La sala de entrenamiento estaba fría y oscura, como de costumbre, pero Lucas ya se había acostumbrado al ambiente opresivo. Frente a él, un círculo de símbolos brillaba débilmente, encerrando a un espíritu maligno que se agitaba con furia. Su forma era errática, una mezcla de sombras y fragmentos de lo que alguna vez fue un ser humano. Los ojos del espectro brillaban con un rojo intenso, y su grito resonaba como un eco sin fin.
Valel observaba desde un rincón de la sala, sus brazos cruzados y su expresión de siempre, dura e imperturbable. Sin embargo, en su mirada había un rastro de duda. ¿Estaría Lucas listo para esto?
—Escucha, niño. Este no es un espíritu cualquiera. Ha cruzado el límite de lo que puede ser redimido. Es pura maldad ahora, y si no lo exorcizas, podría transformarse en un demonio en cualquier momento —dijo Valel, su tono frío pero serio.
Lucas tragó saliva, pero no retrocedió. Estaba nervioso, claro, pero había aprendido a enfrentarse al miedo. Dio un paso adelante, enfocándose en el espíritu. Recordó las lecciones de Eron y Valel: las sombras son una herramienta, no un enemigo.
—Entendido —respondió Lucas, su voz más firme de lo que se sentía por dentro.
Valel alzó una ceja, impresionado por la seguridad en las palabras del chico. Sin decir nada más, dejó que Lucas tomara el control.
Lucas cerró los ojos, extendiendo las manos hacia el espíritu. Podía sentir su presencia, fría y pesada, como si intentara aplastarlo. Concentró su energía, visualizando las sombras a su alrededor envolviendo al espíritu, atrapándolo. Las sombras respondieron a su llamado, girando en espirales rápidas y oscuras.
El espíritu gritó, su forma distorsionándose mientras luchaba contra las sombras que lo contenían. Lucas apretó los dientes, esforzándose por mantener el control.
—Esa cosa te está probando, niño. No cedas —dijo Valel desde su rincón, aunque no intervino.
Finalmente, el espíritu se detuvo, su forma comenzando a disiparse. Lucas respiró hondo, canalizando un último impulso de energía para sellar el exorcismo. Con un grito final, el espíritu desapareció en un destello oscuro.
Lucas se mantuvo en pie, jadeando, pero sonrió al ver el círculo vacío frente a él.
—es un poco más fácil —murmuró para sí mismo.
—Eso fue aceptable, niño —comentó Valel, aunque en su tono había un rastro de aprobación.
Antes de que Lucas pudiera recuperarse por completo, la temperatura de la sala descendió drásticamente. Una risa profunda resonó en el aire, haciendo que Valel se tensara.
—Esto no puede ser... —murmuró, acercándose rápidamente a Lucas.
Del círculo donde había estado el espíritu comenzó a emerger algo nuevo. Una forma grande y grotesca, con cuernos que casi tocaban el techo de la sala y ojos que brillaban como brasas. El espíritu había evolucionado en un demonio antes de ser completamente exorcizado.
—¡Retrocede, niño! —gritó Valel, empujando a Lucas hacia atrás mientras desenvainaba una daga negra.
Lucas, sin embargo, no se movió. Su mirada estaba fija en el demonio, sus manos apretadas en puños. Sabía que esto era más grande que cualquier cosa que hubiera enfrentado antes, pero algo dentro de él no le permitía huir.
—No... puedo hacerlo. Déjame intentarlo —dijo Lucas, poniéndose de pie.
—¿Estás loco? Esto no es un simple espíritu. Es un demonio. Podría destrozarte en segundos —respondió Valel, su tono más áspero que nunca.
Pero Lucas no escuchó. Cerró los ojos y extendió las manos nuevamente. Sentía las sombras a su alrededor, pero también algo más. Una luz tenue, una chispa que había comenzado a crecer en su interior desde que se unió a la Hermandad.
—¡Lucas! —gritó Valel, pero el chico ya estaba canalizando su energía.
El demonio rugió, lanzándose hacia Lucas, pero las sombras y la luz respondieron al unísono. Una barrera oscura y brillante se formó frente a él, deteniendo al demonio en seco. Lucas abrió los ojos, su rostro lleno de concentración.
—No dejaré que lastimes a nadie —dijo con firmeza.
Las sombras giraron alrededor del demonio, envolviéndolo como cadenas, mientras la luz de Lucas atravesaba su núcleo. El demonio rugió, luchando con todas sus fuerzas, pero Lucas no cedió. Con un último grito, el demonio se desintegró en un destello de oscuridad y cenizas.
Lucas cayó al suelo, agotado pero vivo. Valel se acercó rápidamente, su rostro mostrando algo que rara vez permitía: sorpresa.
—¿Cómo hiciste eso? —preguntó, ayudándolo a levantarse.
Lucas la miró, su respiración entrecortada pero su sonrisa intacta.
—No lo sé... solo lo hice. Sabía que podía hacerlo —respondió.
Valel lo observó en silencio por un momento antes de hablar.
—Eres... diferente, niño. Tal vez no estaba equivocado en desconfiar de ti, pero no puedo negar que tienes algo especial.
Lucas asintió, aún procesando lo que acababa de suceder. Había enfrentado a un demonio y ganado. Tal vez, solo tal vez, realmente pertenecía allí.
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Editado: 12.02.2025