Camuel estaba sentado sobre una lápida desgastada, sus piernas colgando al borde mientras la brisa nocturna susurraba entre los árboles del cementerio. El Guardián de la Luz lo observaba desde la distancia, percibiendo la inquietud en su joven aprendiz. Finalmente, Camuel levantó la mirada y rompió el silencio.
—Hay algo que no te he contado, Guardián —dijo, su voz temblando ligeramente, pero con una firmeza nueva que no había mostrado antes.
El Guardián frunció el ceño y dio un paso adelante, sosteniendo su lámpara, cuyo brillo oscilaba tenuemente.
—¿Qué ocurre, Camuel? —preguntó con calma, aunque su tono llevaba un matiz de preocupación.
Camuel tomó una respiración profunda y comenzó a hablar, sus palabras llenas de peso.
—Hace poco, mientras investigaba cerca del hospital abandonado, tuve un encuentro con la Hermandad de las Sombras.
La expresión del Guardián se endureció, y la luz de su lámpara se intensificó brevemente.
—¿Cuándo sucedió esto? ¿Estás herido? —preguntó con urgencia, inspeccionándolo de arriba abajo.
Camuel negó con la cabeza, pero su rostro reflejaba el peso de lo vivido.
—Fue justo después de que recibí tu mensaje. Al llegar al hospital, el lugar estaba envuelto en una energía opresiva. Dentro, me enfrenté a Valel, un Guardián de las Sombras, y a sus seguidores. Tenían lámparas oscuras que absorbían la luz a su alrededor. Su líder me ofreció unirme a ellos... dijo que las sombras hacen el trabajo que nosotros no tenemos el valor de hacer, eliminando almas que no merecen redención.
El Guardián guardó silencio, escuchando atentamente mientras Camuel continuaba.
—Rechacé su oferta, pero no fue suficiente. Me atacaron, y sentí cómo cada golpe de sus sombras no solo drenaba mi energía, sino que intentaba quebrar mi propia luz. Por un momento, pensé que sería el final... pero Milo y Pluma llegaron a tiempo.
Camuel bajó la mirada, sus manos temblando al recordar.
—Milo los distrajo, y Pluma usó su luz para desorientarlos. Gracias a ellos, logré escapar. Pero antes de que pudiera llegar al cementerio, Valel prometió que esto no había terminado. Dice que las sombras no buscan equilibrio, sino controlar el destino de todas las almas.
El Guardián dejó escapar un suspiro pesado y colocó una mano en el hombro de Camuel.
—Lo que enfrentaste fue más de lo que cualquiera en tu lugar podría manejar. Milo y Pluma demostraron ser más que tus compañeros; son tus protectores. Pero no olvides esto: la Hermandad y los Guardianes de la Luz existen en un equilibrio frágil. Las sombras absorben o eliminan almas que no podemos controlar, incluso las más malignas. Ese equilibrio, aunque cruel, es necesario. Pero si han cruzado la línea y buscan eliminarnos, eso cambia todo.
Camuel levantó la mirada, sus ojos brillando con determinación.
El Guardián asintió lentamente, comprendiendo la pasión de su aprendiz.
—Lo que aprendiste hoy es una lección valiosa. No puedes enfrentarlos directamente todavía, pero tampoco estás solo. Entrenaremos. Fortaleceremos tu luz y a tus aliados. Pero recuerda: la fuerza no radica en destruir las sombras, sino en saber cuándo actuar para proteger lo que es justo.
Camuel apretó los puños, su voz firme.
—Quiero ser más fuerte, Guardián. No para buscar la batalla, sino para no volver a huir.
El Guardián sonrió levemente, con una mezcla de orgullo y preocupación.
—Entonces prepárate, Camuel. La oscuridad no retrocede fácilmente, pero juntos aprenderemos a enfrentarla.
Milo se acercó a Camuel, apoyando su cabeza contra su pierna, mientras Pluma descendía y se posaba en su hombro. Camuel acarició a ambos, su corazón lleno de gratitud. Bajo el cielo estrellado, sabía que las pruebas aún por venir serían más difíciles, pero también sabía que no enfrentaría la oscuridad solo.
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Editado: 13.12.2024