Camuel Talio

Controlar la Luz

Eron y Valel se encontraban en una cámara subterránea de la Hermandad, lejos del resto de los miembros. Solo las antorchas de sombra iluminaban la sala, proyectando sombras retorcidas en las paredes de piedra.

—No me gusta la idea de darle la lámpara a Lucas todavía —dijo Valel, con los brazos cruzados y la mirada afilada.

Eron se apoyó contra una columna, observándola con su habitual expresión despreocupada.

—Tienes razón —asintió—. Lucas es fuerte, pero aún es un niño. Si le damos algo tan valioso ahora, podríamos perderlo todo.

Valel chasqueó la lengua, frustrado.

—Pero al mismo tiempo, Camuel sigue ahí afuera... y sigue creciendo. Cada vez que creemos que hemos logrado debilitarlo, vuelve con más fuerza.

Eron entrecerró los ojos, recordando las últimas noticias sobre el Guardián de la Luz.

—Recuperó su cuerpo físico... sin la lámpara —murmuró, más para sí mismo que para Valel.

El asintió.

—Eso significa que no la necesita. Que la lámpara solo era un medio, no la fuente de su poder. Y si logró hacer eso sin ella, ¿qué pasará si sigue avanzando?

Eron dejó escapar un suspiro y se separó de la columna.

—Si Camuel sigue creciendo, llegará un punto en el que ni siquiera Lucas podrá enfrentarlo. Y si eso pasa, toda la Hermandad estará en peligro.

Valel golpeó la mesa con una mano.

—Entonces hay que mantenerlo bajo control. No podemos dejar que siga fortaleciéndose.

Eron sonrió levemente, con esa calma suya que siempre irritaba a Valel.

—¿Tienes un plan?

El se quedó en silencio por un momento, luego esbozó una pequeña sonrisa.

—Siempre.

Las sombras en la sala parecieron estremecerse.

Camuel estaba en la mira de la Hermandad. Y no pensaban dejar que siguiera creciendo.

La noche era silenciosa en el claro donde Camuel vivía. La luna bañaba el césped con su luz pálida, y el único sonido era el murmullo del viento entre los árboles. Camuel estaba sentado fuera de su casa, observando las estrellas con la linterna de luz flotando sobre su mano.

Algo dentro de él le decía que la calma no duraría mucho.

Milo, que dormía cerca, se incorporó de repente, gruñendo bajo. Pluma, que reposaba en una rama, abrió las alas con nerviosismo.

Camuel se puso de pie lentamente.

—¿Quién está ahí? —preguntó con voz firme.

El aire pareció volverse más denso. Las sombras se movieron antes de que él pudiera reaccionar.

Un torrente de oscuridad emergió del bosque, extendiéndose como tentáculos que se lanzaron hacia él. Camuel saltó hacia atrás, esquivando por poco el primer ataque. No estaba solo.

Desde la penumbra, figuras encapuchadas surgieron. Miembros de la Hermandad.

—Vaya, lo hiciste más fácil de lo que pensábamos —dijo una voz burlona.

Eron.

Camuel frunció el ceño.

—¿Vinieron a ver cómo me preparo para el duelo? —preguntó con sarcasmo.

—Vinimos a asegurarnos de que nunca llegues a él —respondió Valel con frialdad, emergiendo de las sombras a su lado.

Camuel apretó los puños.

—¿Tienen tanto miedo de mí?

—Tenemos miedo de lo que puedes llegar a ser —dijo Eron con una sonrisa sombría—. Y eso es un riesgo que no estamos dispuestos a tomar.

Los miembros de la Hermandad levantaron las manos al unísono. Las sombras se alzaron como una marea oscura, cerrando todas las salidas.

Camuel sintió la presión de la oscuridad tratando de sofocarlo, pero su mirada se endureció.

—No soy el mismo de antes —murmuró.

Y entonces, su luz explotó.

Un resplandor dorado iluminó el claro, chocando contra la oscuridad. Las sombras se retorcieron, resistiendo, pero Camuel no se dejó vencer. No esta vez.

—¡Milo, Pluma, ¡muévanse! —ordenó.

El perro espiritual se lanzó contra una de las figuras de la Hermandad, atravesándolo con un aullido ensordecedor. Pluma descendió en picada, cortando las sombras con la velocidad de un rayo.

Eron bufeo.

—Resiste más de lo esperado.

—No importa. Todos caen tarde o temprano —susurró Valel antes de hacer un gesto con la mano.

Camuel sintió el suelo bajo él ceder. Una trampa.

La sombra bajo sus pies lo envolvió como un remolino. La estaban intentando arrastrar al plano de las sombras.

Camuel gritó, sintiendo la presión aplastante de la oscuridad, pero se concentró.

—Mis lazos... son más fuertes que esto.

La luz estalló de su pecho, rompiendo la sombra a su alrededor.

Cuando la onda luminosa se disipó, la Hermandad se vio obligada a retroceder.

Camuel jadeaba, con el cuerpo tenso y la linterna de luz brillando con intensidad en su mano.

Eron y Valel se miraron entre sí.

—No va a ser fácil —dijo Eron con un suspiro.

—Nunca lo es, pero se cansara en algún momento—respondió Valel.

Ambos desaparecieron en la oscuridad, dejando solo susurros en el aire.

Camuel miró a su alrededor, asegurándose de que Milo y Pluma estuvieran bien.

—Quisieron atraparme... y fallaron. Pero volverán.

Se giró hacia su casa, con la mandíbula tensa.

Si querían detenerlo, tendrían que hacer algo mucho mejor.

Y él estaría listo.




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