Camuel Talio

Camuel y el Legado del guardian

Camuel observó cómo la figura de su amigo desaparecía lentamente, dejando atrás únicamente un libro. En silencio, se acercó al objeto que reposaba sobre la lápida, su cubierta de cuero desgastada por los años. Al abrirlo, se encontró con algo inesperado: la caligrafía familiar del Guardián.

"Hola otra vez, joven Camuel," decía la primera página, y Camuel no pudo evitar sonreír. La lectura continuaba:

"Si estás leyendo esto, significa que te has vuelto tan increíble que yo ya puedo descansar. Primero, déjame decirte que he pasado casi 300 años en este cementerio… ¡imagínate eso!"

Camuel dejó escapar una risa suave, imaginando a su viejo amigo escribiendo aquellas palabras. Continuó leyendo.

"No necesitas ayudar a todas las almas que veas ni luchar contra cada sombra. Al igual que yo, necesitarás aliados y, algún día, un sucesor. Tal vez encuentres a alguien tan genial como yo... aunque lo dudo, jajaja.

En este libro encontrarás un mapa que te indica dónde deberás vivir ahora. Es un lugar sencillo, pero adecuado para ti. Dirás que eres un pariente lejano del antiguo Guardián del cementerio y trabajarás allí durante las noches, como yo lo hice. Aprende a moverte entre los vivos con naturalidad y, con el tiempo, quizás crees un libro mejor para tu sucesor."

Camuel giró la página, sintiendo una mezcla de curiosidad y melancolía. Entonces, encontró algo que lo conmovió profundamente.

"Camuel… nunca te dije mi nombre porque no quería encariñarme contigo. Pero, al final, lo hice. Y aunque dolió dejarte solo, me siento muy orgulloso de ti.

Mi querido amigo, me llamo Camilo. Adiós."

Camuel cerró el libro con cuidado, sosteniéndolo entre sus manos como si fuera un tesoro frágil. Sus ojos seguían fijos en la cubierta de cuero gastado, pero su mente vagaba entre los recuerdos de su tiempo con el Guardián, ahora conocido como Camilo. La pequeña risa que había escapado de sus labios al leer la primera página fue reemplazada por una mezcla de nostalgia y gratitud.

—Camilo... —murmuró, probando el nombre en voz baja, como si al decirlo pudiera mantener viva su conexión con él.

El cementerio estaba en completo silencio, salvo por el murmullo de las hojas mecidas por el viento. Camuel miró hacia la lámpara en su otra mano, ahora suya, y luego de nuevo al libro. Con cuidado, volvió a abrirlo, sus dedos rozando las páginas con reverencia. El mapa que Camilo mencionó estaba allí, doblado en una página cercana al inicio. Lo desplegó y observó con atención. Mostraba un pequeño pueblo en las cercanías del cementerio, con una casa modesta marcada con una "X".

—Así que ahí es donde viviste todo este tiempo —susurró, sintiendo una conexión más profunda con el hombre que había sido su mentor y amigo.

Camuel continuó leyendo. Las páginas estaban llenas de notas detalladas: consejos sobre cómo manejar los problemas comunes del cementerio, recordatorios de que no todas las almas podían o querían ser salvadas, y relatos personales que mezclaban sabiduría con humor.

"No te tomes todo tan en serio," decía una línea. "A veces, una buena risa puede iluminar más que esta lámpara."

Llegando al final del libro, encontró algo más que lo dejó sin aliento: un pequeño dibujo de ambos, hecho con trazos simples pero llenos de significado. En la ilustración, el Guardián Camilo sostenía la lámpara, mientras que Camuel, más joven, estaba a su lado, sosteniendo una versión más pequeña. Había una anotación al pie del dibujo que decía: "Mi mejor obra."

Camuel sintió que algo cálido llenaba su pecho, como si la presencia de Camilo todavía estuviera allí, observándolo y guiándolo. Cerró el libro nuevamente y se levantó. Sabía que ahora tenía que dar el siguiente paso, no solo como el nuevo Guardián del cementerio, sino como alguien que debía equilibrar la luz, las sombras y su propia humanidad.

Se dirigió al lugar señalado en el mapa al amanecer, con la lámpara en una mano y el libro en la otra. Al llegar, encontró la casa exactamente como la había imaginado: sencilla pero acogedora, con un jardín descuidado que probablemente había sido una obra de amor para Camilo en algún momento.

Dentro, la casa estaba llena de pequeños recuerdos del antiguo Guardián: fotos de paisajes, una colección de herramientas de jardinería y una silla desgastada frente a una chimenea apagada. Sobre la mesa principal, un sobre sellado esperaba. Camuel lo abrió con cuidado y encontró una última nota:

"Camuel, si llegaste aquí, significa que estás listo para enfrentar el mundo, no como mi aprendiz, sino como el Guardián de la Luz. Usa este hogar para recargar tu energía y para recordar que, aunque el trabajo puede ser solitario, nunca estarás realmente solo. Las estrellas siempre guiarán tu camino, y yo estaré ahí, en alguna de ellas. Con todo mi cariño, Camilo."

Camuel dejó que una lágrima solitaria recorriera su mejilla, pero esta vez no era de tristeza, sino de gratitud. Colocó el libro sobre la mesa y encendió la lámpara que ahora era suya, dejando que su luz iluminara el espacio. Luego, con un suspiro profundo, se preparó para empezar su nueva vida.

—Está bien, Camilo. Haré de este libro algo digno de un sucesor —dijo en voz alta, mirando el techo como si hablara directamente con las estrellas—. Pero no prometo que encontraré a alguien tan genial como tú. Eso será difícil.

Con una sonrisa y la determinación renovada, Camuel se instaló en su nuevo hogar, listo para enfrentar el futuro y las historias que aún estaban por escribirse.




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