La sala de la Hermandad estaba llena de movimiento. Eron y Valel habían intensificado el entrenamiento de Lucas, exigiendo cada vez más de él. Su capacidad para controlar las sombras ya era impresionante, pero ahora lo estaban llevando al límite.
—Concéntrate, niño. Las sombras no responden a la duda. Si quieres que sean tus aliadas, debes mostrarles tu voluntad —dijo Eron, su tono severo mientras caminaba alrededor de Lucas.
Lucas, con el ceño fruncido y las manos extendidas, intentaba contener una esfera de sombras giratoria que parecía luchar por liberarse de su control. La energía era inestable, y pequeñas ráfagas salían disparadas, chocando contra las paredes.
—¡Estoy tratando! —gritó Lucas, apretando los dientes mientras intentaba mantener la esfera en su lugar.
Valel, apoyado contra una columna, lo observaba con los brazos cruzados.
—No basta con intentarlo. Si no puedes mantener el control de algo tan básico, jamás estarás listo para lo que viene —dijo, su voz fría pero calculadora.
Lucas dejó escapar un gruñido de frustración, pero logró estabilizar la esfera. La dejó flotar frente a él durante unos segundos antes de disiparla en un suspiro de alivio.
—¿Qué viene? —preguntó Lucas, limpiándose el sudor de la frente.
Eron intercambió una mirada con Valel antes de responder, su tono más suave de lo habitual.
—El momento en que debas enfrentarte a algo más grande que un simple espíritu. Un Guardián, por ejemplo.
Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda. No era la primera vez que escuchaba algo así, pero ahora las piezas comenzaban a encajar. Lo estaban preparando para enfrentarse a Camuel.
"Camilo", pensó Lucas, recordando cómo había llamado a su amigo desde que lo conoció.
Esa noche, mientras regresaba a casa, Lucas caminaba en silencio, perdido en sus pensamientos. El aire fresco lo ayudaba a calmarse, pero no podía evitar sentir el peso de lo que estaba ocurriendo.
Al llegar a casa, fue directo a la cocina, donde su madre estaba preparando la cena.
—¡Mamá! —exclamó, entrando con pasos apresurados.
—¿Qué pasa, cariño? —respondió su madre, volviendo la mirada hacia él con una sonrisa.
Lucas se detuvo frente a ella, con el ceño fruncido y las manos en la cintura.
—¿Cómo puedo ayudar a mi amigo si alguien quiere derrotarlo... y ese alguien soy yo? —preguntó, su voz cargada de preocupación.
La madre de Lucas se quedó en silencio por un momento, procesando la pregunta.
—¿Por qué querrías derrotar a tu amigo? —preguntó, su tono curioso mientras volvía a cortar las verduras frente a ella.
Lucas alzó las manos al cielo, como si fuera obvio.
—¡Porque estoy engañando a los malos para ayudarlo!
Su madre dejó de cortar y lo miró, su expresión cambiando a una mezcla de diversión y curiosidad.
—Hmm... entonces deberías engañar a ambos —dijo finalmente, inclinándose un poco hacia él—. A tu amigo y a los malos. Podrías hacer tu propio bando y ayudar a ambos de alguna manera, ¿no crees?
Lucas parpadeó, procesando lo que había dicho. Durante unos segundos, su mente trabajó a toda velocidad. Entonces, con un grito, levantó los brazos y corrió hacia su habitación.
—¡Mamá, eres increíble! —gritó mientras subía las escaleras a toda prisa.
Una vez en su cuarto, encendió su computadora, su mente llena de ideas. Comenzó a teclear frenéticamente, llenando la pantalla con palabras e ideas.
"El Nuevo Guardián de los Fantasmas."
Ese sería su plan. Lucas no permitiría que Camuel o la Hermandad se destruyeran mutuamente. Él crearía un nuevo camino, uno que pudiera proteger tanto a los vivos como a los muertos.
Con una sonrisa traviesa, Lucas siguió escribiendo, sus manos volando sobre el teclado mientras planeaba su próximo movimiento.
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Editado: 12.02.2025