Camuel Talio

Batalla

Las sombras y la luz chocaban con intensidad en el corazón del cementerio antiguo. Lucas seguía atacando sin dudar, sin contenerse, sus movimientos cada vez más rápidos y fluidos. Pero algo lo incomodaba.

Camuel seguía sonriendo.

Esquivaba con facilidad, moviéndose sin esfuerzo, sin siquiera usar las manos.

No estaba luchando en serio.

Lucas frunció el ceño y apretó los dientes.

—¡Pelea en serio, Camilo! —gritó, alzando su mano y lanzando un nuevo torrente de sombras con toda su fuerza.

Camuel lo esquivó con un giro elegante, dejando que la energía oscura pasara a su lado sin siquiera rozarlo.

Lucas se desesperó. No estaba logrando nada.

—¡Deja de jugar conmigo! —rugió, golpeando el suelo con su poder. La tierra tembló bajo ellos, las sombras se elevaron en un torbellino amenazante.

Pero Camuel no se inmutó.

Con la misma calma de siempre, dio un paso hacia adelante.

—Lucas… ¿por qué estás tan enojado?

Lucas sintió como si lo hubieran golpeado con esas simples palabras.

—¿¡Qué!?

Camuel sonrió con ternura, con esa calidez que siempre había tenido. Esa calidez que Lucas extrañaba.

—Tienes toda esta fuerza, tienes todas estas sombras… pero sigues siendo el mismo niño que jugaba en el cementerio conmigo, ¿no?

Lucas sintió su rabia crecer.

—¡Cállate! —gritó, lanzándose hacia adelante con una ráfaga de sombras envolviendo sus puños.

Camuel desvió su ataque con un leve movimiento del cuerpo y, antes de que Lucas pudiera reaccionar, colocó una mano sobre su hombro.

Lucas sintió una calidez repentina, un contraste absoluto con la frialdad de las sombras que lo rodeaban.

Camuel lo miró a los ojos y susurró:

—Lucas… ¿de verdad quieres esto?

Por un segundo, un solo segundo, Lucas sintió su determinación tambalearse.

Pero en ese momento, las sombras de la Hermandad se movieron.

Eron y Valel estaban atentos.

Si Lucas no terminaba el trabajo, ellos lo harían.

Lucas apretó los dientes y retrocedió bruscamente, rompiendo el contacto con Camuel.

—¡Cállate! No voy a dudar.

Y con un rugido, se lanzó con más fuerza que nunca.

Camuel suspiró.

Sabía que esto no iba a ser fácil.

El estallido de energía resonó en todo el cementerio cuando Lucas detuvo el rayo de luz con su propia mano.

Las sombras se disiparon a su alrededor, y su cuerpo se cubrió de un resplandor blanco y dorado.

Camuel abrió los ojos con sorpresa.

—Lucas… ¿qué estás…?

—¡Yo no soy oscuridad! —gritó Lucas.

Con un movimiento violento, lanzó la lámpara al suelo.

El cristal se hizo añicos al instante, esparciendo fragmentos de luz oscura que parpadearon una última vez antes de desvanecerse.

Eron y Valel, ocultos en las sombras, se estremecieron al ver la escena.

Lucas acababa de romper la única conexión con la Hermandad que le habían dado.

Pero Lucas no les prestó atención.

Estaba peleando por algo más grande.

Alzó sus manos, y la luz nació en ellas.

—¡Camilo, pelea en serio! —gritó, lanzando un torrente de energía dorada contra su amigo.

Camuel apenas tuvo tiempo de reaccionar. Esquivó el primer rayo, pero el segundo lo alcanzó y lo obligó a retroceder.

Lucas estaba usando luz.

Pura y brillante.

Los ataques continuaron, cada uno más intenso que el anterior. Camuel levantó su linterna para desviar los impactos, pero Lucas no se detenía.

—¡Lucas! —gritó Camuel, intentando bloquear otro golpe.

Pero Lucas seguía sonriendo.

Un último impacto lo alcanzó de lleno, derribándolo al suelo.

El mundo giró a su alrededor, su respiración entrecortada. Lucas lo había superado.

Camuel bajó la mirada, con la voz temblorosa.

—Lo lamento.

Lucas, aún con su resplandor brillante, lo observó en silencio.

Camuel no intentó levantarse.

No quería seguir peleando.

—Yo te escucharé. —Su voz era apenas un susurro—. Yo no quiero ser tu enemigo… por favor.

El viento sopló suavemente entre las tumbas olvidadas.

El duelo no había terminado.

Pero algo dentro de Lucas se quebró.




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