Camuel Talio

Primera mision juntos

La noche en el cementerio era más oscura de lo habitual. Las nubes cubrían la luna, y el aire estaba cargado de una inquietud que Camuel no podía ignorar. Junto a él, Nilo olfateaba el viento, sus orejas alertas. Ambos habían aprendido a detectar cuando algo inusual estaba por ocurrir.

—¿Sientes eso, Nilo? —preguntó Camuel, mirando a su compañero.

Nilo soltó un suave gruñido y comenzó a caminar hacia el borde del cementerio, donde las sombras parecían más profundas. Camuel lo siguió, sintiendo una presencia diferente, más fría y etérea que cualquier otra que hubieran encontrado antes.

Al llegar al rincón más apartado, una figura borrosa se materializó lentamente. No era un cuerpo, sino un cúmulo de energía tenue, como si los recuerdos y emociones que contenía no pudieran tomar una forma definida. Camuel dio un paso al frente, con cautela.

—Hola, soy Camuel. Estamos aquí para ayudarte. ¿Quién eres? —preguntó con suavidad.

La figura no respondió de inmediato, pero un eco débil resonó en el aire. Era una voz entrecortada, cargada de tristeza.

—No lo sé... no recuerdo mi nombre... solo sé que estoy perdido... y solo —dijo el alma con un tono desgarrador.

Camuel sintió un nudo en el pecho. Era la primera vez que encontraban un alma sin un cuerpo definido, atrapada en sus propios recuerdos oscuros.

—No estás solo. Estamos aquí para ti —dijo Camuel mientras Nilo se acercaba y se sentaba junto a la figura, brindando su calor espiritual.

Camuel extendió su mano, intentando conectar con el alma. Al tocarla, una visión potente y caótica lo envolvió. Vio imágenes fragmentadas: un hombre joven corriendo bajo la lluvia, su rostro empapado en lágrimas. Gritos llenos de desesperación resonaban mientras buscaba algo o alguien.

De pronto, la visión cambió. El mismo hombre estaba sentado junto a una ventana, viendo caer la lluvia, pero su mirada estaba vacía, perdida en un dolor profundo. Camuel entendió que sus recuerdos estaban atrapados en un ciclo de tristeza y soledad.

Al regresar a la realidad, Camuel jadeó ligeramente. La conexión con el alma había sido intensa.

—Fuiste muy importante para alguien, ¿verdad? —preguntó con ternura, buscando comprender mejor su dolor.

La figura pareció temblar, y más fragmentos de recuerdos comenzaron a fluir. Esta vez, el hombre veía a una mujer cuidando a un niño pequeño, riendo mientras le leía un cuento antes de dormir. El amor que compartían era palpable. Pero luego, el niño desaparecía de las escenas, dejando un vacío insoportable en la vida del hombre.

—Perdí a mi hijo... todo se desmoronó después de eso —susurró el alma, comenzando a recordar su historia.

Camuel, con lágrimas en los ojos, miró a Nilo, quien ahora descansaba junto al alma, emanando una calma reconfortante. Sabía que el proceso sería difícil, pero también sabía que no estaban solos.

—Tienes un amor inmenso dentro de ti. Ese amor sigue vivo, incluso si los momentos felices parecen lejanos. Podemos ayudarte a encontrar paz, a liberar esos recuerdos tristes para que tu luz pueda brillar de nuevo —dijo Camuel con convicción.

El alma pareció dudar por un momento, pero finalmente asintió.

—¿Cómo puedo dejar ir? —preguntó, con una mezcla de miedo y esperanza.

—Caminaremos juntos a través de tus recuerdos. Te ayudaremos a verlos desde otra perspectiva, a encontrar la luz en medio de la oscuridad —respondió Camuel.

Camuel y Nilo guiaron al alma a través de sus recuerdos, ayudándola a revivir no solo los momentos de tristeza, sino también los de amor y alegría. Cada vez que una imagen dolorosa aparecía, Camuel la ayudaba a enfrentarse a ella, mientras Nilo brindaba apoyo con su energía calmante.

Después de lo que pareció una eternidad, la figura comenzó a cambiar. La energía que antes era frágil y dispersa ahora brillaba con una luz cálida y constante.

—Lo recuerdo... mi nombre era Sergio. Y aunque perdí mucho, siempre estaré agradecido por el amor que compartí —dijo el alma con una voz ahora llena de paz.

Camuel sonrió, sintiendo una profunda satisfacción.

—Ahora puedes descansar, Sergio. Tu luz seguirá brillando, guiando a otros con la misma fuerza con la que enfrentaste tu dolor.

Sergio asintió. Nilo aulló, y una luz tenue descendió desde las estrellas, guiando al alma. Su forma se desvaneció lentamente, dejando una suave brisa que acarició el rostro de Camuel y el pelaje de Nilo.

El Guardián de la Luz apareció a lo lejos, con su lámpara iluminando suavemente el camino.

—Bien hecho, joven Camuel. Has guiado a un alma especialmente difícil. Sergio ha encontrado la paz gracias a ti y a Nilo —dijo con orgullo.

Camuel acarició a Nilo, agradecido por su inquebrantable apoyo.

—Cada misión nos enseña algo nuevo, Guardián. Hoy aprendí que incluso los recuerdos más tristes pueden transformarse en luz si se enfrentan con amor —respondió.

Con una sonrisa, el Guardián asintió. —Ese es el verdadero poder de un Guardián de la Luz.

Bajo la luz de las estrellas, Camuel y Nilo regresaron al cementerio, sabiendo que juntos podrían enfrentar cualquier oscuridad que se cruzara en su camino.




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