La Nueva Luz

El día había traído consigo un sol tenue, apenas visible tras un manto de nubes grises. En el cementerio, las sombras aún se aferraban a las lápidas y árboles, como si la noche se resistiera a irse. Camuel caminaba entre los senderos de tierra, su figura desdibujada y traslúcida. A pesar de que podía proyectarse al mundo físico por momentos, sabía que no era suficiente. Necesitaba más.

Milo trotaba a su lado, atento a cada movimiento, mientras Pluma volaba en círculos sobre ellos, su trino constante llenando el aire. Camuel alzó la mirada hacia el cielo y cerró los ojos, tratando de encontrar la luz dentro de sí.

—La lámpara era solo un canal... una herramienta para dirigir mi luz —murmuró, dejando que las palabras se asentaran en su mente—. Entonces, solo tengo que aprender a canalizarla de otra manera.

Un destello de determinación cruzó su rostro. Se detuvo junto a un viejo roble y extendió sus manos frente a él, concentrándose con todas sus fuerzas.

Desde lo alto del árbol, Ro lo observaba con las orejas planas y la cola golpeando la rama con irritación. Finalmente, el gato negro perdió la paciencia y descendió con un salto ágil, aterrizando junto a Camuel.

—Muchacho, ¿qué rayos haces? —preguntó Ro, su tono lleno de exasperación.

Camuel dio un respingo y se giró hacia el gato.

—Yo... estoy tratando de sacar mi luz —dijo, mostrando sus manos vacías con una mezcla de inseguridad y esperanza.

Ro entrecerró los ojos, evaluando al joven Guardián, y sin previo aviso, levantó una pata y arañó la mano de Camuel.

—¡Ah! —exclamó Camuel, retirando la mano adolorido. La sensación lo sorprendió; aunque era un fantasma, el dolor era real.

—Veamos, niño, ¿a dónde diriges esa energía? —preguntó Ro, agitando su cola con frustración—. ¿Cómo la imaginas? ¿Qué forma tiene? ¡Piensa en todo eso!

Camuel sostuvo su mano herida contra su pecho, reflexionando sobre las palabras del gato. Cerró los ojos y comenzó a responderse en silencio:

"Quiero dirigir mi luz fuera de mí. Es muy brillante y poderosa. Tiene forma..."

Abrió los ojos de golpe, una pequeña sonrisa curvándose en sus labios mientras un recuerdo lo invadía: Lucas, corriendo y riendo, imitando la pose de un héroe mientras agitaba una linterna imaginaria.

—Tiene forma de linterna —dijo en voz alta, la sonrisa en su rostro desvaneciéndose al recordar a Lucas y lo que había sucedido.

De repente, un destello cegador salió de su mano. Camuel retrocedió, sorprendido, mientras una luz cálida y brillante se formaba frente a él. Colocó ambas manos hacia adelante, y ahí estaba: una linterna hecha de pura luz, suspendida en sus dedos.

Camuel la miró boquiabierto, sus ojos llenos de asombro. La linterna era hermosa, pequeña pero intensa, irradiando una energía que parecía provenir directamente de su interior.

—¡Lo logré! —exclamó, su voz vibrando con emoción desbordante.

Pero en su entusiasmo, perdió la concentración. La luz parpadeó y desapareció como si nunca hubiera existido. Por un momento, Camuel se quedó inmóvil, mirando sus manos vacías. Luego, una risa nerviosa brotó de sus labios, y antes de darse cuenta, estaba saltando de alegría por todo el lugar.

—¡Lo hice! ¡Lo hice! ¡Puedo hacerlo otra vez! —gritaba, girando en círculos mientras Milo ladraba emocionado y Pluma aleteaba a su alrededor.

Desde una rama alta del árbol, Ro lo observaba con una sonrisa pequeña pero genuina.

—Por lo menos aprende rápido —murmuró, lamiéndose una pata con aparente indiferencia, aunque el brillo en sus ojos delataba cierto orgullo.

Camuel se detuvo por un momento, respirando profundamente mientras miraba el espacio donde la linterna había estado.

—Este es solo el primer paso —dijo para sí mismo, su voz llena de determinación—. Pero si puedo hacerlo una vez, puedo hacerlo siempre.

A pesar de las sombras que lo rodeaban, Camuel sentía una chispa de esperanza ardiendo en su interior. Había encontrado un nuevo camino, y sabía que, con esfuerzo, esa luz crecería hasta iluminar todo a su alrededor.