Camuel Talio

Dudas en la oscuridad

La noche envolvía al cementerio con su manto de sombras, pero Camuel no podía encontrar la paz que traía la oscuridad. Estaba sentado en la entrada, sus ojos fijos en el camino de tierra que llevaba al pueblo. Esperaba ver a Lucas aparecer corriendo como tantas otras veces, con su sonrisa traviesa y algún comentario ingenioso. Pero la noche seguía avanzando, y Lucas no llegaba.

Camuel suspiró, su mirada llena de preocupación.

—¿Por qué lo hiciste, Lucas? —murmuró para sí mismo, dejando que sus pensamientos lo arrastraran hacia el recuerdo de la lámpara robada.

Desde una rama alta de un árbol cercano, Ro observaba en silencio. El gato negro se estiró perezosamente antes de hablar, su voz cargada de su característico tono burlón.

—¿No crees que el pequeño no se quedó quieto ante tu problema con la Hermandad? —preguntó, dejando que sus palabras flotaran en el aire.

Camuel se estremeció. Giró hacia el gato, con una mezcla de incredulidad y alarma en el rostro.

—¿Dices que... Lucas se unió a la Hermandad? ¿A los Guardianes de las Sombras? —preguntó, su voz quebrándose ligeramente al final.

Ro no respondió. Bajó la cabeza para lamerse una pata, como si la pregunta no mereciera su atención. Pero para Camuel, el silencio del gato decía más que cualquier palabra.

El Guardián se quedó inmóvil, como si la idea fuera demasiado para procesarla. Sabía que Lucas era increíblemente listo, que nunca dudaba en actuar rápidamente ante un problema. Pero ir hacia la Hermandad… eso era peligroso. Era algo que un niño de su edad no debía enfrentar, y menos siendo humano.

—Lucas sigue siendo un niño... —dijo Camuel en voz baja, como si intentara convencerse de algo—. Él no debería cargar con responsabilidades tan grandes. Es mi deber proteger la luz, no el suyo.

Ro dejó escapar un bufido suave, bajando del árbol con movimientos fluidos. Caminó hacia Camuel, sus ojos verdes brillando con una mezcla de burla y sabiduría.

—Aaah... Creo que aún te falta entender el mundo de los vivos, Guardián —dijo, moviendo la cola con desdén mientras comenzaba a alejarse en dirección a la salida del cementerio.

Camuel lo observó marcharse, lleno de dudas por lo que el gato había insinuado. ¿Qué significaban esas palabras? ¿Qué era lo que él no entendía sobre los vivos? ¿Acaso no había pasado suficiente tiempo entre ellos?

La incertidumbre pesaba sobre él, pero no podía dejar que lo venciera. Cerró los ojos, buscando la chispa de luz dentro de sí mismo. Lucas necesitaba ayuda. Y si él no podía enfrentarse a la Hermandad tal como estaba, entonces tenía que hacerse más fuerte.

Extendió las manos frente a él, concentrándose. Visualizó la linterna que había logrado formar anteriormente, su brillo cálido y constante. La sentía dentro de él, como un eco que esperaba ser liberado.

—Soy la luz. Siempre he sido la luz. La lámpara era solo un medio... —murmuró, repitiendo las palabras que habían comenzado a grabarse en su mente.

Un destello iluminó sus manos, y por un momento, la linterna de luz se formó nuevamente, flotando con un brillo tenue. Camuel sonrió, sintiendo una chispa de esperanza en su interior.

—Lo haré, Lucas. Te traeré de vuelta, y protegeré esta luz... nuestra luz —dijo, mientras la linterna desaparecía nuevamente en un destello.

Aunque todavía quedaba mucho por aprender, Camuel sabía que estaba en el camino correcto. Era un Guardián de la Luz, y no iba a abandonar a Lucas ni a la misión que ambos compartían.




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