Camuel jadeaba, su energía disminuyendo con cada segundo que pasaba fuera del cementerio. Las sombras lo rodeaban, alzándose como una marea negra que amenazaba con consumirlo. Valel observaba desde la penumbra, su sonrisa era una mezcla de satisfacción y burla.
—Lucha, joven aprendiz —murmuró Valel, levantando su lámpara oscura—. Si de verdad eres un Guardián, demuestra tu valía.
Camuel trató de mantenerse firme, pero sus fuerzas flaqueaban. El frío de las sombras le calaba hasta el alma, drenando su energía. Justo cuando una figura oscura se abalanzaba sobre él, un destello brillante cruzó la habitación.
Un ladrido resonó, fuerte y firme, rompiendo el silencio opresivo. Desde la entrada del hospital, Milo apareció como un relámpago, su figura espectral brillando con intensidad bajo la tenue luz. Corrió directo hacia Camuel, colocándose frente a él y mostrando los dientes a las sombras que lo rodeaban.
—¿Qué... un espíritu animal? —Valel frunció el ceño, desconcertado.
Antes de que pudiera reaccionar, un segundo destello iluminó la sala. Desde lo alto, Pluma descendió en un vuelo rápido, sus alas traslúcidas lanzando destellos que dispersaban temporalmente a las sombras cercanas. Emitió un trino agudo que resonó como un eco en las paredes del hospital.
—Milo... una ave?... —susurró Camuel, sorprendido pero aliviado.
El perro ladró nuevamente, dando un salto hacia una de las sombras que intentaba acercarse. Pluma, desde el aire, lanzó destellos que confundían y repelían a las figuras oscuras, creando un espacio alrededor de Camuel.
—¡No me uniré a ustedes! —dijo Camuel con renovada determinación, aprovechando el respiro que sus aliados le habían dado.
Valel observó con interés, su sonrisa torcida desapareciendo momentáneamente.
—Interesante... Pero no será suficiente para escapar de las sombras —murmuró.
Con un gesto rápido, Valel hizo que las sombras se compactaran, formando una ola oscura que avanzó hacia ellos. Milo ladró con más fuerza, corriendo alrededor de Camuel para guiarlo hacia la salida. Pluma revoloteaba sobre ellos, lanzando destellos para iluminar el camino.
Milo con cada ladrido alentaba a Camuel en su huida y aunque sus piernas temblaban por el agotamiento, Camuel siguió a Milo y Pluma, confiando en sus instintos. Esquivaron columnas derruidas y sombras que trataban de alcanzarlos, hasta que finalmente llegaron al vestíbulo. La salida del hospital estaba a la vista, pero las sombras seguían persiguiéndolos.
—¡No escaparás! —rugió Valel, haciendo que las sombras se extendieran como tentáculos para bloquear la salida.
En ese momento, Pluma lanzó un trino ensordecedor, más fuerte que nunca, mientras sus alas brillaban con una intensidad cegadora. La luz espectral iluminó todo el vestíbulo, haciendo que las sombras se retorcieran y retrocedieran momentáneamente. Milo aprovechó la oportunidad, mordiendo y desgarrando los tentáculos que se acercaban.
Ladrando fuertemente para que Camuel cruzara la puerta.
Con un último esfuerzo, Camuel atravesó la puerta del hospital, seguido de Milo y Pluma. Al sentir el aire fresco de la madrugada, su energía se estabilizó ligeramente, pero sabía que debía regresar al cementerio cuanto antes. Valel no los siguió, pero su voz resonó desde el interior del edificio.
—Volveremos a encontrarnos, aprendiz. Y para entonces, ni tus pequeños amigos podrán salvarte.
Camuel no se detuvo. Corrió por las calles desiertas, sintiendo a Milo y Pluma a su lado. El cementerio estaba a unos minutos de distancia, pero cada paso era una lucha contra su energía menguante. Finalmente, las rejas del cementerio aparecieron ante ellos.
Antes de cruzar la reja, Camuel se detuvo por un momento, sosteniéndose en la verja de hierro para recuperar el aliento. Miró a sus compañeros, su pecho aún subía y bajaba con rapidez. Milo lo observaba con ojos llenos de lealtad, mientras Pluma revoloteaba cerca, su luz tenue iluminando el sendero oscuro.
—Gracias... a los dos —dijo Camuel con la voz entrecortada, mirando especialmente a Pluma. Algo en su interior le decía que había más detrás de aquel pequeño espíritu alado—. ¿Quién... quién eres realmente?
Pluma se posó sobre la verja, sus alas brillando suavemente mientras bajaba la cabeza. Emitió un trino bajo, casi melancólico. En ese momento, Camuel sintió una conexión más profunda con ella. Cerró los ojos, dejando que los fragmentos de energía espiritual de Pluma se comunicaran con él.
Una imagen comenzó a formarse en su mente: una anciana visitando el cementerio, acompañada por el ave en vida. La anciana había fallecido, dejando al ave sola, atrapada en el cementerio por la tristeza de no encontrarla en el más allá. Pluma, al igual que Camuel, era un espíritu buscando un propósito, y había encontrado uno al proteger el cementerio junto a Milo.
Cuando abrió los ojos, Camuel miró a Pluma con una nueva comprensión.
—Eres increíble, Pluma. Perdiste a alguien importante, pero no te rendiste. Has elegido quedarte y proteger este lugar. —Hizo una pausa, su voz llena de gratitud—. Estoy agradecido de tenerte conmigo.
Pluma emitió un trino alegre, extendiendo sus alas con orgullo. Milo ladró suavemente, como si compartiera el sentimiento.
Finalmente, Camuel cruzó las rejas del cementerio, desplomándose al suelo mientras su energía se restauraba lentamente. Milo y Pluma permanecieron a su lado, vigilando en silencio mientras el joven Guardián recuperaba el aliento. La calma del cementerio lo envolvió, llenándolo de una sensación de seguridad.
—Gracias... —murmuró Camuel una vez más, mirando a sus compañeros—. No podría haberlo logrado sin ustedes.
Milo lamió su mano, mientras Pluma se posaba en su hombro, su pequeño cuerpo emitiendo una calidez reconfortante. Aunque las sombras seguían siendo una amenaza, Camuel sabía que ahora tenía aliados leales que lo ayudarían a enfrentarlas.
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Editado: 13.12.2024