Camuel Talio

Refelxión

Camuel caminaba con pasos firmes por el sendero que conducía al cementerio. Atrás quedaban las sombras del bosque, donde había encontrado al Señor de la Montaña. Ahora, su mirada estaba llena de una determinación nueva, y su corazón, aunque todavía portaba las cicatrices de sus batallas, latía con fuerza.

Al llegar a las puertas del cementerio, el Guardián de la Luz lo esperaba con su lámpara resplandeciente. Su expresión, generalmente serena, se tornó de sorpresa al ver la renovada confianza de Camuel.

—¿Camuel? —preguntó el Guardián, inclinando ligeramente la cabeza—. Hay un cambio en ti... una luz más fuerte.

Camuel asintió con una leve sonrisa y comenzó a contarle todo lo que había ocurrido en el bosque: su encuentro con Sylvanar, las palabras de sabiduría que le ofreció y la prueba con las tres sombras.

El Guardián escuchaba con atención, y a medida que Camuel hablaba, su rostro mostraba una mezcla de asombro y orgullo.

—Sylvanar... —murmuró el Guardián—. ¿El Señor de la Montaña? Nadie, ni siquiera yo, ha tenido el honor de verlo. Es una entidad antigua, un espíritu que no se muestra a cualquiera. Esto es algo verdaderamente extraordinario, Camuel.

El joven Guardián de la Luz bajó la mirada un momento, recordando el peso de las emociones que había enfrentado.

—Me enseñó que no puedo salvar a todos, que mi tarea es ser un faro para quienes elijan seguir la luz. Aprendí que incluso el fracaso puede ser un maestro —dijo Camuel con voz firme.

El Guardián se acercó y colocó una mano en el hombro de Camuel, su lámpara brillando más intensamente.

—Estoy orgulloso de ti, Camuel. Has comprendido una verdad que muchos Guardianes tardan siglos en aceptar. Tu luz no solo guía a otros; también ilumina tu propio camino.

Camuel sintió un calor reconfortante en el pecho. Por primera vez, su carga se sentía más ligera, no porque hubiera desaparecido, sino porque ahora sabía cómo llevarla.

—Gracias, Guardián —respondió—. Pero sé que mi camino apenas comienza.

El Guardián asintió con una sonrisa amplia.

—Entonces, sigamos adelante, joven Guardián. Las almas nos esperan, y con cada paso, tu luz se volverá más brillante. — apuntando las estrellas con su pose heroica.

Bajo el cielo estrellado, ambos avanzaron juntos hacia el corazón del cementerio, listos para enfrentar cualquier desafío que el destino les deparara.




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