Camuel Talio

Equilibrio en la Penumbra

El amanecer apenas comenzaba a teñir el cielo de tonos naranjas y rosados cuando Lucas despertó sobresaltado al sentir un peso sobre su pecho.

—¿Qué demonios...? —murmuró, entreabriendo los ojos.

Ro lo miraba fijamente, sus ojos verdes brillando con intensidad mientras estaba cómodamente posado sobre él.

—Es hora de empezar, niño —dijo el gato negro, sin molestarse en moverse.

—¿Hora de qué? —preguntó Lucas, todavía adormilado.

—De tu entrenamiento avanzado, por supuesto. Si quieres ser algo más que un peón de la Hermandad, necesitarás aprender a equilibrar la luz y las sombras. Y déjame advertirte, no será fácil.

Lucas suspiró, apartando a Ro de su pecho y sentándose en la cama.

—¿No podemos esperar al menos hasta después del desayuno? —se quejó, frotándose los ojos.

—No, porque la vida no espera, niño. Vamos, levántate.

Con un bufido de resignación, Lucas se vistió rápidamente y siguió a Ro, quien ya había saltado por la ventana para guiarlo hacia un bosque cercano.

La Primera Prueba: Control

El lugar donde Ro lo llevó era un claro rodeado de árboles altos y oscuros. El aire estaba fresco, pero pesado, como si estuviera cargado de algo más que oxígeno. Lucas observó el área con curiosidad.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó, cruzándose de brazos.

—La primera lección es control. No puedes fusionar la luz y las sombras si no entiendes cómo dirigirlas sin que te consuman. Mira a tu alrededor, niño. Este lugar está lleno de ambas. La luz que atraviesa las hojas y las sombras que danzan en el suelo. Quiero que las sientas, que las llames.

Lucas frunció el ceño, cerrando los ojos como lo había hecho tantas veces en la Hermandad. Extendió las manos, buscando esa familiar sensación de las sombras, pero esta vez también intentó sentir la luz. Era más difícil de lo que pensaba.

—No funciona... no puedo sentirlas al mismo tiempo —dijo, abriendo los ojos frustrado.

Ro, sentado sobre una roca cercana, movió la cola con paciencia.

—Porque estás intentando controlarlas como si fueran cosas separadas. No lo son, niño. La luz y las sombras son dos caras de la misma moneda. Una no existe sin la otra. Tienes que encontrar el punto donde se encuentran.

Lucas cerró los ojos de nuevo, esta vez relajándose. En lugar de intentar forzar las energías, dejó que fluyeran hacia él. Poco a poco, comenzó a sentirlo: el calor de la luz y el frío de las sombras, entrelazándose como si estuvieran bailando.

Extendió una mano, y para su sorpresa, una pequeña esfera se formó en su palma. Era una mezcla de ambas energías, una luz tenue rodeada de oscuridad.

—¡Lo hice! —exclamó Lucas, abriendo los ojos.

—Pequeña, pero aceptable —dijo Ro, inspeccionando la esfera con interés.

Antes de que Lucas pudiera responder, la esfera comenzó a tambalearse y estalló en un destello inofensivo.

—¡Ah, vamos! —se quejó Lucas, dejando caer las manos a los costados.

Ro dejó escapar un bufido.

—El control requiere tiempo y práctica. Si esperabas dominarlo en cinco minutos, estás más tonto de lo que pensaba. Ahora, otra vez.

La Segunda Prueba: Resistencia

Tras horas de práctica, Ro llevó a Lucas al borde del bosque, donde las sombras eran más densas y opresivas. Allí, el aire se sentía más pesado, como si las sombras mismas intentaran aplastarlo.

—¿Y ahora qué? —preguntó Lucas, con el cuerpo agotado pero la mente decidida a seguir.

—Ahora, aprenderás a mantener el equilibrio en condiciones extremas. Este lugar está lleno de sombras que intentarán abrumarte. Tu tarea es simple: mantener la luz viva dentro de ti. Si no puedes, serás absorbido.

—¿Absorbido? —repitió Lucas, tragando saliva.

—Sí. Pero no te preocupes, niño. Estoy aquí para sacarte si algo sale mal... probablemente —dijo Ro con una sonrisa astuta.

Lucas suspiró y cerró los ojos una vez más, adentrándose en las sombras. De inmediato sintió su peso, como si trataran de invadirlo. Pero recordó las palabras de Ro: "La luz y las sombras son dos caras de la misma moneda".

—Vamos, Lucas... no te concentres solo en una —se dijo a sí mismo, tratando de mantener la calma.

Poco a poco, sintió la chispa de luz en su interior, pequeña pero firme. La alimentó, dejándola crecer mientras permitía que las sombras se mezclaran con ella. El equilibrio era inestable, pero logró mantenerse de pie, su cuerpo rodeado por un tenue resplandor.

Cuando abrió los ojos, vio que las sombras retrocedían ligeramente, como si reconocieran su fuerza.

—mmmmm... —murmuró Ro desde la distancia, impresionado a pesar de sí mismo.

Lucas salió del bosque con el cuerpo temblando de cansancio, pero con una sonrisa en el rostro.

—¡Lo hice, Ro! —dijo, riendo entre jadeos.

El gato negro lo miró desde una rama baja, su cola moviéndose lentamente.

—Lo hiciste bien, niño. Pero esto es solo el principio. La verdadera prueba será cuando tengas que usar ambas energías contra alguien que quiera destruirte.

Lucas asintió, su entusiasmo aún intacto.

—Estoy listo para lo que venga.

Ro lo miró por un momento antes de soltar una risa baja.

—Ya veremos, pequeño Guardián de las Penumbras. Ya veremos.




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