El Guardián de la Luz y su aliado menor intercambiaron miradas rápidas antes de enfrentar al círculo de Guardianes de las Sombras que los rodeaban. La tensión era palpable; las lámparas de las sombras absorbían la poca luz del entorno, dejando el aire pesado y cargado de energía maligna.
—¿Qué tal si les mostramos cómo brilla la verdadera luz? —dijo el Guardián Menor, con una sonrisa desafiante mientras ajustaba el agarre de su lámpara.
—Que así sea —respondió el Guardián de la Luz, levantando la suya en alto.
Eron, aún en el centro del círculo, observaba con desprecio.
—Dos contra todos nosotros. Qué noble, pero desesperado. Quizás me arrepienta de darles esta oportunidad… o quizás no.
Con un gesto de Eron, las sombras atacaron. La lucha fue inmediata y feroz. Cada Guardián de las Sombras tenía un estilo de combate único, reflejo de su caída y su conexión con la oscuridad. Algunos lanzaban proyectiles de sombras que se movían como dagas en el aire, mientras otros deslizaban corrientes de oscuridad que parecían serpientes vivas.
El Guardián Menor se movía ágilmente, usando su lámpara para crear círculos de luz que repelían los ataques. A su lado, el Guardián de la Luz utilizaba su experiencia para desviar los embates más feroces, enviando ráfagas de luz cegadora que dispersaban momentáneamente a sus enemigos.
—¡A mi izquierda! —gritó el Guardián Menor, bloqueando un ataque dirigido hacia su compañero.
El Guardián de la Luz giró justo a tiempo, reflejando una lanza de sombras que casi lo alcanzaba. A pesar de su esfuerzo conjunto, la Hermandad era demasiado numerosa. Cada vez que lograban derribar a uno, otros dos tomaban su lugar.
Eron observaba desde el centro del combate, sin intervenir. Sus ojos brillaban con una mezcla de malicia y paciencia, como si esperara el momento perfecto para actuar.
—Están luchando bien, pero solo están retrasando lo inevitable —dijo Eron, su voz resonando en las ruinas.
El Guardián Menor vio una oportunidad y se lanzó hacia Eron, moviéndose rápidamente entre las sombras. Su lámpara brilló intensamente, proyectando un haz de luz directo hacia el líder de la Hermandad.
—¡Eron! —gritó, concentrando toda su energía en el ataque.
Eron levantó su lámpara oscura, absorbiendo el impacto y devolviendo una ráfaga de sombras. La explosión resultante envió al Guardián Menor volando hacia atrás, aterrizando pesadamente contra una columna rota.
—¿Eso es todo lo que tienes? —se burló Eron, caminando lentamente hacia él.
El Guardián de la Luz aprovechó la distracción para liberar una onda de luz que empujó a los demás miembros de la Hermandad hacia atrás. Corrió hacia su compañero, que se levantaba con dificultad, su lámpara aun brillando débilmente.
—No podemos ganar aquí. Son demasiados —dijo el Guardián Menor, con una voz llena de dolor y determinación.
El Guardián de la Luz apretó los dientes, sabiendo que su aliado tenía razón. Sin embargo, antes de que pudiera responder, el Guardián Menor lo miró fijamente, con una resolución que heló su corazón.
—Tú tienes que sobrevivir. La luz necesita un faro más grande que yo.
—No. No puedes estar pensando en… —respondió el Guardián de la Luz, pero su compañero ya estaba en movimiento.
El Guardián Menor corrió hacia el centro de las ruinas, donde Eron lo esperaba con una sonrisa maliciosa. La lámpara del Guardián Menor comenzó a brillar con una intensidad inusual, tan brillante que incluso las sombras retrocedieron.
—¿Qué haces? —dijo Eron, levantando su lámpara para defenderse.
—Cumpliendo mi propósito —respondió el Guardián Menor, una sonrisa tranquila en su rostro.
El Guardián Menor concentró toda su energía en un estallido final. La explosión de luz fue cegadora, rompiendo las sombras y desorientando a los miembros de la Hermandad. Eron intentó resistir, pero incluso él fue empujado hacia atrás, cubriéndose el rostro mientras su lámpara temblaba en sus manos.
El Guardián de la Luz, aprovechando la distracción, corrió hacia las ruinas exteriores. Al voltear, vio cómo la figura de su aliado comenzaba a desvanecerse, su lámpara finalmente extinguiéndose. Una tristeza profunda lo llenó, pero sabía que no podía detenerse ahora.
—Tu sacrificio no será en vano —murmuró, apretando con fuerza su lámpara.
Con las sombras debilitadas y Eron luchando por recuperar el control, el Guardián de la Luz logró escapar del templo. Al llegar a una colina cercana, se detuvo y miró hacia atrás. Las ruinas estaban envueltas en un brillo tenue, el último vestigio de la luz de su compañero.
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Editado: 13.12.2024