Camuel Talio

Guardian y el encuentro con la Hermandad de las Sombras I

El Guardián de la Luz caminaba por las calles adoquinadas de un pueblo envuelto en una penumbra inquietante. Los faroles apenas iluminaban el camino, y las sombras parecían moverse con vida propia. Había algo extraño en el aire, algo que no se sentía desde hace siglos.

Al llegar a la plaza central, donde las ruinas de un antiguo templo se alzaban imponentes, el Guardián detuvo sus pasos. La lámpara en su mano comenzó a parpadear, no por miedo, sino como una advertencia. El equilibrio entre la luz y la oscuridad estaba siendo alterado, pero esta vez no eran espíritus comunes los responsables.

—Sabía que vendrías —dijo una voz profunda, resonando desde las ruinas.

El Guardián alzó la vista y vio a una figura emergiendo de las sombras. Llevaba una lámpara similar a la suya, pero la luz que emitía era oscura, como si absorbiera la claridad a su alrededor. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una capucha, pero sus ojos brillaban con una intensidad maligna.

—Tú no eres un espíritu perdido —dijo el Guardián, sus ojos afilándose—. ¿Quién eres?

La figura bajó la capucha, revelando un rostro joven, pero endurecido por las sombras. Su sonrisa era fría y calculadora.

—Soy Eron, un Guardián de las Sombras. Y tú, viejo amigo, estás fuera de tu elemento.

Antes de que el Guardián pudiera responder, más figuras emergieron de la penumbra. Cada uno llevaba una lámpara similar, pero con matices oscuros y corruptos. Sus movimientos eran precisos, casi coreografiados, como si fueran un solo organismo.

—¿Guardianes de las Sombras? —murmuró el Guardián, su voz cargada de incredulidad.

Eron asintió, complacido por la reacción.

—Creías que eras único, que la luz era la única respuesta. Pero nosotros entendimos la verdadera naturaleza del equilibrio. La oscuridad tiene su lugar, y nosotros somos su mano ejecutora.

El Guardián apretó los labios. Había oído rumores, leyendas de antiguos Guardianes que sucumbieron a la tentación de las sombras, creyendo que podían controlar la oscuridad para sus propios fines.

—El equilibrio no se mantiene con corrupción —replicó el Guardián, su lámpara brillando con más intensidad.

Eron levantó su lámpara oscura, que absorbió la luz circundante.

—¿Corrupción? No, Guardián. Lo que hacemos es necesario. Hay almas que deben ser conducidas no hacia la luz, sino hacia las sombras eternas. Alguien tiene que hacer el trabajo sucio.

Eron dio un paso al frente, su presencia aumentando la opresión en el aire.

—Pero no estamos aquí solo para charlar. Tú has sido una espina en nuestro costado durante demasiado tiempo. Es hora de que elijas: únete a nosotros y aprende el verdadero poder, o enfréntate a las consecuencias de oponerte a la Hermandad de las Sombras.

El Guardián no mostró miedo, pero su mente trabajaba rápido. Sabía que no podía enfrentarlos a todos a la vez. Cada miembro de la Hermandad era un antiguo Guardián de la Luz que había caído, y sus habilidades eran formidables.

—Elijo el camino que siempre he seguido —respondió, levantando su lámpara—. Uno que no se basa en el miedo ni en la manipulación.

Eron sonrió, como si hubiera esperado esa respuesta.

—Entonces, prepárate para tu primera lección.

Con un gesto de su mano, Eron envió una oleada de sombras hacia el Guardián. Este respondió con un destello de luz que desvió el ataque, pero inmediatamente se vio rodeado por los demás miembros de la Hermandad.

Las sombras y la luz chocaron en un espectáculo de energía pura. Cada Guardián de las Sombras tenía un estilo único: algunos atacaban con precisión calculada, mientras que otros usaban tácticas más caóticas. El Guardián se movía con agilidad, usando su lámpara no solo como un arma, sino como un escudo, reflejando y dispersando la oscuridad a su alrededor.

A pesar de su habilidad, las fuerzas estaban desequilibradas. Eron permanecía en el centro, observando con una sonrisa, como un maestro supervisando a sus discípulos.

—¿Es todo lo que tienes? —preguntó Eron, burlón—. Pensé que la Luz era más… impresionante.

Justo cuando la situación parecía desesperada, una figura emergió de las sombras detrás de Eron. Era un Guardián de la Luz menor que había desaparecido hacía mucho tiempo, y su lámpara aún brillaba con una luz pura.

—No estás solo, Guardián —dijo el recién llegado, posicionándose junto a él.

Eron frunció el ceño, visiblemente molesto.

—Ah, el traidor ha decidido mostrarse. Bien, dos luces serán más interesantes de apagar.

El Guardián de la Luz miró a su nuevo aliado y asintió.

—Esto apenas comienza.




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