Camuel Talio

Un Nuevo Comienzo

El tiempo había pasado.

Diez años, para ser exactos.

El pequeño pueblo donde Camuel había guiado almas durante tanto tiempo ya no era el mismo. Las calles empedradas y las casas pequeñas seguían allí, pero ahora se alzaban nuevos edificios, luces led y más vida que nunca. El bosque, aquel que alguna vez había sido el hogar de Camuel, se convirtió en una reserva protegida. Pero a diferencia del resto de la ciudad, nadie podía entrar en esa parte del bosque.

Camuel y Lucas eran los únicos con derechos sobre el terreno y la casa. Para cualquiera que mirara desde afuera, parecía un área cerrada e inaccesible. Pero para ellos, seguía siendo su hogar.

Lucas y Camuel ahora vivían juntos. Era lo más lógico.

Camuel seguía necesitando un ancla en el mundo de los vivos, y Lucas… bueno, Lucas nunca había sido bueno estando solo.

A pesar de sus diferencias, se habían convertido en grandes amigos.

Lucas era caótico, hablador, bromista y un imparable haz de energía. Camuel era tranquilo, sereno y paciente.

Dos fuerzas opuestas que se complementaban perfectamente.

Lucas, con su insistente energía, había construido un segundo piso para sí mismo. También se encargó de hacer mejoras en la casa, agregando electricidad, agua potable y otros elementos esenciales para que un humano pudiera vivir cómodamente.

—Si voy a seguir exorcizando demonios, mínimo quiero una ducha caliente cuando termine —había dicho Lucas en su momento.

Camuel solo lo había observado con una sonrisa paciente.

A pesar del paso del tiempo, la esencia del lugar seguía intacta. Rodeados de árboles altos y un cielo despejado, su hogar era un refugio apartado del mundo. Y quizás eso era lo que más necesitaban.

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—¡Camuel! ¡Ayúdame con esto! —se escuchó la voz impaciente de Lucas desde el interior de la casa.

Camuel suspiró y entró. El interior había cambiado mucho desde hacía años. Ahora tenía una estructura más estable, con escaleras de madera que llevaban al segundo piso. Lucas estaba en el suelo, rodeado de cables y herramientas.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Camuel, cruzándose de brazos.

Lucas levantó la mirada con una gran sonrisa.

—¡Actualizando mi página web!

—Pensé que solo te dedicabas a exorcizar demonios —dijo Camuel con una ceja levantada.

Lucas se encogió de hombros.

—Bueno, sí, pero alguien tiene que pagar la comida y los arreglos de la casa, ¿no?

Se giró hacia la pantalla y señaló con orgullo.

—¿Ves? Aquí recibo peticiones de exorcismos, consultas espectrales y cosas de ese estilo. Es bastante conveniente.

Camuel se acercó y miró la pantalla.

—¿"Servicios de Equilibrio Espiritual - Garantía de Calidad"?

Lucas rió.

—Suena profesional, ¿verdad?

Camuel suspiró, pero no pudo evitar sonreír levemente. Lucas siempre encontraba formas creativas de sobrevivir en el mundo de los vivos.

Diez años habían pasado, y Lucas ya no era un niño. Ahora tenía 22 años, y su dominio sobre la luz y la sombra era impresionante. Era un experto en su área. Ya no era solo un aprendiz; ahora era un líder.

Con el tiempo, había formado su propio grupo: Los Guardianes del Equilibrio. No eran muchos, pero trabajaban con una única misión: llevar a Camuel los espíritus que aún podían ser salvados y eliminar a los que se habían corrompido.

Lucas se levantó y se estiró.

—Hablando de trabajo… hay una petición interesante.

Camuel arqueó una ceja.

—¿Un exorcismo?

—Parece ser algo más raro. Dice aquí que en un viejo edificio, los objetos se mueven solos, y las luces se apagan y prenden sin razón.

Camuel inclinó la cabeza.

—¿Y crees que sea algo peligroso?

Lucas sonrió con confianza.

—No lo sé, pero seguro que será divertido.

Camuel negó con la cabeza.

—Algún día, Lucas, tu entusiasmo por lo sobrenatural te meterá en problemas.

Lucas rió y le dio una palmada en la espalda.

—Por eso te tengo a ti, viejo amigo.

Camuel miró a su alrededor, al hogar que compartían, al mundo que había cambiado tanto.

Sí, el tiempo había pasado y algunas cosas nunca cambiaban.

Pero lo que más le llamaba la atención era el cementerio.

Ya no era sombrío ni olvidado.

Ahora era un parque sereno, con campos de césped y árboles que se mecían suavemente con el viento.

Las lápidas antiguas seguían allí, pero ahora estaban rodeadas de caminos bien trazados y bancas donde las personas podían sentarse en paz.

Algunos venían a recordar a sus seres queridos.

Otros simplemente paseaban, disfrutando de la calma del lugar.

Un grupo de niños pasó corriendo frente a él, riendo mientras jugaban. Una mujer mayor, sentada en una banca cercana, lo miró y sonrió con gentileza.

—Buenas noches, Camilo.

Camuel asintió con suavidad y devolvió la sonrisa.

—Buenas noches.

Aún había personas que lo recordaban.

Aún había quienes lo llamaban "El Pacificador".

Las personas que aún lo conocían no preguntaban por qué su apariencia apenas cambiaba con los años. Simplemente sabían que era especial. Bondadoso. Amable. Un ser que ayudaba sin pedir nada a cambio.

Nadie cuestionaba su existencia. Porque, al final del día, él siempre estaba ahí.

////

Ese día, como siempre, Camuel caminaba por la ruta interna que conectaba el bosque con el cementerio. La brisa era fresca y el sol brillaba suavemente entre las ramas de los árboles.

Pero al llegar, notó algo inusual.

A unos metros de distancia, una mujer estaba sentada en una banca, mirando hacia el vacío. O al menos, eso parecía.

Frente a ella, un joven fantasma se movió con entusiasmo.

Camuel frunció levemente el ceño. ¿Podía verlo? La posibilidad le sorprendió. Hasta ahora, Lucas era la única persona que conocía con esa habilidad.

—¡Mira, mira! Él es del que te hablo. —dijo el fantasma con alegría, señalándolo.




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