Camuel Talio

No estoy solo

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, vibrando como una cuerda tensa. Lucas bajó la mirada, sus pensamientos dando vueltas en su mente. ¿Terminaría como Ro? ¿Sería consumido por su propio destino, transformado en algo que no podía controlar?

Pero entonces, algo cambió.

Levantó la cabeza y miró a Camuel, quien le devolvió una sonrisa tranquila y reconfortante. Luego, sus ojos se posaron en Ro, que aunque fingía indiferencia, seguía allí, sin haberse marchado.

Y Lucas lo entendió.

Él no estaba solo.

Esa era la diferencia.

Ro había enfrentado su destino completamente solo. Pero Lucas no. Él tenía a sus amigos, y eso lo hacía más fuerte.

Una sonrisa confiada iluminó su rostro. Dio un paso adelante y levantó el puño al aire, su energía dorada y oscura brillando al unísono.

—¡No importa lo que pase! —exclamó con su entusiasmo característico—. ¡Yo tengo a Camuel y a Ro! ¡Soy más fuerte porque ellos están a mi lado!

Ro arqueó una ceja, sorprendido por la rapidez con la que Lucas había recuperado su determinación. Camuel soltó una risa baja, sacudiendo la cabeza.

—Eso sí que suena a Lucas —comentó, con una mezcla de diversión y orgullo.

Lucas posó con orgullo, irradiando confianza. Sabía que no iba a detenerse. No iba a fallar. Porque no estaba solo.

Desde su posición, Ro dejó escapar un suspiro, aunque una ligera sonrisa se dibujó en su rostro.

—Vaya, niño. Quizás sí tengas una oportunidad.

Lucas se despidió y corrió por las calles aún adormecidas del pueblo, su corazón latiendo con emoción. Tenía tanto que contarle a su madre.

Después de todo, Camilo volvía a ser su amigo.

El frío de la noche comenzaba a disiparse mientras los primeros rayos del sol iluminaban los tejados y calles de asfalto.

Ro, en cambio, desapareció sin decir una palabra.

Tal vez porque ya había hablado demasiado esa noche.

Tal vez porque… simplemente, así era él.

Camuel se quedó de pie en lo alto de una colina, observando cómo el sol nacía en el horizonte.

Respiró hondo.

El peso en su pecho era menor.

No había desaparecido del todo, pero…

Por primera vez en mucho tiempo, sentía esperanza.

Se giró con una leve sonrisa, y con Milo y Pluma siguiéndolo de cerca, regresó al cementerio.

El mundo seguía adelante.

Y él también.




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