El tiempo siguió su curso, y lo que antes parecía una locura se convirtió en realidad.
Lucas ya no era solo un niño con grandes ideas.
Era un líder.
A su alrededor, poco a poco, aquellos que habían comenzado a cuestionar sus creencias se acercaron a él.
Algunos eran antiguos miembros de la Hermandad de las Sombras, otros eran almas que jamás habían pertenecido a ninguna facción, y unos pocos eran simplemente personas con la capacidad de sentir las energías del mundo.
Todos tenían algo en común.
Querían aprender.
Querían comprender.
Y Lucas se convirtió en su maestro.
No los entrenaba solo en el poder de las sombras.
Tampoco solo en el poder de la luz.
Les enseñaba a usarlas juntas.
Cómo fluir con ambas fuerzas sin perder el control.
Cómo equilibrar la oscuridad y la luz dentro de ellos.
Cómo dejar atrás los viejos dogmas que decían que debían ser enemigos.
Pero Lucas no era el único maestro.
Él los llevaba con Camuel, quien les mostraba el verdadero significado de la luz.
—No se trata solo de iluminar el camino —les explicaba Camuel con calma, su linterna brillando en su palma—. La luz no es solo poder. Es guía. Es esperanza.
Los alumnos lo escuchaban con atención, y algunos intentaban invocar su propia luz.
Pero ahí entraba Lucas.
—Y las sombras no son solo oscuridad —decía con confianza, haciendo un gesto con su mano para que la energía oscura danzara a su alrededor—. No son maldad. Son protección. Son refugio.
Juntos, Lucas y Camuel enseñaban algo que jamás había sido considerado posible.
El equilibrio real.
Desde la distancia, Ro observaba todo en silencio.
El gato negro estaba recostado sobre una lápida, su cola moviéndose con calma.
Sus ojos verdes brillaban con una mezcla de diversión y análisis.
Había visto muchas cosas en su existencia.
Pero esto…
Esto era algo nuevo.
Lucas no solo había tomado su propio camino.
Había empezado algo más grande que él mismo.
Ro dejó escapar una risa baja y se estiró perezosamente.
—Vaya, niño… realmente te atreviste a desafiar el mundo.
Nadie lo escuchó.
Pero Ro sabía que, tarde o temprano, el mundo respondería.
Lucas y Camuel habían terminado el entrenamiento con sus seguidores y descansaban bajo un gran árbol, mientras Milo y Pluma jugaban entre ellos.
Ro, como siempre, los observaba desde un sitio alto, su cola moviéndose con calma.
—¿Por qué siempre nos miras desde lejos? —preguntó Lucas, cruzándose de brazos.
Ro bostezó, sin siquiera inmutarse.
—Porque me gusta.
Lucas frunció el ceño.
—No te creo.
Camuel sonrió con suavidad.
—¿Qué quieres decir, Lucas?
Lucas lo miró con seriedad.
—Ro siempre está ahí. Observando. Viendo cómo crecemos, cómo aprendemos… como si estuviera esperando algo.
Ro dejó de lamerse la pata y fijó sus ojos verdes en Lucas.
El aire pareció volverse más pesado.
—Eres más listo de lo que pareces, niño.
Lucas sintió un escalofrío.
Camuel también sintió la diferencia en la atmósfera.
Ro saltó desde su rama y se posó frente a ellos. Por primera vez, no tenía su aire despreocupado.
—Si tanto quieren saber… les contaré algo.
Se sentó, con la cola enroscada a su alrededor.
—Yo no siempre fui un gato.
El silencio entre Lucas y Camuel fue total.
—¿Qué…? —Lucas fue el primero en reaccionar—. ¿Qué eras entonces?
Ro bajó la mirada, como si buscara las palabras adecuadas.
—Hace mucho tiempo… yo fui un Guardián.
Camuel abrió los ojos con sorpresa.
—¿Un Guardián de la Luz?
Ro soltó una risa seca.
—No.
Lucas sintió un nudo en el estómago.
Ro alzó la vista y lo miró fijamente.
—Fui el primer Guardián del Equilibrio.
El silencio se hizo denso.
Lucas sintió su respiración volverse más pesada. ¿Ro… fue como él?
Camuel, en cambio, sintió un leve escalofrío.
Ro continuó.
—Pero fallé.
Lucas se tensó.
—¿Cómo que fallaste?
Ro no respondió de inmediato.
—Intenté lo mismo que tú, niño —dijo con voz grave—. Crear un camino intermedio. Equilibrar las dos fuerzas. Pero… no todos aceptaron la idea.
Camuel entendió de inmediato.
—La Hermandad de las Sombras…
Ro asintió.
—Yo la creé.
Lucas sintió que el suelo bajo él se volvía inestable.
—¡¿Tú hiciste la Hermandad?!
Ro no apartó la mirada.
—Sí. Pero no era lo que es ahora.
El viento sopló con suavidad entre las ramas del árbol.
—Cuando la fundé, mi propósito era el equilibrio real. No luz contra sombras. No conflicto. Solo armonía.
Se quedó en silencio unos segundos antes de continuar.
—Pero… me traicionaron.
Lucas y Camuel contuvieron el aliento.
Ro bajó las orejas, como si recordar aquello fuera incómodo incluso para él.
—Los que me seguían cambiaron. Creyeron que la sombra debía gobernar.
Camuel apretó los puños.
—Te destruyeron.
Ro rió con una amargura poco común en él.
—Más que eso. Me convirtieron en esto.
Lucas sintió un escalofrío recorrer su espalda.
—…¿Un gato?
Ro lo miró con una sonrisa sin alegría.
—Una maldición, niño. Me quitaron mi forma, mi poder y mi derecho a existir como lo que era.
El silencio se volvió insoportable.
Lucas apretó los dientes.
Él estaba haciendo lo mismo que Ro intentó en el pasado.
Y Ro falló.
¿Eso significaba que él también fallaría?
Ro se levantó y caminó unos pasos, con su mirada fija en la luna.
—Así que dime, Lucas. ¿Qué harás con esta historia?
Lucas no supo qué responder.
Pero en el fondo, una duda comenzó a crecer en él.
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Editado: 07.04.2025