Camuel cerró la puerta con firmeza y apoyó la espalda contra ella. La habitación quedó sumida en un silencio absoluto. Justo lo que necesitaba. Con un suspiro, levantó una mano y selló la puerta con su energía, sellando el espacio a su alrededor. No quería interrupciones.
Se acercó a su escritorio y sacó un viejo libro: el diario de Camilo, el Guardián de la Luz. Era la única voz que aún lo guiaba. Se sentó, pasó los dedos por la gastada cubierta y comenzó a hojearlo con calma. Buscaba respuestas, aunque no estaba seguro exactamente de qué.
Y entonces… encontró algo. Un fragmento que nunca antes le había llamado la atención. Leyó en silencio, recorriendo las palabras con cuidado.
"Camuel, yo sé que aún eres demasiado joven para entender muchas cosas..."
Sus dedos se detuvieron sobre la página.
"Pero el día que decidas crecer, vas a sentir muchas cosas confusas."
Camuel frunció levemente el ceño.
"Tú te has dedicado a entender las emociones de los humanos para ayudarlos a encontrar paz… Pero el día que tú sientas también emociones como ellos… Necesitarás una guía. Necesitarás un humano que te ayude."
Camuel se quedó inmóvil. Sus ojos recorrieron la frase una y otra vez, buscando otro significado, intentando negarla. Pero la verdad era clara. Camilo sabía que este momento llegaría. Y lo peor de todo… tenía razón.
Siguió leyendo, con una extraña inquietud creciendo en su pecho.
"Las emociones que sentirás se desbordarán en tu corazón… Si es alegría, podrás sentir euforia. Si algo te impresiona, se volverá asombro. Si es cariño, podría convertirse en amor."
Camuel cerró los ojos y dejó caer la cabeza hacia adelante. Ese malestar en su pecho seguía ahí. No quería seguir leyendo, pero tampoco podía detenerse. Con un suspiro pesado, pasó la página y continuó.
"Pero ten cuidado, mi querido Camuel. Porque si sientes emociones buenas, también sentirás las malas. El enojo será ira. La pena, amargura. Y el dolor… podría convertirse en ansias de venganza."
Camuel se tensó. Sus dedos se aferraron al libro con más fuerza. Esa última frase lo inquietó más de lo que esperaba. Nunca había pensado en ello. ¿Él, sintiendo ira? ¿Dejándose consumir por la amargura? ¿Con ansias de venganza?
No. Eso no podía pasar.
Respiró hondo, tratando de calmar su mente. Pero las palabras de Camilo seguían resonando en su corazón. Tragó saliva con dificultad y continuó leyendo las últimas líneas.
"Es en serio, mi querido Camuel... Sé que lo más probable es que te hayas vuelto genial y poderoso..."
Camuel soltó un suspiro corto, reconociendo la calidez juguetona de Camilo en esas palabras. Pero las siguientes lo golpearon con más fuerza.
"Si tienes a alguien de confianza, pide ayuda. Por favor, Camuel… no te pierdas."
Las manos de Camuel se tensaron sobre el libro. Su pecho se sintió extrañamente pesado. "No te pierdas." Esas palabras se quedaron grabadas en su mente.
¿Acaso se estaba perdiendo?
Cerró el libro lentamente y apoyó la frente contra la tapa gastada. No podía dejar que eso pasara. No debía perderse. Pero… ¿a quién podía pedir ayuda?
Lucas.
Lucas solo se burlaría de él… pero siempre había estado ahí.
¿Ro? Imposible.
Y entonces, su mente viajó a otra persona. Elena.
Su corazón dio un vuelco inmediato. Camuel apretó los ojos con fuerza. No. Eso era ridículo. Respiró hondo y se incorporó lentamente. Tenía que calmarse. Pero por más que lo intentara, la voz de Camilo seguía resonando en su mente: "No te pierdas."
Abrió los ojos, manteniendo las manos sobre la tapa gastada por unos segundos. Necesitaba hablar con alguien. Alguien que pudiera escucharlo sin juzgarlo… Pero esa persona no existía. Así que tendría que conformarse con Lucas.
Suspiró, se puso de pie y disipó la barrera de energía en su habitación. Cada paso hacia la puerta se sentía más pesado de lo normal. Sabía perfectamente lo que iba a pasar. Sabía que Lucas se iba a burlar de él. Sabía que no lo tomaría en serio al principio. Pero… aún así, lo necesitaba.
Con un suspiro de resignación, salió de su habitación y caminó hacia la de Lucas. Tocó la puerta con calma.
—Lucas… ¿puedo hablar contigo?
Silencio.
Por un momento, Camuel pensó que tal vez se había dormido. Pero entonces…
La puerta se abrió de golpe. Lucas lo miraba con una enorme sonrisa de satisfacción.
—¡HA! ¡Sabía que vendrías!
Camuel cerró los ojos y se arrepintió de inmediato.
Camuel suspiró profundamente, preparándose mentalmente para el inevitable bombardeo de burlas. Entró en la habitación de Lucas, esperando lo peor. Se sentó en la silla junto al escritorio mientras Lucas se acomodaba en la cama, cruzando los brazos detrás de la cabeza con aire despreocupado.
—A ver, Camuel… dime —dijo Lucas con una sonrisa burlona—. ¿Vienes a admitir que estás enamorado?
Camuel cerró los ojos con paciencia.
—Lucas…
—Está bien, está bien —se rió Lucas, incorporándose finalmente—. Te escucho.
Camuel respiró hondo y sacó el libro de su maestro.
—Hoy leí algo que Camilo escribió… algo sobre las emociones —comenzó, abriendo las páginas gastadas con cuidado.
Lucas notó el tono en su voz. No era solo incomodidad. Era preocupación. La burla en su expresión desapareció casi de inmediato.
Camuel pasó los dedos por el texto y continuó:
—Decía que cuando las emociones llegan, pueden desbordarse… que la alegría se vuelve euforia, que el cariño puede convertirse en amor… pero también advirtió que lo malo crece igual de rápido —su voz bajó un poco—. El enojo se transforma en ira, la pena en amargura, y el dolor… puede volverse sed de venganza.
Lucas lo miró en silencio.
Camuel cerró el libro lentamente y apoyó una mano sobre la tapa.
—Camilo me advirtió que si eso pasaba… debía pedir ayuda.
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Editado: 07.04.2025