El sonido de un piano se escuchaba por toda la habitación y los rayos del sol entraban por la ventana iluminando el lugar dejando ver a un joven de cabello azabache y piel pálida, sus ojos eran de un marrón brillante y se dejaba llevar por las emociones que sentía al tocar ese gastado piano. Sparta se encontraba sentado, moviendo sus manos muy ágilmente, dejando sus huellas en cada una de las teclas creando una melodía suave y a la vez ruda la cual era agradable de escuchar.
Le gustaba tocar tal instrumento, pero la melodía que tocaría dependería de cómo se sentía y lo que quería transmitir por medio de las notas musicales.
La canción estaba llegando a su fin, pero se vio interrumpida por el sonido de la puerta abriéndose de golpe.
Sparta dejó de tocar el piano y se giró mirando incrédulo a su hermano mayor ante su repentina acción.
Los jóvenes fueron hacia la habitación de su padre, para responder a su llamado,
¿Cuál sería la noticia que su padre estaba a punto de revelarles?
No lo sabrían hasta pronunciarse ante él y presenciar sus palabras.
“Toc toc” resonó en la gran puerta, dejando evidencia la llegada de los dos hermanos.
Timba sonrió preocupadamente ante el llamado de sus hijos, “adelante” respondió ante su petición.
Los hermanos pasaron entregándole una inocente y delicada sonrisa a su padre, la cual fue desvaneciéndose inmediatamente al ver la notable preocupación impregnada en el rostro de su padre.
Pues así era la verdad, desde joven Timba jamás pudo ocultarles algo a sus hijos. Los pequeños siempre terminaban descubriendo todos sus planes y sorpresas de alguna manera u otra y el joven padre no se quejaba pero esta vez hubiera preferido que no fuera así, esta vez hubiera preferido que las cosas fueran diferentes, no de esta manera… así no.
Los hermanos se sorprendieron ante tal confesión.
Sparta solo aparto la mirada apenado, sabía a qué se refería sin embargo era difícil de recordar aquel trágico momento que lo atormentaba una y otra vez, la muerte de su padre Rius en el campo de orquídeas por un conflicto con el pueblo de Nedhia era de los peores momentos de su vida, no iba a permitir que otra vez sucediera un conflicto entre el pueblo de Alsanne y Nedhia, mucho menos en el campo de orquídeas.
El padre solo sonrió ante las acciones de su hijo menor – realmente tu padre si estuviera en vida estaría orgulloso de ti al igual que yo. – agregó.
Sparta solo sonrío, se despidió para después irse al establo y montarse en su caballo yendo hacia el tan ansiado campo de orquídeas.
Las horas pasaron y se podía ver el sol encontrándose con la tierra, escondiéndose entre las montañas. Sparta ya había llegado a su destino, se bajó de su caballo y empezó a inspeccionar el lugar. Sin embargo al notar la presencia de un misterioso joven se puso en defensa asustado del extraño. Aquel extraño no lucía mayor que él, tenía el cabello rojizo pero no podía ver su rostro, pues estaba de espaldas, además aparentaba ser de una familia de altos recursos por su apariencia elegante y despreocupada.
Se acercó lentamente adentrándose al campo sin alzar sospechas del joven, hasta que piso una rama que había en el campo causando ruido.
El extraño se sobresaltó y volteo a ver sorprendiéndose encarecidamente. Gracias a esa acción Sparta pudo verle el rostro al chico, tenía dos hermosos ojos color esmeralda y morado que atraían la atención de cualquiera.