Camuel Talio

Lucas, el Peor Espía del Mundo

Camuel salió de casa como siempre, caminando tranquilamente hacia el cementerio. Era su rutina diaria, inmutable, casi sagrada. Pero hoy algo estaba… fuera de lugar. Una sensación insistente le carcomía los nervios. Sentía una presencia siguiéndolo.

No era un espíritu ni un demonio. Era algo más molesto.

Camuel se detuvo de golpe. Silencio absoluto. Miró sobre su hombro. Nada. Frunció ligeramente el ceño y continuó caminando, tratando de ignorar la incomodidad que crecía en su pecho.

Pero los pasos seguían ahí, persistentes. Se detuvo otra vez. Silencio. Siguió caminando.

Los pasos no cesaron.

Esta vez, Camuel giró en seco, sus ojos entrecerrados buscando cualquier indicio de lo que lo acechaba. Un arbusto cercano se movió con sospecha.

—Lucas —llamó, su tono neutro pero cargado de advertencia.

El arbusto estornudó. Luego, un susurro mal disimulado escapó de entre las ramas:

—No hay ningún Lucas aquí.

Camuel suspiró profundamente, resignado.

—Sal de ahí.

El arbusto permaneció quieto por unos segundos. Hasta que, de repente, Lucas emergió de entre las hojas, sacudiéndose con total descaro.

—¡Oh, qué sorpresa encontrarte aquí, Camuel! ¡Yo también venía al cementerio! —exclamó, fingiendo inocencia.

Camuel cruzó los brazos, su mirada escéptica clavándose en él.

—¿De verdad?

Lucas asintió con entusiasmo exagerado.

—¡Sí! ¡Un simple paseo matutino! ¡Nada raro!

Silencio. Camuel lo observó en silencio, esperando. Lucas sonrió ampliamente, sin despegar la vista de él. El guardián no dijo nada, simplemente lo miró fijamente.

Finalmente, Lucas suspiró dramáticamente.

—Está bien, me descubriste…

Se acercó con aire conspirador y le susurró al oído:

—Solo quería ver si te encuentras con tu amada.

Camuel cerró los ojos, contando mentalmente hasta diez para mantener la calma.

Lucas, aprovechando el momento, lo abrazó por los hombros con una sonrisa traviesa.

—Así que dime, Camuel… ¿qué harías si Elena apareciera justo ahora?

Con calma, Camuel se zafó de su agarre.

—Ignorarte.

Lucas rió con fuerza, disfrutando del momento.

—¡Pero no puedes ignorar el amor, Camuel!

Camuel siguió caminando, imperturbable. Lucas corrió tras él, sabiendo que esto iba a ser un día muy, muy largo.

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El cementerio estaba tranquilo, envuelto en una atmósfera serena. Camuel caminaba con calma entre las lápidas, hablando con los espíritus que aún no habían encontrado descanso. Milo, siempre fiel, lo acompañaba en silencio, observando todo con paciencia.

—No te preocupes —le decía Camuel a un anciano fantasma que flotaba confundido frente a él—. Puedo ayudarte a encontrar el camino.

El espíritu lo miró con alivio y asintió. Camuel cerró los ojos, dejando que su luz guiara al anciano. Poco a poco, la figura fantasmal se desvaneció en una suave brisa dorada.

Milo movió la cola con tranquilidad. Todo estaba en orden.

Pero unos metros más allá, no todo estaba tan tranquilo.

—¡Entonces dime! ¡¿Qué sabe ella de Camuel?! —preguntaba Lucas con emoción, acorralando a Diego, un joven fantasma que flotaba cerca.

Diego sonrió con picardía, disfrutando del espectáculo.

—sí, Elena ha hablado de él varias veces.

Lucas se inclinó hacia adelante, emocionado.

—¿En serio? ¿Qué dice?

Diego rió entre dientes.

—Bueno, me ha preguntado mucho sobre lo que hace, sobre su trabajo como guardián.

Lucas asintió, frotándose la barbilla como si estuviera resolviendo un gran misterio.

—Interesante, interesante…

Diego lo miró con curiosidad.

—Pero dime, ¿por qué te interesa tanto esto?

Lucas sonrió con malicia.

—Porque Camuel está enamorado de ella.

Diego abrió los ojos con sorpresa.

—¿En serio?

Lucas asintió con firmeza.

—¡En serio! ¡Lo vi con mis propios ojos! ¡Se congeló! ¡Su linterna desapareció!

Diego parpadeó y luego sonrió con diversión.

—¡Oh, esto se pone interesante!

Lucas intentó agarrar a Diego de los hombros, aunque su mano solo atravesó el aire.

—¡Exacto! ¡Así que ayúdame! ¡Tienes que hacer que se vean otra vez!

Diego rió.

—¿Y si se pone nervioso de nuevo?

Lucas sonrió con picardía.

—Entonces será aún más divertido.

Ambos se quedaron en silencio por un momento antes de chocar los puños (o al menos Lucas intentó hacerlo, aunque su mano traspasó a Diego). Un plan estaba en marcha, pero antes de que pudieran seguir conspirando, un destello de luz dorada los interrumpió. Diego salió disparado hacia otro lado del cementerio.

—¡Whoa! —gritó el fantasma, girando en el aire antes de recuperar el equilibrio.

Lucas parpadeó, sorprendido. Se giró y vio a Camuel con una mano extendida, sereno pero visiblemente fastidiado.

—Basta de chismes —dijo Camuel con calma.

Lucas lo miró boquiabierto.

—¿Cómo hiciste eso?

Camuel guardó las manos en sus bolsillos, restándole importancia.

—Solo reuní mi energía.

Lucas lo señaló con dramatismo.

—¡Espera, espera, espera! ¡¿Me estás diciendo que puedes TOCAR fantasmas y yo no?!

Diego, aún flotando a lo lejos, rió divertido.

—Parece que el guardián tiene sus trucos.

Lucas se cruzó de brazos, indignado.

—Esto no es justo.

Camuel lo ignoró por completo y siguió con su ronda. Lucas lo siguió rápidamente, aún con el ceño fruncido.

—Oye, Camuel… ¿puedes enseñarme a hacer eso?

Camuel suspiró.

Lucas siguió procesando lo que acababa de ver.

—Espera, espera… ¿cómo que puedes tocar fantasmas y yo no?

Camuel suspiró con paciencia y, sin decir nada, dio un paso adelante y desapareció.

Lucas parpadeó, desconcertado.

—…¿Camuel?

El guardián reapareció unos metros más adelante, completamente intangible, flotando levemente en el aire. Luego, con la misma naturalidad, volvió a materializarse en el plano físico.




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