Camuel Talio

Aventuras del guardián I

El Enigma del Parque de Diversiones

El Guardián de la Luz recibe un mensaje extraño mientras descansa en el cementerio: un parque de diversiones en el mundo de los vivos está plagado de fenómenos paranormales. Luces que se apagan misteriosamente, risas fantasmales y atracciones que cobran vida sin motivo aparente. Decidido a investigar, el Guardián cambia su apariencia a la de un joven adulto para no llamar la atención.

El parque de diversiones "Aventuras Eternas" cerraba sus puertas al público con el último rayo de sol. Durante el día, era un lugar de risas, gritos emocionados y algodón de azúcar. Pero por la noche, todo cambiaba. Los empleados murmuraban sobre sombras que se deslizaban por los pasillos vacíos, luces que parpadeaban sin motivo y sonidos de risas infantiles que parecían salir de las paredes.

El Guardián de la Luz caminó hacia la entrada con su habitual calma. Había elegido una apariencia de joven adulto, con una chaqueta de cuero y un cabello perfectamente desordenado, el tipo de persona que no levantaría sospechas en un lugar como este. Aun así, cuando el gerente del parque lo vio, se apresuró a interceptarlo.

—¡Finalmente llegas! —exclamó, con una mezcla de alivio y urgencia—. Pensé que no vendrías, necesitamos toda la ayuda posible. ¡Ve directo a la Casa del Terror!

Antes de que el Guardián pudiera responder, el gerente ya estaba empujándolo hacia la atracción más antigua del parque. No estaba seguro de qué trabajo pensaba que hacía, pero decidió seguirle la corriente. Al llegar, sintió de inmediato la presencia de algo inusual. Las sombras eran más densas aquí, y el aire parecía cargado de electricidad.

La puerta de la Casa del Terror crujió al abrirse, revelando un interior oscuro y polvoriento. Adentro, las figuras de cera de vampiros y monstruos clásicos parecían observarlo, sus ojos brillando con un leve resplandor. El Guardián caminó con cautela, sus pasos resonando en el suelo de madera.

—¿Hay alguien aquí? —preguntó, su voz calmada pero firme.

Una risa infantil resonó en la distancia, seguida por el sonido de pasos apresurados. El Guardián sonrió ligeramente.

—Ya veo. No estás solo, ¿verdad? —dijo al aire

De las sombras emergió un niño, de unos siete años, con una gorra de béisbol ladeada y una sonrisa traviesa. Su figura era translúcida, y su ropa parecía pertenecer a otra época. En sus manos sostenía un pequeño coche de juguete.

—¿Quién eres tú? —preguntó el niño, inclinando la cabeza con curiosidad.

—Soy el Guardián de la Luz. Estoy aquí para ayudarte, Tommy —respondió, usando el nombre que había percibido al sentir la energía del espíritu.

Los ojos de Tommy se iluminaron.

—¿Ayudarme? No necesito ayuda. ¡Estoy divirtiéndome mucho! —exclamó, mientras el coche en sus manos comenzaba a flotar y a correr por el suelo como si tuviera vida propia.

El Guardián cruzó los brazos, observando el juguete.

—¿Y qué hay de los demás? Tus bromas están asustando a los trabajadores del parque.

Tommy rió y comenzó a correr por la Casa del Terror, mientras los animatrónicos cobraban vida a su paso. Un hombre lobo mecánico giró su cabeza con un crujido, y una figura de Frankenstein levantó sus brazos, avanzando lentamente hacia el Guardián.

—¡Ven a jugar conmigo, si puedes! —gritó Tommy, desapareciendo tras una cortina.

**Desafío: La Casa del Terror Cobró Vida**

El Guardián suspiró y desenvainó su lámpara, cuyo resplandor suave iluminó el camino. Sabía que para ganar la confianza de Tommy debía superar sus pruebas. Mientras avanzaba, los animatrónicos se volvían más agresivos. El hombre lobo saltó hacia él, pero un destello de luz lo desactivó de inmediato. Frankenstein intentó bloquear su camino, pero con un giro ágil, el Guardián lo esquivó.

—¿Es todo lo que tienes, Tommy? —provocó, con una sonrisa juguetona.

Desde lo alto, Tommy lo observaba, su forma flotando en la penumbra.

—¡Eres bueno! Pero, ¿puedes seguir el ritmo? —dijo el niño, haciendo que las paredes comenzaran a moverse, creando un laberinto en constante cambio.

El Guardián mantuvo la calma. Con cada paso, su lámpara revelaba el camino correcto. Pero justo cuando pensaba que estaba cerca de alcanzar a Tommy, sintió un cambio en el ambiente.

En un intento por sorprender a Tommy, el Guardián decidió cambiar su apariencia. Con un brillo de luz, se transformó en un anciano encorvado, con un bastón en lugar de su lámpara.

—¡A ver si te ríes ahora, joven! —dijo, adoptando una voz cascada.

Tommy estalló en carcajadas, pero en lugar de asustarse, se aprovechó de la situación.

—¡Te ves más lento que mi abuelito! —gritó, y con un chasquido de dedos, activó una silla de ruedas fantasma que comenzó a perseguir al Guardián.

El Guardián, aún en su forma de anciano, corrió lo mejor que pudo, pero la silla de ruedas lo alcanzó rápidamente. Justo cuando estaba a punto de ser atropellado, decidió volver a su forma de joven, saltando hábilmente sobre la silla y aterrizando con gracia.

—De acuerdo, quizás eso no fue tan efectivo —admitió, mientras Tommy seguía riendo.

Finalmente, el Guardián decidió cambiar de táctica. Se sentó en el suelo, apagó su lámpara y miró hacia las sombras donde Tommy se escondía.

—Tommy, sé que estás solo. Pero jugar no tiene que ser un acto de travesura —dijo con seriedad—. Puedo ayudarte a encontrar un lugar donde siempre serás feliz.

Tommy asomó la cabeza, su sonrisa desapareciendo lentamente.

—¿De verdad? ¿Podrías hacerlo? —preguntó en un susurro.

El Guardián asintió.

—Pero primero, necesito que confíes en mí. No más bromas, ¿de acuerdo?

Después de un momento de duda, Tommy bajó al suelo y asintió.

—Está bien... pero solo si me prometes que no me aburriré.

El Guardián sonrió y extendió la mano.

—Lo prometo y espero que no le digan al gerente sobre mi "nuevo trabajo". Podría pedirme que me quede... ¡y tengo otros lugares que salvar!




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