La noche se extendía sobre el escondite de la Hermandad, envolviendo los pasillos en una penumbra inquietante. Lucas caminaba con rapidez, sintiendo su propio pulso acelerado mientras recorría las frías y estrechas salas subterráneas.
Faltaban dos días.
Sus preparativos estaban casi completos. Había dominado las sombras, había fortalecido su luz, había ideado su estrategia... Pero todo dependía de lo que hiciera Camuel cuando lo enfrentara.
Entró en el corredor principal y vio a un grupo de integrantes de la Hermandad conversando en voz baja. Se acercó a uno de ellos, su ceño fruncido con inquietud.
—¿Dónde están los maestros? —preguntó con un tono que intentaba sonar despreocupado.
El hombre lo miró de reojo y soltó una risa baja.
—Se fueron a molestar al Guardián de la Luz. Quieren debilitarlo antes del duelo. Ya sabes, para que sea más fácil para ti.
Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda. No. No era parte del plan.
Su primer instinto fue correr hacia la salida y detenerlos, pero se obligó a quedarse quieto. No podía mostrarse en contra de la Hermandad. Se tragó su ansiedad y puso la mejor cara de furia que pudo.
—¿Piensan que voy a perder contra él? —preguntó, su voz cargada de indignación—. Soy más fuerte de lo que creen.
Pisó fuerte el suelo y se alejó con un movimiento brusco, dejando atrás a los miembros de la Hermandad, que rieron entre murmullos.
Caminó hasta su habitación y cerró la puerta tras de sí, apoyando la espalda contra ella. No podía evitarlo. Estaba preocupado.
Se dejó caer de rodillas en el suelo y apretó las manos en un rezo silencioso.
—Camilo, Camilo... espero que estés bien.
Sus dedos temblaban. La batalla se acercaba, y Lucas no estaba seguro de estar listo para enfrentar no solo a Camuel... sino a sí mismo.
Lucas esperó en su habitación, con los puños cerrados y la respiración pesada. Cada segundo que pasaba sin noticias de Eron y Valel hacía que su rabia creciera.
Cuando finalmente escuchó el sonido de pasos acercándose por los pasillos de la Hermandad, salió de su habitación como un relámpago. Se dirigió directamente hacia ellos, su capa ondeando tras él.
Los encontró en la sala principal, conversando en voz baja.
—¡Ustedes dos! —su voz resonó en la habitación con un eco amenazante.
Eron y Valel giraron para mirarlo. Eron sonrió con esa tranquilidad suya, mientras que Valel entrecerró los ojos con su expresión calculadora.
—Oh, Lucas. Ya volviste —dijo Eron, con su tono relajado.
Lucas apretó los puños con tanta fuerza que sus uñas se clavaron en sus palmas.
—¿Por qué lo hicieron? —exigió, su voz contenida pero temblando de furia—. ¿Por qué atacaron a Camuel sin decírmelo?
Valel cruzó los brazos, mirándolo con dureza.
—Era necesario. Queríamos asegurarnos de que tu victoria fuera segura.
—¿Victoria segura? —Lucas dejó escapar una risa seca—. ¿Eso creen? ¿Que necesito que me arreglen la pelea?
Eron suspiró y dio un paso adelante.
—No es cuestión de si puedes o no ganar, Lucas. Es cuestión de estrategia. El Guardián de la Luz es más fuerte de lo que aparenta. Si lo desgastamos, te será más fácil...
Lucas sintió que algo dentro de él explotaba.
—¡No necesito su ayuda! ¡No necesito que manipulen mi lucha!
La furia en su interior creció, y sin pensarlo, extendió las manos. Las sombras a su alrededor reaccionaron.
Con un estruendo ensordecedor, una parte de la pared estalló en pedazos, enviando fragmentos de piedra y polvo por toda la sala.
Eron y Valel dieron un paso atrás, sorprendidos.
Las sombras de Lucas aún temblaban en el aire, girando con violencia a su alrededor. Su respiración era pesada, y sus ojos ardían con una determinación oscura.
—Soy más fuerte de lo que creen —murmuró con voz grave.
Eron lo observó en silencio por unos segundos, antes de soltar una leve carcajada.
—Vaya, vaya... parece que el niño realmente ha crecido.
Valel, sin embargo, no sonreía. Su mirada estaba fija en Lucas, midiendo su poder con una mezcla de interés y precaución.
—Entonces hazlo solo, Lucas —dijo finalmente—. Pero más te vale ganar.
Lucas no respondió. Solo los miró una última vez antes de dar media vuelta y salir de la habitación, dejando tras de sí la pared destrozada y un aire tenso en la sala.
No necesitaba su ayuda. No necesitaba su interferencia.
Esta pelea era solo suya.
Lucas se movía rápidamente a través de las sombras, cada paso una extensión de su voluntad. Necesitaba verlo.
No importaba lo que la Hermandad dijera. No importaba lo que Eron y Valel esperaran de él. Solo tenía que asegurarse de que Camuel estaba bien.
Envolvió su cuerpo en una fina capa de luz y oscuridad, ocultando su presencia para que su amigo no pudiera sentirlo. Las sombras lo transportaron a través del bosque hasta que finalmente llegó frente a la casa de Camuel.
Lucas emergió en silencio entre los árboles, su respiración agitada. La puerta de la casa se abrió.
Contuvo el aliento y se escondió entre unos arbustos.
Camuel salió con paso tranquilo, con Milo a su lado. Se sentó en la entrada de la casa y acarició la cabeza del perro espiritual, su expresión llena de pensamientos.
—Lucas... —susurró Camuel de repente.
Lucas se estremeció.
—Es gracioso, pero extraño tu risa y tu energía —continuó el Guardián, con una leve sonrisa melancólica—. Me pregunto si aún sigues siendo el mismo.
Lucas sintió un nudo en la garganta. Sus labios temblaron, sus ojos se llenaron de lágrimas que no pudo contener.
—Yo también te extraño... —susurró en un llanto silencioso, sintiendo cómo su corazón se rompía un poco más.
Pero no podía quedarse. No ahora.
Se desvaneció en las sombras y reapareció en la entrada del bosque, lejos de la vista de Camuel. Se limpió las lágrimas con la manga y miró hacia la casa de su amigo.
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Editado: 12.02.2025