Camuel Talio

Plan y valentía

Lucas avanzaba entre las tumbas del cementerio con pasos cuidadosos, aunque sus pensamientos iban a toda velocidad. A pesar de sus 12 años, ya había decidido que estaba dispuesto a arriesgarse por Camuel. "Si necesitan un aliado en la Hermandad... yo puedo serlo", pensó, con una mezcla de emoción y miedo.

En su mente, esto no era solo un acto de valentía, sino también una gran aventura, como las que leía en los libros que Camuel solía dejarle. Sin embargo, las sombras que lo rodeaban no eran cuentos. Eran reales, y su presencia se hacía más opresiva cuanto más se adentraba en las profundidades del cementerio.

Un susurro le interrumpió.

—Un niño... aquí... qué inesperado.

Lucas giró rápidamente, encontrándose con dos figuras que emergían de la oscuridad. La primera, un hombre alto con ojos afilados y una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Era Eron, cuya presencia parecía absorber la luz a su alrededor. A su lado con una mirada tranquila pero penetrante Valel.

—ah, que sorpresa, el amiguito vivo del guardián de la luz —hablo Eron, su voz suave pero cargada de amenaza.

Lucas no mostró miedo. Había aprendido que mostrar debilidad con espíritus o adultos no servía de nada.

—Soy Lucas —respondió, cruzándose de brazos—. Y quiero unirme a la Hermandad.

Valel arqueó una ceja, sorprendida. Eron soltó una risa corta, seca y burlona.

—¿Unirte? ¿A nosotros? —repitió Eron, como si estuviera saboreando las palabras—. ¿Y qué podría ofrecernos un niño?

Lucas levantó la barbilla, decidido.

—Conozco a Camuel. Sé cómo piensa, cómo actúa. Puedo ayudarlos.

Valel intercambió una mirada con Eron. Había algo en la confianza de Lucas que les resultaba... intrigante.

—Interesante... —murmuró Valel, inclinándose ligeramente hacia el niño—. Pero la Hermandad no confía en cualquiera, y mucho menos en un niño que parece no entender con quién está hablando.

Lucas dio un paso adelante, su pequeño cuerpo emanando una valentía desproporcionada para su edad.

—¿Confianza? ¿Y quién confía en ustedes? —replicó con una sonrisa traviesa—. Sé que están en problemas. Camuel está buscando la manera de detenerlos, y yo puedo darles información que podría salvarlos. Solo tienen que escucharme.

Eron dejó escapar un suspiro teatral, pero había un destello de interés en sus ojos.

—Este niño tiene agallas —dijo, mirando a Valel—. Pero eso no basta. Si quiere unirse a nosotros, deberá demostrar su valor.

Valel asintió lentamente, sus labios curvándose en una sonrisa apenas perceptible.

—Muy bien, Lucas. Si realmente quieres formar parte de la Hermandad, hay algo que puedes hacer por nosotros. Algo pequeño... para empezar —dijo, su voz goteando con una mezcla de dulzura y peligro.

Lucas parpadeó, emocionado. Por un momento, pareció olvidar dónde estaba y con quién hablaba.

—¿Qué cosa? ¡Haré lo que sea! —dijo, sin pensar.

Valel se acercó más, inclinándose hasta quedar a su altura.

—Queremos que obtengas algo para nosotros. Un objeto que Camuel protege con tanto fervor... su lámpara. Tráenosla, y veremos si tienes lo necesario para ser uno de nosotros.

El rostro de Lucas se tensó. La lámpara de Camuel no era solo una herramienta, era una extensión de él mismo, un símbolo de su conexión con la luz. Robarla no era algo que pudiera tomarse a la ligera.

—¿La lámpara? —repitió, tratando de ganar tiempo.

—¿Te estás echando atrás ya? —se burló Eron, cruzándose de brazos—. Tal vez no seas tan listo como pensábamos.

Lucas apretó los puños, su mente trabajando a toda velocidad. Si quería proteger a Camuel, tal vez este era el precio que debía pagar.

—Está bien. Lo haré —dijo finalmente, con un tono que intentaba sonar seguro.

Valel y Eron intercambiaron una última mirada antes de desvanecerse en las sombras.

—Buena suerte, pequeño Lucas. —La voz de Eron resonó en la penumbra, dejando a Lucas solo bajo la fría luz de la luna.




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