Camuel Talio

La luz y las sombras

La habitación de Lucas estaba en penumbra, iluminada solo por la luz azulada de la pantalla de su computadora. Desde la ventana del segundo piso, una figura ágil y oscura se coló sin hacer ruido. Ro, el gato negro, saltó con elegancia sobre la cama y se recostó, moviendo la cola con pereza mientras observaba el desorden del cuarto.

No tuvo que esperar mucho. Lucas entró unos minutos después, completamente agotado, y dejó caer su cuerpo al suelo con un suspiro largo.

—Eso es más difícil que la tarea de matemáticas de la escuela —dijo, riendo entre jadeos.

—Lo bueno es que eres bastante joven y tu energía se recupera rápidamente —respondió Ro desde la cama, su tono burlón pero tranquilo.

Lucas dio un respingo, levantándose de un salto al escuchar la voz.

—¡¿Qué, qué, qué haces aquí?! —exclamó, tratando de ocultar la capa de la Hermandad debajo de la cama con movimientos torpes.

Ro lo miró con una mezcla de diversión y paciencia.

—Ya sé todo, niño. Y aunque no quiera admitirlo, necesitas mi ayuda —dijo, sentándose en la cama y fijando su mirada afilada en Lucas.

Lucas cruzó los brazos, intentando mostrarse seguro.

—Estoy bien, ¡ya puedo controlar las sombras a la perfección! —dijo, inflando el pecho y adoptando una pose heroica.

Ro dejó escapar una risa suave y astuta.

—¿Y la luz? —preguntó, ladeando la cabeza con una sonrisa burlona.

Lucas se quedó en silencio por unos segundos. Sus pensamientos lo llevaron a Camilo, recordando las enseñanzas de su amigo. Finalmente, bajó la mirada.

—Yo... yo puedo crear algo así como un escudo. No es mucho, pero funciona —dijo, pateando el suelo con incomodidad.

Ro lamió su pata con calma antes de responder.

—Y eso es impresionante, niño. Muy pocos pueden manejar tanto la luz como las sombras.

Lucas lo miró, sorprendido por el halago, su entusiasmo volviendo poco a poco.

—¿De verdad? —preguntó, con los ojos brillando.

Ro asintió, su expresión mostrando una seriedad que rara vez mostraba.

—Te enseñaré más. Vas a crear algo nuevo, niño. No serás solo un peón de la Hermandad ni un seguidor ciego de la luz. Crearás tu propia facción, una que utilice tanto la luz como las sombras. Serás... —hizo una pausa dramática, inflando el pecho como si anunciara algo grandioso— ...el Guardián de las Penumbras.

Lucas lo miró fijamente, procesando el título. Después de unos segundos, frunció el ceño.

—No me gusta ese nombre. ¡Suena feo! —protestó, cruzándose de brazos.

Ro dejó escapar un bufido, como si el rechazo del nombre fuera una ofensa personal.

—No tienes sentido del estilo, niño —dijo, sacudiendo la cola con fastidio—. Pero el nombre es lo de menos. Lo importante es lo que harás.

Lucas dejó escapar una risa, relajándose un poco.

—Entonces, ¿qué es lo primero que tengo que hacer, maestro Ro? —preguntó, con una sonrisa traviesa.

Ro se estiró, poniéndose de pie sobre la cama con la gracia característica de un felino.

—Primero, niño, vamos a trabajar en combinar esa luz y esas sombras. Es una tarea difícil, pero si alguien puede lograrlo, eres tú. Después... después tendrás que enfrentarte a algo más grande que tú mismo.

Lucas lo miró, con la emoción burbujeando en su interior. Sentía que, por primera vez, tenía una dirección clara.

—¡Entonces empecemos! —dijo, levantando los puños al aire.

Ro dejó escapar una pequeña risa antes de saltar al suelo.

—Eso me gusta, niño. Pero no me hagas arrepentirme de ayudarte.

Mientras Lucas comenzaba a recoger su cuarto, lleno de entusiasmo, Ro lo observaba desde un rincón. Aunque no lo mostrara, estaba orgulloso del muchacho. Sabía que Lucas tenía el potencial para ser algo más grande de lo que cualquiera esperaba.

"El Guardián de las Penumbras, aunque el niño no lo sepa aún, será un título que marcará una era." pensó Ro, mientras sus ojos brillaban en el crepúsculo.




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