Camuel y Elena caminaron en silencio por un rato. El ambiente del cementerio era tranquilo, lleno de esa paz que solo los lugares antiguos pueden ofrecer. Elena observaba todo con curiosidad serena, disfrutando del entorno. Camuel, por su parte, intentaba actuar con normalidad, aunque la presencia de Elena seguía alterando algo dentro de él.
Finalmente, fue ella quien rompió el silencio.
—Señor Guardián…
Camuel la miró de reojo.
—Dime.
Elena hizo una pausa, como si estuviera midiendo bien sus palabras. Luego, con una expresión curiosa pero amable, preguntó:
—¿Usted es humano?
Camuel se detuvo en seco. Elena notó su reacción, pero no insistió. En lugar de eso, esperó pacientemente su respuesta.
Camuel desvió la mirada, buscando las palabras adecuadas.
—Esa es… una pregunta complicada.
Elena ladeó la cabeza, sin dejar de sonreír.
—¿Por qué complicada?
Camuel apretó los labios. No quería mentirle, pero tampoco podía revelar la verdad tan fácilmente.
—Porque hay cosas que… es mejor no saber.
Elena lo miró con más interés.
—¿Eso significa que no eres humano?
Camuel no respondió. Simplemente siguió caminando, evitando su mirada. Elena lo observó en silencio por un momento, luego sonrió suavemente.
—Está bien. No tienes que responder.
Camuel se sorprendió levemente. La mayoría de las personas habrían insistido, presionado hasta obtener una respuesta. Pero Elena simplemente aceptó su silencio. Y, por alguna razón… eso lo hizo sentir aún más extraño.
Elena se detuvo y lo miró con calma.
—¿Cuál es su nombre?
Camuel sintió un escalofrío. Esa pregunta… Nunca se la había hecho un vivo. Solo Lucas lo llamaba por su verdadero nombre. Todos los demás lo conocían como Camilo, el Pacificador. Así lo había establecido su querido amigo Camilo, el Guardián de la Luz.
"Nunca reveles tu verdadero nombre a un vivo, Camuel."
"Un guardián necesita mantener cierta distancia."
"Es mejor así."
Las palabras de Camilo resonaron en su mente.
Pero antes de que pudiera detenerse, Camuel sintió que su boca se abría.
—Camilo.
Elena sonrió con dulzura.
—Camilo… Me gusta.
Camuel parpadeó. No era su nombre real. Pero cuando Elena lo pronunció… sonó diferente. Más real. Más… cercano.
Su linterna de luz parpadeó levemente en su mano.
Y Camuel no supo por qué sintió que había cruzado una línea invisible.
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Pasaron algunos días desde aquella conversación en el cementerio.
Para sorpresa de Lucas, Camuel no había evitado a Elena esta vez. Aún se veía confundido, aún tenía ese aire de torpeza cuando hablaba con ella, pero al menos ya no huía. Era un progreso. Y Lucas estaba disfrutando cada segundo de este espectáculo.
Pero no era el único.
Porque Ro también había estado observando todo en silencio.
Y una noche, mientras Camuel dormía tranquilamente en su habitación, los dos conspiradores se reunieron.
Lucas se acomodó en el sofá de la sala, con una gran sonrisa confiada. Ro, por su parte, se sentó en el respaldo del sofá, su cola moviéndose lentamente.
—Bueno, gato misterioso… creo que ya sabemos lo que está pasando, ¿no? —dijo Lucas con una sonrisa astuta.
Ro bostezó perezosamente.
—Sí, el niño está enamorado.
Lucas se rió entre dientes.
—Pero aún no lo admite.
Ro entrecerró los ojos con burla.
—Porque es un terco.
Lucas se giró hacia él con emoción.
—¡Hagamos una apuesta!
Ro levantó una ceja, divertido.
—¿Qué clase de apuesta?
Lucas se cruzó de brazos con confianza.
—Yo digo que lo admitirá en un mes.
Ro lo miró con burla.
—Eso es demasiado rápido.
Lucas le apuntó con firmeza.
—¡¿Acaso dudas del poder del amor?!
Ro se rió con diversión.
—Yo digo que tardará dos meses o más.
Lucas chascó la lengua y extendió la mano.
—Está bien, hecho.
Ro, sin dudarlo, extendió su pata y la apoyó sobre la mano de Lucas.
—Hecho.
La apuesta estaba sellada.
Pero justo cuando estaban disfrutando su conspiración…
Camuel apareció en la puerta de su habitación, mirándolos con el ceño fruncido.
—…¿Qué están haciendo?
Lucas se congeló.
Ro simplemente se estiró con calma.
—Nada de tu interés, niño.
Camuel los miró con sospecha.
Lucas intentó sonreír inocentemente.
—¡Nada, nada! ¡Solo una conversación entre amigos!
Camuel frunció aún más el ceño. Sabía que tramaban algo. Y sospechaba que tenía que ver con él.
Pero decidió ignorarlos… por ahora.
Sin saber que ya era parte de su apuesta.
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Era una tarde tranquila en la ciudad, y Elena estaba sentada en una pequeña cafetería, disfrutando de una taza de té. La campanilla de la puerta sonó, anunciando la llegada de un nuevo cliente.
Lucas se dejó caer en la silla frente a ella con una gran sonrisa.
—¡Hola, Elena!
Elena parpadeó con sorpresa.
—Lucas… ¿qué haces aquí?
Lucas se encogió de hombros con aire despreocupado.
—Pasaba por aquí y te vi.
Elena sonrió levemente.
—¿Ah, sí? ¿O es que Diego te dijo que yo estaba aquí?
Lucas hizo una pausa. Luego chasqueó la lengua.
—Tienes razón, me atrapaste.
Elena rió suavemente.
—¿Y qué necesitas?
Lucas apoyó los codos en la mesa y entrelazó los dedos, mirándola con interés.
—Digamos que tengo… un amigo.
Elena levantó una ceja.
—¿Un amigo?
Lucas asintió con seriedad exagerada.
—Sí. Y este amigo mío está pasando por algo… complicado.
Elena apoyó la barbilla en su mano y lo miró con curiosidad.
—¿Y qué clase de problema tiene tu amigo?
Lucas sonrió con astucia.
—Digamos que ha estado sintiendo cosas que nunca había sentido antes. Cosas que lo confunden mucho.
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Editado: 15.04.2025