Camuel Talio

Negación Total

El sol se filtraba suavemente entre las ramas del bosque, iluminando la casa con un brillo cálido. Camuel ya estaba despierto, sentado a la mesa con una taza de té entre las manos, intentando dejar atrás los eventos del día anterior. Pero la paz no duró mucho.

Lucas bajó las escaleras con una sonrisa burlona en el rostro.
—¡Buenos días, enamorado! —canturreó, dejándose caer en la silla frente a él.

Camuel cerró los ojos con fuerza y suspiró.
—Lucas…

—¿Cómo dormiste, Camuel? —continuó Lucas, apoyando un codo en la mesa—. ¿Soñaste con ojos ámbar y sonrisas dulces?

Camuel bebió su té en silencio, ignorándolo por completo.

Lucas lo observó fijamente, esperando alguna reacción. Nada. Pero eso no lo detendría.
—Oye, Camuel, tengo una teoría —dijo, cruzando los brazos con aire pensativo—. Quizás en el momento en que la viste, el universo te golpeó con un rayo del amor.

Camuel siguió bebiendo su té sin inmutarse.

—O mejor aún, ¡quizás un espíritu del amor te maldijo para enamorarte!

Silencio absoluto.

—...Me estás ignorando —afirmó Lucas, entrecerrando los ojos.

Camuel levantó la vista, finalmente enfrentándolo.
—Lucas.

Lucas lo miró emocionado.
—¿Sí?

Camuel dejó su taza en la mesa con calma.
—No estoy enamorado.

Lucas se llevó una mano al pecho, dramatizando.
—¡¿Cómo puedes decir eso después de lo que pasó ayer?!

—No tiene sentido.

—¡Tiene todo el sentido del mundo!

Camuel suspiró y apartó la mirada.

Lucas golpeó la mesa con entusiasmo.
—¡Lo niegas demasiado rápido!

Camuel cruzó los brazos, visiblemente incómodo.
—Porque es imposible.

Lucas sonrió aún más, inclinándose hacia adelante con astucia.
—Oh, no, amigo mío…

Hizo una pausa dramática antes de continuar.
—Es totalmente posible.

Camuel frunció el ceño, tratando de mantener la compostura.

Lucas lo miró fijamente por un momento y, de repente, sonrió con satisfacción.
—Sabes qué…

Camuel sintió un escalofrío.
—No diré nada más.

Lucas se levantó con esa sonrisa victoriosa que lo hacía insoportable.
—Tarde o temprano lo admitirás.

Camuel lo vio alejarse con una mezcla de cansancio e inquietud. Lucas se estaba divirtiendo demasiado con esto. Y eso solo podía significar… problemas.

El sol ya había subido más en el cielo cuando Camuel regresó de su ronda por el cementerio. El paseo le había servido para despejar la mente. O al menos, eso esperaba.

Pero en cuanto abrió la puerta de la casa…
—¡Bienvenido, romántico del más allá!

Lucas lo estaba esperando, con una sonrisa maliciosa dibujada en el rostro.

Camuel cerró los ojos y suspiró.
—Lucas…

—¡Cómo me alegra que volvieras! —exclamó Lucas, llevándose una mano al pecho con dramatismo—. Pensé que tal vez habías ido a buscar a tu amada.

Camuel pasó a su lado sin pronunciar palabra.

Lucas lo siguió de inmediato.
—Oye, oye, solo dime algo —insistió—. ¿Pensaste en ella mientras estabas en el cementerio?

—No.

—¡Mentira!

Camuel lo miró con calma.
—No sé qué esperas que diga.

Lucas le lanzó una mirada astuta.
—No tienes que decir nada. Tu cara dice mucho.

Camuel frunció el ceño.

Lucas se cruzó de brazos, complacido.
—Ja. Sabía que sí pensaste en ella.

Camuel apretó los labios con frustración.
—No voy a discutir esto contigo.

Lucas levantó las manos en gesto de rendición.
—Como quieras, Camuel. Como quieras.

Pero mientras Camuel subía las escaleras para alejarse…
Lucas susurró con burla:
—Dulce Elena.

Camuel tropezó en el último escalón.

Lucas estalló en carcajadas.

Camuel entró en su habitación sin dignarse a mirar atrás. Necesitaba paz. Cinco minutos de tranquilidad. Pero en cuanto cerró la puerta…

—¡Camueeeel!

Golpes insistentes resonaron desde la puerta de enfrente. Camuel cerró los ojos con resignación. Por supuesto. La habitación de Lucas estaba justo frente a la suya. No había escapatoria.

—Camuel, sé que me escuchas.

Camuel se recostó en la cama, ignorándolo.

—Camuel, abre la puerta.

Silencio.

—Camuel, si no abres, voy a empezar a cantar canciones de amor.

Camuel apretó los dientes.
—Lucas…

—¡Camuel está enamorado, Camuel está enamorado! —Lucas comenzó a tararear con tono burlón.

Camuel se cubrió el rostro con una almohada.
—Voy a ignorarte.

—¡Camuel piensa en Elenaaa~!

Camuel se levantó de golpe, abrió la puerta y miró a Lucas con absoluta seriedad.

Lucas sonrió con satisfacción.
—Ah, qué bueno. Pensé que no ibas a salir nunca.

Camuel suspiró.
—¿Vas a seguir con esto?

Lucas lo miró con fingida inocencia.
—¿Seguir con qué?

Camuel lo observó fijamente.

Lucas le dio unas palmaditas en el hombro.
—No te preocupes, amigo. Algún día me agradecerás por guiarte en el maravilloso mundo del amor.

Camuel le cerró la puerta en la cara. Desde el otro lado, Lucas rió con fuerza.

Camuel se dejó caer en su cama, cerrando los ojos. Respirar. Solo necesitaba respirar. Quizás si ignoraba lo suficiente a Lucas, se cansaría y lo dejaría en paz.

Pero entonces…

—¡Toc, toc!

Camuel abrió un ojo con cansancio.

Lucas volvió a golpear la puerta.
—Camuel, ¿estás despierto?

Camuel suspiró pesadamente.
—Lucas…

—Solo quería decirte algo importante.

Silencio.

Camuel sabía que no debía responder. Pero Lucas era insistente. Muy insistente.

—¡ELENA! —gritó Lucas desde el otro lado de la puerta.

Camuel saltó de la cama y abrió la puerta de golpe.

Lucas sonrió ampliamente, con cara de victoria.
—Sabía que reaccionarías.

Camuel lo miró con una mezcla de cansancio y resignación.

Lucas apoyó un codo en el marco de la puerta.
—Así que dime… ¿vas a verla mañana?




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