Mientras Lucas entrenaba a sus seguidores y Camuel guiaba almas en el cementerio, tres figuras silenciosas recorrían el pueblo con propósitos muy distintos: Milo, Pluma y Ro. Un perro espiritual, un gorrión fantasma y… ¿la Muerte disfrazada de gato? ¿Qué hacían juntos? Bueno, cada uno tenía su papel.
Milo trotaba con energía por las calles, cumpliendo lo que consideraba su deber sagrado. Cada noche, recorría los callejones y las casas buscando niños atrapados en pesadillas. Si encontraba a alguien llorando en la oscuridad, se sentaba junto a ellos, irradiando una presencia cálida que ahuyentaba los miedos. A veces, los pequeños despertaban y vislumbraban su silueta luminosa antes de volver a dormir. Nunca lo recordaban al día siguiente, pero siempre despertaban sintiéndose más seguros. Era su trabajo, y lo realizaba con orgullo.
Pluma, por otro lado, no era tan noble como Milo. Su misión era completamente diferente, y disfrutaba enormemente con ello. Le encantaba asustar y confundir a los vivos. Aunque solo fuera un pequeño gorrión fantasmal, eso no le impedía causar caos. Revoloteaba entre los mercados, robando objetos brillantes y dejándolos en lugares inesperados. Las personas se desesperaban buscando sus pertenencias perdidas. También le gustaba tirar migajas sobre la ropa de la gente para atraer bandadas de pájaros que los persiguieran por la plaza. Y su travesura favorita: derribar papeles importantes de los escritorios, solo para ver cómo los humanos corrían tras ellos. No hacía daño real, pero adoraba verlos confundidos.
Ro, en cambio, afirmaba que no le interesaban las tonterías de los vivos. Decía que solo observaba, que no tenía razones para involucrarse. Pero la verdad era otra. Cuando nadie lo veía, Ro intervenía sutilmente. Si Pluma cruzaba demasiado la línea con sus bromas, él aparecía para detenerla. Cuando Milo descansaba después de una larga noche protegiendo a los niños, Ro se sentaba a su lado en silencio, vigilante. Y cuando algún espíritu peligroso rondaba el pueblo, Ro lo miraba fijamente desde las sombras. Nunca atacaba, pero su sola presencia bastaba para enviar un mensaje claro. El espíritu entendía y desaparecía antes de causar problemas. Ro nunca admitía que ayudaba, pero Milo y Pluma conocían la verdad.
Eran un equipo extraño, pero inquebrantable. Cada uno tenía su forma única de ver el mundo. Milo protegía. Pluma jugaba con el caos. Ro simplemente era . Pero cuando el sol comenzaba a salir y su trabajo nocturno llegaba a su fin, los tres siempre regresaban al cementerio juntos. Porque, aunque no lo dijeran en voz alta, eran un equipo. Y si alguien osaba amenazar a Lucas o Camuel… bueno, incluso la Muerte podía jugar sucio cuando era necesario.
Era una noche como cualquier otra, Milo trotaba por las calles, revisando que todo estuviera en calma, Pluma revoloteaba, buscando su próxima broma inofensiva, Ro, como siempre, los observaba desde un tejado.
Pero entonces…
El olor a sangre interrumpió la tranquilidad.
Milo se detuvo en seco, sus orejas se alzaron y gruñó, Pluma sintió un escalofrío y voló en círculos sobre un callejón cercano.
Ro, sin decir nada, saltó desde el tejado y se movió entre las sombras.
Al llegar al callejón, vieron a una joven en el suelo, jadeando, con una herida en el hombro.
Frente a ella, una figura encapuchada sostenía un cuchillo ensangrentado.
—Deberías haberte quedado callada —murmuró el agresor, levantando el arma para acabar con ella.
Pero no llegó a hacerlo, porque en ese instante, Milo saltó sobre él, derribándolo con una fuerza brutal.
La joven tembló y se cubrió la boca, incapaz de comprender qué era aquella criatura brillante que la protegía.
El encapuchado se revolvió en el suelo, intentando alejarse, pero Pluma descendió en picada y le picoteó los ojos con fiereza.
—¡¿Qué… qué demonios son ustedes?! —gritó el hombre, cubriéndose.
Intentó ponerse de pie, pero entonces una sombra se deslizó frente a él.
Ro lo miró desde el suelo con sus ojos verdes brillando en la oscuridad.
—Qué molesto eres —murmuró el gato con tono frío.
La sombra del hombre se retorció.
El encapuchado gritó cuando su propio reflejo en la pared pareció moverse por sí solo, separándose de su cuerpo y sujetándolo.
—No… no…
Su voz temblaba. Sabía que algo lo estaba juzgando.
Ro inclinó la cabeza.
—¿Sabes qué me molesta más que los idiotas?
El hombre no respondió.
—Los asesinos.
La sombra lo envolvió, y en un instante, el callejón quedó en absoluto silencio.
Cuando la joven volvió a mirar, el encapuchado ya no estaba.
Solo quedaban tres figuras misteriosas frente a ella.
Milo la miró con ternura, meneando la cola.
Pluma revoloteó sobre su cabeza, curiosa.
Y Ro…
Ro simplemente bostezó.
—Qué fastidio —murmuró, girándose para irse.
La joven se quedó en el suelo, sin saber si estaba a salvo o si acababa de presenciar algo que jamás debía haber visto.
#26102 en Fantasía
#10226 en Personajes sobrenaturales
fantasmas busqueda de propocito, fantasmas y organisaciones malvadas
Editado: 07.04.2025