El cementerio estaba tranquilo, con una brisa suave que movía las hojas secas sobre el suelo. La luz tenue de la luna iluminaba los senderos, proyectando sombras alargadas que parecían danzar al ritmo del viento. Milo avanzaba con determinación, olfateando el aire en busca de un rastro familiar. A cada paso, sus movimientos eran acompañados por el sonido de patas ligeras: un gato negro, cuya cola se agitaba con creciente interés.
De pronto, un suave aleteo rompió el silencio. Una pequeña ave translúcida se posó sobre la cabeza de Milo, ladeando su diminuta cabeza espectral.
—Incluso un espíritu ave —comentó el gato negro, observando a la recién llegada con ojos afilados y una cola que se movía de un lado a otro.
Milo, sin prestar atención a la observación, levantó el hocico de golpe y empezó a correr alegremente en una dirección clara. El gato, al verlo alejarse con tanta prisa, soltó un suspiro profundo antes de seguirlo a un ritmo mucho más lento.
—Perros… —murmuró, sus palabras arrastradas entre maullidos resignados.
A poca distancia, Camuel estaba inclinado junto a una anciana espectral. Su figura emitía una luz suave, envolviendo a la mujer en una atmósfera de tranquilidad.
—Dama, en la noche podría ayudarle a cumplir su deseo. Sea paciente —le decía Camuel con dulzura, inclinándose levemente.
—Seré paciente, seré paciente. Muchas gracias, querido —respondió la ancianita con una sonrisa agradecida antes de desvanecerse lentamente en la penumbra del cementerio.
Camuel se levantó justo a tiempo para ser embestido por Milo, quien saltó hacia él con entusiasmo. El Guardián rió mientras acariciaba la cabeza del perro espiritual.
—Milo, ¿dónde estabas? Estaba preocupado… La Hermandad ha vuelto —dijo, su tono reflejando la seriedad de sus pensamientos.
—Y necesitarás ayuda para controlar la situación —interrumpió una voz desconocida. Camuel levantó la vista y vio al gato negro, quien hábilmente se había posado sobre una lápida cercana.
—Un gato… y hablas. Debes ser Ro —respondió Camuel, observándolo con curiosidad.
El gato inclinó sus orejas hacia atrás, estrechando la mirada.
—¿Me conoces? —preguntó, su tono lleno de cautela.
—Sí, pero solo porque leí sobre ti en el libro que me dejó Camilo —contestó Camuel mientras se sentaba en una tumba cercana, su lámpara transformándose en un farol cuya luz parpadeaba suavemente.
Ro bajó la mirada un momento antes de responder.
—Ya veo. Así que eres el niño Camuel. Camilo siempre me hablaba de cómo te convertirías en un gran Guardián. Aunque veo que estaba exagerando —añadió con desdén, lamiéndose una pata.
Camuel sonrió cálidamente, sin dejarse afectar por el comentario.
—¿Y qué te trae por el cementerio, Ro? Leí que no te gustaba este lugar —dijo con un tono amistoso.
El gato, incómodo por la serenidad de Camuel, bajó de la lápida y se sentó en su regazo. Sus ojos, fijos en los del Guardián, mostraban un brillo intrigante.
—Tienes un problema, y no quiero que me involucres en ello. No te ayudaré… pero —hizo una pausa y miró hacia otro lado— te daré una pista para que no me molestes más.
Camuel recordó las palabras de Camilo: “Tengo un muy buen amigo en el pueblo, Ro. Siempre ayuda en silencio a todos los fantasmas y personas. Nunca te dirá que quiere ayudarte, pero cuando lo conozcas, te darás cuenta de lo gracioso que es. Y tiene una cola muy suave”. Camuel sonrió para sí mismo y trató de acariciarlo, pero el gato arañó su mano suavemente.
—¿Una pista? —preguntó Camuel, algo intrigado.
—Sí. Necesitas a alguien del lado de la Hermandad —contestó Ro mientras se estiraba y bajaba del regazo de Camuel.
Camuel lo miró con sorpresa y confusión.
—¿Ellos no son enemigos, Ro? Solo buscan ocupar las sombras para dominar todo.
El gato subió ágilmente a un árbol cercano, su figura negra apenas visible entre las ramas.
—Ellos no son enemigos, Camuel. Solo están haciendo las cosas mal… Pero son necesarios para mantener el equilibrio entre los no vivos —dijo, bostezando y acomodándose en una rama.
—¿Necesito volverlos mis aliados? Pero… ¿cómo? —preguntó Camuel, aún confundido.
Ro entrecerró los ojos con indiferencia y respondió con desgano.
—Ya te di una pista. Ahora busca la solución por tu cuenta —dijo, su voz acompañada de un bostezo largo.
Mientras la conversación llegaba a su fin, una figura se movía entre las tumbas, oculta por las sombras. Sus ojos brillaban con intensidad mientras susurraba para sí misma.
—Un aliado de los malos… —murmuró, antes de desaparecer en la oscuridad.
#24411 en Fantasía
#9712 en Personajes sobrenaturales
fantasmas busqueda de propocito, fantasmas y organisaciones malvadas
Editado: 10.01.2025