Camuel Talio

La Decisión Dolorosa

El cementerio brillaba con una pureza inusual después de la explosión de energía que Camuel había liberado. No quedaba ni un rastro de las sombras que la Hermandad había traído consigo. El poder que ahora poseía era inmenso, más allá de lo que alguna vez había imaginado. Y aunque había purificado el lugar, la sensación de peligro permanecía en su mente. Las palabras de Eron seguían resonando como un eco siniestro, pero lo que más lo perturbaba era la mención de Lucas.

De regreso en su cabaña, Camuel se dejó caer en una silla, su linterna descansando sobre la mesa. Sabía que Lucas estaba en peligro simplemente por estar cerca de él. La Hermandad de las Sombras no era un enemigo que se detuviera ante nada, y si habían notado al joven, podrían usarlo como un punto débil para atacarlo.

—No puedo permitir que eso ocurra —murmuró para sí mismo, con el corazón pesado.

De pronto, un golpe fuerte resonó en la puerta. La voz de Lucas, llena de urgencia, lo llamó.

—¡Camilo! ¡Camilo! ¿Estás dentro?

Camuel apretó los ojos con fuerza. Sabía lo que debía hacer, pero no esperaba que fuera tan pronto. Se levantó lentamente y abrió la puerta, su rostro mostrando una severidad que Lucas nunca había visto antes.

—Lucas —dijo con voz firme—, ya no puedes seguir viniendo.

El niño parpadeó, desconcertado.

—¿Qué? ¿Por qué? Camilo, ¿qué pasó? Yo puedo ayudarte…

—¡No! —gritó Camuel, su voz retumbando como un trueno. El viento se levantó a su alrededor, moviendo hojas secas y haciendo que las ventanas de la cabaña temblaran. Pluma, que estaba posada cerca, voló asustada hacia un rincón.

Lucas retrocedió, visiblemente asustado. Nunca había visto a Camuel de esa manera, y la imagen de su amigo, siempre tranquilo y paciente, gritándole, lo dejó atónito.

—Lo siento —dijo Camuel, su voz bajando un poco, pero aún cargada de firmeza—. Pero no puedes volver aquí, Lucas. Es por tu propio bien.

—Pero… —intentó protestar el niño, con los ojos llenos de confusión y dolor—. ¿Qué hice mal? ¿Por qué me estás alejando?

Camuel respiró profundamente, intentando controlar sus emociones. Quería explicarle, decirle que lo estaba protegiendo, pero sabía que cualquier explicación solo lo pondría en más peligro.

—No puedo decirte más, Lucas. Solo vete. Y no vuelvas.

Lucas lo miró por un momento más, con lágrimas acumulándose en sus ojos. Luego, sin decir una palabra más, se giró y corrió, alejándose de la cabaña y del hombre que había considerado su amigo y mentor.

Camuel lo observó desaparecer entre los árboles, su figura encogida y temblorosa mientras se alejaba. Cuando ya no pudo verlo más, cerró la puerta lentamente y apoyó la frente contra ella.

—Perdóname, Lucas —susurró, con la voz quebrada.

Se dejó caer en su silla una vez más, hundido en una amargura que lo consumía. Había hecho lo que creía necesario, pero eso no aliviaba el dolor de haber herido al único amigo vivo que tenía. Tomó el viejo libro de Camilo y lo abrió, buscando consuelo en las palabras de su mentor.

"La soledad es parte de nuestra carga como Guardianes," leyó en una página marcada por el tiempo. "Habrá momentos en que debas apartar a los demás para protegerlos, incluso si eso significa que tú cargarás con el peso de su dolor y el tuyo."

Camuel cerró los ojos, dejando que esas palabras lo envolvieran. Camilo había pasado por esto antes; lo sabía. Pero eso no hacía la carga más ligera. Mientras la noche caía, el Guardián permaneció en silencio, repasando las páginas del libro, buscando una fuerza que sentía que había perdido.

Lucas, mientras tanto…

El joven corrió hasta que sus piernas no pudieron más. Se detuvo en la plaza del pueblo, jadeando y con lágrimas corriendo por sus mejillas. Las palabras de Camilo lo habían herido profundamente, pero también habían encendido algo en él: una chispa de curiosidad y determinación.

—Algo pasó —murmuró para sí mismo, secándose las lágrimas con la manga—. Camilo no es así. Algo o alguien lo está asustando. Y voy a descubrir qué es.

Con esa idea fija en su mente, Lucas comenzó a trazar un plan. Sabía que no podía enfrentarse a lo desconocido como lo hacía Camilo, pero también sabía que había cosas que él podía ver y entender de una manera única. No iba a rendirse, no sin luchar por su amigo.

La separación entre ellos había comenzado, pero el vínculo que compartían no se rompería tan fácilmente. Mientras Camuel buscaba respuestas en el pasado, Lucas, desde su rincón en el pueblo, comenzaba a buscar un camino hacia la verdad.




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