Camuel Talio

Nuevo Compañero

Camuel continuaba con su entrenamiento diario para materializarse, logrando cada vez más control sobre su tiempo en el plano natural. Sin embargo, su mente estaba llena de nuevas preguntas: ¿Por qué el Guardián no venía al cementerio durante el día? ¿Por qué cambiaba su apariencia cuando estaba en el pueblo? ¿Y por qué algunos lo llamaban Daniel? La curiosidad crecía dentro del joven espíritu.

Un día, mientras practicaba, algo inusual ocurrió. Una sombra se movía rápidamente de un lugar a otro entre las tumbas. Intrigado, Camuel se levantó y comenzó a seguirla, pensando que podría tratarse de un nuevo fantasma en busca de ayuda. Pero su sorpresa fue grande cuando descubrió que la sombra pertenecía a un perro grande, de pelaje café y una mancha blanca cubriendo uno de sus ojos.

—Hola, amigo, ¿qué te trae al cementerio? —saludó Camuel con voz amable.

Intentó tocar al perro en su forma materializada, pero pronto notó que, al igual que él, el animal era un espíritu.

—No sabía que los animales también podían buscar descanso —murmuró Camuel, rascándose la cabeza, lleno de intriga.

El gran perro parecía animado, saltando de un lugar a otro, como si invitara a Camuel a seguirlo. El sol comenzaba a ocultarse, y Camuel, alzando la vista, distinguió la luz familiar de la lámpara del Guardián. Agitando los brazos, lo llamó.

—¡Joven Camuel, qué ocurre ahora? —preguntó el Guardián al acercarse.

Camuel sonrió y señaló al perro a sus pies.

—¡Ah, qué sorpresa! Un espíritu animal en pena —comentó el Guardián con asombro.

—¿Un qué? —preguntó Camuel, confundido.

—Esto es increíble, Camuel. Has atraído a un ayudante muy especial. Estos amiguitos, que han muerto de forma trágica, suelen ser difíciles de guiar. Por lo general, los dejamos a nuestro lado para que nos ayuden a rastrear fantasmas o almas en apuros.

El perro seguía saltando de un lado a otro, lleno de energía.

—Deberíamos averiguar qué quiere de ti, Camuel —sugirió el Guardián.

Camuel y el Guardián comenzaron a seguir al perro, aunque no era tarea fácil. El espíritu animal aparecía y desaparecía, siempre unos pasos adelante. Finalmente, salieron del cementerio por una zona trasera rodeada de un espeso bosque. Caminaron durante un buen rato, siguiendo al perro hasta que este se detuvo junto a un viejo árbol.

Camuel se acercó y vio una cadena oxidada atada al tronco. Hojas secas cubrían el suelo, y no había más que restos de un pasado olvidado. El gran perro se acercó a Camuel, poniendo su cabeza sobre su mano. Al tocarlo, un destello iluminó la mente de Camuel.

De pronto, vio escenas del pasado: un cachorro feliz corriendo junto a un niño pequeño, jugando juntos día y noche. Sin embargo, el cachorro creció más de lo esperado. Un día, la familia del niño tuvo que mudarse, dejando al perro encadenado en el bosque. El animal esperó días, semanas, incluso meses, hasta que su cuerpo no pudo más.

Camuel volvió a la realidad jadeando, sintiendo un profundo dolor en su pecho. Compartía la pena del perro a través de la visión. Acarició suavemente al espíritu animal.

—Te prometo que nunca más estarás solo, Nilo —dijo con voz temblorosa.

El Guardián se acercó y acarició al perro con una sonrisa.

—Muy bien, Nilo. Le has enseñado una valiosa lección a Camuel —dijo.

Camuel miró al Guardián con ojos iluminados.

—Memorias compartidas y el eco emocional —susurró, entendiendo la profundidad de la experiencia.

El Guardián levantó el pulgar en un gesto de aprobación.

Parece que el Guardián ya conocía a Nilo, pero había estado esperando que el espíritu del perro tomara la iniciativa de buscar a Camuel.

—Parece que ha elegido ser tu compañero, Camuel. Juntos podrán aprender y crecer más rápido —dijo con una sonrisa.

Desde ese momento, Camuel y Nilo se volvieron inseparables. El espíritu del gran perro no solo se convirtió en su fiel amigo, sino también en un valioso aliado en la misión de guiar almas perdidas. Camuel sabía que, con Nilo a su lado, estaba más preparado que nunca para enfrentar los desafíos que el destino le tenía preparados.




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