Camuel Talio

El Ataque de la Hermandad

La calma en el cementerio se rompió de golpe.

Las sombras se alzaron como un maremoto oscuro, extendiéndose con violencia en todas direcciones. Eron y Valel habían decidido que era el momento.

—No podemos seguir esperando —murmuró Valel, sus ojos brillando con intensidad.

Eron sonrió con frialdad.

—Entonces, acabemos con esto.

La oscuridad explotó.

Desde los rincones más oscuros del cementerio, figuras encapuchadas emergieron, rodeando a Camuel con precisión letal. Era una trampa desde el principio.

Camuel saltó hacia atrás, invocando su linterna de luz en un instante.

—¡Milo, Pluma! —llamó, y sus compañeros espirituales respondieron al instante.

Milo se lanzó contra una de las sombras, su cuerpo brillando con una luz plateada mientras derribaba a un enemigo con un impacto feroz. Pluma sobrevoló el campo de batalla, tejiendo ráfagas de luz que desintegraban las sombras antes de que pudieran alcanzarlos.

Pero era demasiada oscuridad.

Eron y Valel no habían venido solos. La Hermandad entera estaba allí.

Camuel se preparó para lanzar una onda expansiva de luz, pero justo en ese momento, Lucas apareció en su camino.

—¡No tan rápido, Camilo! —gritó, envolviéndose en una mezcla de sombras y luz, atacando con todo su poder.

Camuel apenas pudo bloquearlo, chocando con él en una explosión de energía dorada y oscura.

—¡Lucas! —exclamó, sorprendido.

Pero Lucas no dudó.

Golpeó. Esquivó. Se movió como un guerrero de la Hermandad.

Eron y Valel observaban desde las sombras, satisfechos. Lucas estaba luchando de su lado.

Camuel se deslizó hacia atrás, su corazón latiendo con fuerza.

Lucas le estaba ayudando…

Pero no estaba conteniendo sus ataques.

Camuel entendió al instante. Era parte del plan.

Lucas necesitaba que la Hermandad creyera en su lealtad.

Pero en el fondo de sus ojos, entre cada golpe, Camuel podía verlo.

Lucas no lo estaba atacando con intención de derrotarlo.

Estaba protegiéndolo.

Caída y Rebelión

La batalla en el cementerio había alcanzado su punto más cruel.

Camuel respiraba con dificultad, su cuerpo cubierto de heridas, su luz parpadeando débilmente. Había resistido todo lo que pudo.

Pero la Hermandad era demasiada.

Eron y Valel, cubiertos por sombras imponentes, se acercaron lentamente.

Eron sonrió con satisfacción.

—Sométete a nosotros, Camuel. Nos sirves más vivo que muerto.

Camuel no respondió. No los miró.

Simplemente cerró los ojos y se mantuvo en silencio.

Valel frunció el ceño. Se estaba hartando.

—Tienes una última oportunidad —advirtió—. Demuéstrame que aún quieres vivir.

Camuel no reaccionó.

—Tch… maldito necio.

Con un movimiento veloz, Valel levantó su brazo y lanzó un golpe final, su sombra retorciéndose con intención de acabar con todo.

Pero entonces…

Algo lo detuvo.

Un destello de luz.

Un golpe de fuerza arrolladora que desvió su ataque en el último segundo.

Valel retrocedió, con los ojos abiertos de sorpresa.

Eron entrecerró los ojos, sintiendo el cambio en el aire.

—…Lucas.

El niño estaba de pie frente a Camuel, su brazo extendido, su mirada afilada.

Había bloqueado el golpe.

El silencio cubrió el cementerio.

Todos lo miraban.

Lucas bajó lentamente su brazo.

Era hora de revelar su verdadera jugada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.