedad por qué en mi estado normal yo no puedo hacer esto, no me detuve de tirar hojas hasta que su cuerpo quedara totalmente cubierto y que el sol no le pegara. Lo que hubiera durado tomando dos siestas lo hice haciendo esto.
¡Qué desperdicio de mi preciado tiempo! Agradéceme humana, no por cualquiera haría esto. Solo cuando te despiertes hazme el favor y te vas rápido. Iré a comer. ¿Quieres algo? Ah, cierto, no puedes contestar. Además, no me entenderías. Bueno ahora vuelvo.
El sol está un poco más debajo de su punto más alto, lo que quiere decir que ya casi es de noche. Mi sardina ya se acabó, así que subiré a ver si la humana sigue inconsciente. Pero, contrario a lo que pensaba, ya está despierta. Está sentada encima de las hojas que tanto me costó conseguir, cabizbaja y sollozando.